Soborno

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Tenía muy claro que la había pifiado, pero no iba a dejar que la noche pasara sin arreglarlo con ella. Ya había dejado que pasaran un par de horas y eso era suficiente para él, ya no se podía aguantar más, necesitaba ir y disculparse otra vez. Y quizás sobornar el perdón con algo dulce. Eso solía funcionar con Kyle, cuando el pequeño se enfadaba.

Poniéndose en pie, camino hacia la cocina y toco suavemente para hacerse oír.

--¡Señor! ¿Desea algo de comer?

El negó con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

--¿Puedes darme dos cucharas y un bote de helado?

Carmen permaneció callada durante unos cuantos minutos, y él sabía muy bien que la mujer lo estaba mirando con curiosidad, el no atacaba al helado, nunca lo había hecho y aunque tenía un delirio muy sano por la tarta de queso, no era aficionado del helado. Eso era más bien el estilo de Kyle y los pequeños. No el suyo. Así que debía de estar sorprendida por su pedido, pero el tenia un motivo para eso, y era que esperaba que el helado hiciera su trabajo con Emma y así el pudiera ganarse el perdón de la mujer.

--Por supuesto.

Lo dijo de una forma un poco tartamudeada, pero hizo rápido su trabajo y en cuestión de un minuto, le había entregado dos cucharas y un bote de helado que comenzó a congelar su mano en el mismo momento que toco la piel desnuda de su palma.

En cuanto tuvo lo que buscaba, dio media vuelta y se encamino al pasillo, apoyo todo en una sola mano y con la otra se guio por la pared, para llegar a la puerta de Emma. Al llegar, paro y se giro hacia la puerta, levanto su mano y toco suavemente con los nudillos.

Estaba casi seguro de que ella no abriría, pero se equivoco, y nunca había estado tan contento de equivocarse como en ese momento. Ella abrió suavemente la puerta, contestando con una pequeña y suave vocecilla.

--¿Quién?

Sonrió hacia ella, intentando mantener una postura relajada, manteniendo una pequeña distancia entre él y la puerta. No quería intimidarla, solo quería que lo perdonara.

--Vengo a pedirte perdón por lo de antes. No debí levantar la voz, lo siento.

Se disculpo con ella y estaba dispuesto a volver a hacerlo y ofrecer su regalo de paz, cuando su suave voz llego a sus oídos.

--No quise enfadarlo.

Negó con la cabeza, sintiéndose como un completo imbécil.

--No lo hiciste, Emma. Yo me exalte porque… porque soy tonto y no tengo remedio, por eso.

--¿Por qué estaba enfadado?

Pregunto ella con esa vocecilla. No sonaba como siempre y eso lo entristeció. Haría lo que fuese con tal de volver a escuchar y sentir a la Emma decidida que empezó a dar esos pasitos tan importantes.

--No estaba enfadado, Emma, estaba molesto conmigo mismo. Quería llegar y cenar contigo, pero me trajeron unos informes y como un tonto creí que me daría tiempo, pero no lo hizo, y cuando llegue solo quería disculparme contigo, pero tú no me dejabas hacerlo y parecías entender por qué yo había faltado a mi promesa.

--¿Se enfado conmigo por comprender que su trabajo era más importante que una cena?

Ella seguía empecinada que estaba enfadado con ella, no entendía que no era así. Nunca había sido así, pero ella eso no lo veía.

--Emma, no estaba enfadado contigo.

Repitió con un suspiro, intentando que sus palabras entraran en lo que parecía ser, era una dura cabeza.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora