Preocupación

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Richmond era un lugar precioso cuando el sol comenzaba a hacer su descenso para darle paso a la brillante y orgullosa luna, que los acompañaría durante toda la noche, junto a su sequito de seguidores, las estrellas. El ambiente era increíble. Las calles se atestaban por culpa del buen clima que hacia una vez que anochecía, y los escaparates, no solo de las tiendas sino de las cafeterías, que invitaban a entrar y sentarse a tomar algo fresquito para continuar con el paseo que ya tenían planeado.

Ajena a todo, caminaba junto a Noah, con sus dedos entrelazados, miraba de un lado a otro, a la altura de las tiendas que ya conocía y de las cuales era una visitante habitual. A esas alturas, las tiendas que tuvieran que ver con los bebes, eran las número uno en su lista. No importaba que genero vendieran, ella era fan por el simple hecho de que saciar su curiosidad sobre pequeñas cositas sobre los pequeños que esperaba. Seguían sin saber que eran, pues hasta el momento, en cada ecografía, sus mellizos mostraban con orgullo sus pequeños culitos, negándose en redondo a que el médico hiciera una estimación de que eran. No estaban preocupados por eso, ya que cuando los bebes quisieran o cuando la suerte estuviese de su lado, verían el sexo de los mellizos y podrían hacerse una idea sobre que nombres buscar.

Poco a poco, los momentos decisivos se iban acercando. Por ahora, esperaban con muchas ganas la ecografía morfológica de los mellizos. Quedaban un par de días para ella, pero estaba un poco nerviosa al respecto. No servía mucho comerse la cabeza con ello, pero como madre primeriza, era inevitable que sucediera, y temía estar pasándole todas sus preocupaciones y temores, a Noah. Así que esperaba que con la siguiente ecografía, los dos consiguieran tranquilizarse.

Mientras paseaban por delante de los escaparates, sintió como Noah se tenso a su lado. Al mirarlo, su chico tenía la mandíbula fuertemente apretada. Le pareció raro. A su alrededor todo parecía normal y Sean estaba con ellos.

--¿Qué pasa?

Noah tiro de ella, teniendo cuidado de que no tropezara por culpa del impulso, cubrió su espalda con su cuerpo.

--¡Sean!

--Estoy en ello.

Intento mirar alrededor del cuerpo de Noah, pero él se lo impidió. Poniendo las manos sobre sus hombros, la mantuvo quieta. Aquello solo la puso más nerviosa. Inquieta, lucho por un momento en contra de aquel suave pero firme agarre.

--Para, Emma.

--¿Qué...?

La voz de Sean ahogo sus palabras, cuando con voz autoritaria, dio una rápida orden.

--Sácala de la calle.

Noah impartió una nueva orden a Turco, pidiéndole al animal que marcara la puerta de la tienda más cercana. Agarrado al asa, el tiro de ella para que lo siguiera, sin embargo una voz que, por desgracia, conocía, se lo impido.

--Es increíble ¿Verdad? Richmond parece demasiado pequeños para nosotros, nena.

Un súbito y frio escalofrió recorrió su espalda, cuando la voz de Bobby lleno sus oídos con su ironía y desprecio. Parecía divertido. Como si le resultara gracioso encontrársela por la calle y hacerle la vida imposible con sus sucias palabras y su asquerosa presencia.

Noah volvió a tirar de ella, ocultándola aun mas con su inmenso cuerpo, le deslizo su teléfono móvil en la palma de la mano y se inclino hacia su oído.

--Llama a la policía.

No creía que Bobby fuese tan estúpido como para acercarse más, o como para hacer algo en su contra, pero estaba en su derecho de llamar al cuartel, puesto que Bobby estaba infligiendo la ley, por segunda vez. Con dedos temblorosos marco el numero de la policía, y se llevo el teléfono al oído, mientras escuchaba las voces de Sean y Bobby.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora