Guardaespaldas

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Sentado en uno de los sillones del salón, permanecía tranquilo, escuchando el suave murmullo de la televisión encendida, mientras esperaba a que Sean llegara del aeropuerto, en un taxi. Había prometido abonar la carrera, y darle la bienvenida al hombre, así que aunque fusen las tres de la madrugada, el seguía despierto, a la espera.

Durante esas horas en las que se deleito con un par de trozos de la exquisita tarta de queso, pudo pensar sobre algunas cosas. Más concretamente, sobre sus sentimientos.

Un poco de tiempo había pasado desde que el confesara sus intenciones a Emma. Y en ese tiempo, el, sin lugar a dudas, y pese a que podía parecer increíble, se había enamorado de ella, de una forma rápida y dura. Emma tenía algo que lo atraía y llamaba, como el canto de una sirena a un marinero, en medio de las profundas aguas del océano. Tenía deseos de ir mucho más allá. Ansiaba tenerla entre sus brazos, en la cama. Decirle que la amaba y declararse del todo, poniendo cada pedacito de su corazón en cada una de las palabras, pero no sabía si era el momento adecuado para ello, no después del tropezarse con el maldito de su ex-novio. Quizás fuese demasiado rápido para ella, dado que ni siquiera había buscado una relación y en esos momentos, tenían algo parecido a una. Se besaban. Se abrazaban. Pasaban cada minuto del día juntos, pero aun no llegaba el momento de decirle formalmente, si ella quería dar el siguiente paso y comenzar a ser su novia oficial. No le importaría declararse, y pedírselo. No si ello lo llevaba a un sí. Pero ese era el problema ¿Le diría que sí?

Su miedo al rechazo aun vibraba dentro de él, carcomiéndole por dudar de la dulce Emma. Sin embargo, un hombre no podía entregar su corazón así como así, sin recibir nada a cambio. No que fuese su real situación, ya que Emma compartía besos y abrazos con él. Buscaba su compañía y consuelo. Su continuo contacto. Pero eso no quería decir, que ella estuviese preparada para algo más serio.

Por el momento, dejaría que pasaran un par de meses más, con suerte su padre se habría olvidado del aviso que le dio, de cubrirlo únicamente por esos sesenta y un días, de su madre. Y podría llegar a algo más con Emma, durante ese tiempo. Nada estaba asegurado, y en realidad esperaba que Jeremía se hubiese olvidado de ello, pero ¿Quién sabe? A lo mejor tenía a su madre esperándoles en casa, para secuestras a Emma y convertirla en una dama de la sociedad.

Ella no quería una remilgada y superficial dama de sociedad. No quería que Emma se convirtiera en ese tipo de mujeres que solo se preocupaban por su peinado, o que tan caro era su vestido. O que tan brillantes eran sus diamantes. No quería que se volviera superficial. El amaba a la Emma dulce y cariñosa que conocía, y por eso mismo, iba a luchar por que su madre no pusieras sus manos sobre la bondadosa mujer.

El sonido de las ruedas de un coche, aparcando en la entrada, atrajo su atención. Poniéndose en pie, espabilando con ello a Turco, camino hacia la puerta con su compañero como guía, abrió la puerta y salió al porche. Escucho el chasquido de las puertas del vehículo siendo abierto y cerrado un par de veces. Bajo los escalones y se aproximo.

--¿Usted es Noah McCarter?

Pregunto una profunda voz, justo frente a él. Extendiendo su mano, a modo de saludo, asintió.

--Así es. Y tú eres Sean ¿Verdad? ¿Sean...?

--Solo Sean.

Intervino el hombre, antes de que él pudiera pedirle el apellido.

--Nico me envió tan pronto como Frank llamo. Según he sido informado, estoy aquí para cuidar de su novia.

--Correcto. Deja que pague al conductor y te explico un poco dentro.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora