Juego Perdido

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Sentado en el interior de una bulliciosa cafetería que Emma había escogido para pasar el día mientras se calmaba, cruzo los brazos sobre la superficie lisa de la mesa y apoyo en ellos su cabeza, dejándola caer con pesadez. Apartando con el codo la humeante taza de café negro que pidió para sí mismo. Aprovechando que estaba solo, soltó un ruidoso suspiro que fue engullido por el ambiente del lugar.

--¿Por qué de todos los días que tenían para elegir, decidieron discutir hoy?

Mascullo en medio de su desesperación. Ese día Kyle y el iban a pasar todo el día fuera, en una cita de casi veinticuatro horas en la que planeaban conocerse mucho más de lo que ya lo hacían, pero sus jefes, aquellos que le pagaban por trabajar como guardaespaldas, habían decidido ponerse de morros. Y a él le tocaba seguir a Emma, para cumplir con su trabajo.

Iba a hablar con Noah esa misma mañana para avisarle, un poco tarde, de que se tomaría el día libre... por asuntos propios, pero no llego a acercarse al hombre. Emma salió con los ojos tristes, una mueca en los labios y el cuerpo tenso, dirigiéndose directamente hacia la puerta de la calle, el supo que tenía que ponerse en movimiento y aplazar su cita con el dulce hombre que era Kyle. Una pena, puesto que sus ganas por estar con él, lo estaban llevando a la locura.

¿Qué le había echo Kyle para tenerlo así? Ni idea, pero la atracción por el chico era demasiado intensa. Nunca, con ninguno de los chicos con los que había salido, sintió algo remotamente parecido. Lo que era un shock para el mismo. Aun así, quería descubrir que más cosas podía hacerle sentir, pero si el protagonista en si no estaba ¿Cómo infiernos iba a saberlo?

Iba a tener que aplazarla para otro momento de las siguientes semanas y ese día, por mucho que ellos estuviesen en problemas, haría oídos sordos con tal de poder pasar un buen rato con Kyle.

El arrastrar de la silla que había frente a la suya, le hizo levantar la cabeza y observar a Emma. La chica estaba un poco decaída y enfadada. Lo comprendía, su jefe había sido un idiota al dejar de lado la preocupación de la mujer, cerrándose en sí mismo como si pudiese resolver aquello que rondaba su mente, por sí solo. Estaba claro que podía, pero que al intentarlo sin ayuda, también sufría mucho más. Su jefe era un hombre fuerte, no solo físicamente, si no psíquicamente, y estaba seguro que como se solía decir, vería la luz al final del túnel.

--¿Por qué parece que estas enfadado?

Pregunto Emma, al mirarlo fijamente a los ojos, rompiendo el silencio impuesto entre ellos.

--Estoy molesto.

Reconoció. Ella arqueo por un segundo su ceja derecha, observándolo con un poco mas de curiosidad que antes.

--¿Por qué?

--Por que habéis sido muy inoportunos al poneros de morros hoy. Gracias, por cierto.

Ella arqueo sus cejas con un poco mas de sorpresa.

--¿Tenias algo que hacer?

--Tú conoces a este chico, ¿No? Ya sabes, alto, pelo rubio y ojos verdes, que está emparentado con tu silencioso novio.

--¿Mark?

Entrecerrando los ojos, arqueo una ceja con una sonrisilla de fastidio.

--No.

--¿Gabriel?

--Sigue probando.

--¿Frank?

Negando con la cabeza, mientras apretaba sus dientes por el modo en el que Emma parecía querer torturarlo, espero a que diera el nombre correcto. Sin embargo ella no lo hizo.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora