Una cita de muchas

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El lago seguía siendo tan hermoso como lo recordaba. Ocupando una extensión media en las tierras de los McCarter, era custodiado por un gigantesco árbol del cual colgaba una gruesa soga, que la familia y los más alocados usaban para balancearse y caer al agua como en una atracción. Al lado de este y cobijado bajo la sombra proporcionada de sus frondosas hojas, se encontraba el gazebo, en el cual se podía merendar tranquilamente. Todo estaba perfectamente cuidado. Se notaba que la familia se pasaba sus buenas horas manteniendo lugares como aquel.

Mientras se acercaban, con el sol brillando alto en el cielo, todo era increíble.

Cabalgando sobre Goliat, bien aferrada a la cintura de Noah, ella fue capaz de contemplar todo aquello que los rodeaba con tranquilidad. Tenía la confianza plena de ir junto a Noah, sabiendo lo bien que este se desenvolvía en aquel entorno, le daba la oportunidad de evadirse y disfrutar de aquel bonito momento, en el cual la naturaleza dominaba todo a su alrededor. El verde era el color predominante y eso era extrañamente relajante. Añadido al olor de las flores que había por todos lados, era un momento perfecto para estar allí.

Al llegar justo debajo del árbol, Noah fue el primero en bajar. Apañándoselas la mar de bien pese a que ella estaba justo a su espalda, bajo al suelo con facilidad. Alzando sus brazos, aferro su cintura con suavidad y la ayudo a bajar. Después de estar sobre el lomo de Goliat durante un buen rato, y seguir el ritmo del galope al que Noah lo impulso, sentía los muslos un pelín doloridos. No estaba acostumbrada, aunque tenía el presentimiento de que eso iba a cambiar. Solo esperaba que el temperamento de aquel imponente semental, se mantuviera apacible durante un ratito más. Al menos en el transcurso de vuelta.

Permaneciendo justo frente a Noah, miro hacia arriba y sonrió un poco cuando el sol acaricio la piel de su chico. Elevando sus brazos hacia el cuello del hombre, entrelazo los dedos tras su nuca, tiro de él para un pequeño beso. Llevaban tanto tiempo sin ir mas allá que besos robados y abrazos, que ambos estaban un poco desesperados por un poco de privacidad, en la que pudieran besarse y tocarse a placer, sin la necesidad de ir al tema sexual, solo necesitaban un poco de tiempo en pareja. Los tíos de Noah no les importaba que fuesen cariñosos, pero daba un poco de vergüenza abstraerse por completo, olvidarse de que estaban ahí y llevar un beso normal a algo mucho más serio.

Echando hacia atrás la cabeza, rompió el beso. Soltando un pequeño suspiro, uso una de las manos para subir las oscuras gafas de Noah sobre su cabeza. Los hermosos ojos de aquel hombre brillaban con un millar de sueños por realizar, muchas vivencias por vivir y un montón de emociones bailando en aquella mirada de hielo viejo. No iba a quitárselas del todo, puesto que el sol era demasiado intenso, podía dañar sus ojos aunque estos no eran capaces de ver, aun así podían sufrir por la exposición al sol. Solo quería verlos. Contemplar esa mirada tan bonita.

Iban a pasar un rato juntos sin nadie por los alrededores y eso era de agradecer. Alejarse de la cotidianidad de vez en cuando, era algo que las relaciones apreciaban. A partir de que todo el asunto de las obras acabara y finalmente se mudaran a su casa, procuraría sacar un poco de tiempo cada día, para ellos. Ambos lo necesitaban, sobre todo si iban a estar inmersos en la gestión de una hacienda.

El futuro les deparaba muchas cosas, estaba segura de ello, pero hasta que comenzaran a presenciarlas y vivirlas en carnes propias, disfrutaría del momento que le tocaba vivir.

Noah hizo un movimiento corto y brusco para que las gafas se deslizaran de nuevo a su lugar, dándole una traviesa sonrisilla, mientras daba un paso atrás, mantuvo sus manos en su cintura. Algo le decía que el niño que él llevaba dentro salía a la luz y estaba ansiosa por verlo. Contemplar como Noah dejaba que esa parte de si mismo salera a saludar, era muy divertido. Loco y sin problemas para divertirse, le importaba un reverendo rábano que sus ojos no le ayudasen a correr por los alrededores, el solucionaba eso lanzándose al agua de aquel precioso lago desde una soga que oscilaba amarrada a una gruesa rama. Amaba esa parte de Noah. No se ponía límites. ¡No los tenía! Hacia lo que le daba la gana y disfrutaba de ello. La ceguera no era un impedimento para vivir la vida al máximo, con todo tipo de locuras y diversión, y Noah lo demostraba día a día.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora