Necesidad de Venganza

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El canto suave de las aves que revoloteaban a su alrededor, se convertía en el acompañante perfecto para las caricias proporcionadas a un ofuscado hombretón. Noah farfullaba, y se quejaba. Juraba que se encontraría con Bobby para partirle la crisma de algún puñetazo o que cumpliría con lo prometido, infinidad de meses atrás, sobre la posibilidad de pasarle un coche por encima.

A decir verdad, ambas propuestas le parecían aceptables, pese a que estaba totalmente en contra de la violencia. Pero nadie le negaría que Bobby se merecía encontrar la horma de su zapato, para que le pusieran en vereda y comprendiera el dolor que infligía, no solo con sus puños, sino con sus actos. Ella no recibió de él, únicamente golpes. La hundió emocional y psicológicamente, tantas veces como quiso. La convirtió en un pelele. Un trapo manejable y desechable. Ella no tenía ni voz ni voto en nada en lo referente a su propia vida, e incluso esta, le pertenecía. Durante los tres años de maltrato, en ningún momento fue capaz de plantar cara, hasta el último minuto, cuando comprendió, encerrada en aquel armario, que si no gritaba, esa misma noche, mientras los pasos de los agentes se alejaban, moriría.

Y no quería eso para sí misma. Harta de golpes y vejaciones, grito. Grito por dolor. Grito por miedo. Grito hasta desgarrar sus cuerdas vocales, por la libertad que le aguardaba al otro lado de la puerta. Magullada, morada y rota, iba a salir viva de aquel agujero, para renacer como una nueva mujer. Y lo consiguió. Con ayuda, pero lo hizo.

Así que mientras intentaba calmar a Noah, deslizando sus dedos entre las rubias hebras de su pelo, mantuvo una mano sobre el esternón del hombre, donde sentir el orgulloso latido de un corazón indignado por su pasado.

--¿Enserio te enfadarías si voy a buscarlo?

--Si.

--¿Por qué? Se merece un par de buenos golpes. Dejarlo tonto, no seria ningún problema ¿No?

--Pero él no es digno de que te manches las manos con su sangre.

Murmuro, segura de que si esos dos se encontraban, los golpes propinados, mancharían de rojo la piel de los nudillos del agredido y agresor.

--Emma...

Mirando hacia abajo, perfilo las cejas de Noah mientras hablaba.

--No te voy a detener si, por cosas de la vida, nos lo cruzamos. Y siempre y cuando el haga algo en nuestra contra, tu podrás hacerlo en la suya, pero mientras no sea así, déjalo.

Hacía muy poquito, le había dicho más o menos lo mismo, pero él no cejaba en su empeño de saldar cuentas con Bobby. Era enternecedor, saber que daba la cara por ella de esa manera, pero no quería que Noah se acercara demasiado a la violencia. No tenía miedo de él, y sabia que nunca le haría daño, pero pensar en violencia, producía un sudor frio que cubría toda la piel de su cuerpo, por culpa del miedo.

Por otro lado, pese a que Noah era un hombre grande, en todos los sentidos, estaría en una clara desventaja, frente a un rufián como su ex-pareja. Bobby no dudaría en usar cualquier truco contra Noah, para ganar la pelea o simplemente para hacerle más daño del necesario. El era así. Era un profesional del juego sucio, y no creía que Noah fuese capaz de usar semejante artimañas, solo para darle su merecido. Siendo tan noble como era, no lo veía capaz de algo semejante.

--¿Podemos dejar este tema? Por favor, Noah.

--¡Pero es que no entiendo porque no quieres que le dé su merecido!

Rodando los ojos, negó con rendición y suspiro.

--¿Sabes qué? Me rindo. Ya hemos hablado de esto dos veces desde que nos hemos acomodado aquí, y tú sigues en tus trece. Haz lo que te dé la gana.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora