Olvidar es lo mejor

6K 542 45
                                    



Una semana podía resultar tan larga como un año si la situación que atravesaban, era la propicia para ello. Y en esos momento, estaba claro que no era algo que ocurriera a diario, o al menos ellos no estaban habituados a permanecer vigilantes hacia una persona a la que querían y que aun estaba recuperándose de un ataque que no iba dirigido hacia el, pero que como el héroe real que era, sufrió por el bien de otros. Sean ya había salido de cuidados intensivos, lo que era un descanso en si mismo. Sin embargo, a pesar de que era una buena noticia, a veces no todo era un camino de rosas. Desde el ataque y los posteriores días en los cuales todos permanecían con el corazón en un puño por la salud del hombre, Emma pasó por diversos estados de ánimo que no hicieron nada por mejorar. Tanto estrés y ansiedad crearon a una Emma que nadie reconocía, pero que todos entendían.

Y a causa de ello, las mellizas amenazaban con llegar mucho antes de la fecha. Contracciones y malestar, invadían a la futura mama sin darle descanso alguno. La visita obligada al medico, les revelo que solo eran contracciones a causa del cansancio y el estrés que Emma estaba experimentando en esos momentos, pero que todo estaba bien. Las niñas aun no estaban en camino, así que lo único que ella tenía que hacer por el bien de las pequeñas y por el suyo propio, era tranquilizarse. Lo pasado, pasado estaba y ya no había vuelta de hoja. Sean estaba recuperándose bastante bien, y nadie le había echado la culpa, que ella misma se imponía, por lo sucedido, así que podía imaginarse el revoltijo emocional que su chica estaba experimentando, pero no era capaz de hacer nada para solucionarlo, mas que nada por que ella no le daba la oportunidad.

Aun así, intentaba por todos los medios hacerle olvidar esa experiencia tan traumática para ella, con la única finalidad de que todo volviera a la normalidad alrededor de la futura mama. Quería que Emma estuviese bien sin importar cuanto le costase, y aunque no era fácil, luchaba día a día contra ella, para alcanzar un pequeño logro cada vez que intentaba avanzar y se topaba de lleno con la negativa de la futura y gruñona futura mama. Comprendía sus sentimientos, pues el paso por ellos en su momento, pero no podían volver en el tiempo y arreglar las cosas tal y como a ella le hubiese gustado que salieran. El destino marco para ellos ese camino y si resulto ser así, tenia que haber un por qué.

Sin embargo, terca como Emma era, no le entraba en la cabeza que las cosas sucedieran de ese modo. Pero no importaba. Sabia que lograría su cometido de arrancar a la futura mama de ese estado en el que se había sumergido, aunque tuviera que tirar de ella mientras pataleaba, no importaba, pero aquello había llegado a su fin.

La casa estaba vacía, ya que Sean aun permanecía hospitalizado y Kyle no se separaba de su lado por mucho que el guardaespaldas intento persuadirlo de que fuese a casa a descansar. Estaba claro que la terquedad era hereditaria y contagiosa, pues tanto uno como el otro, estaban demostrando ser tajantes y obstinados con lo que querían e iban a hacer, sin importar cuantas veces les pidieran los demás que cambiaran. Emma y Kyle parecían haber salido del mismo ovulo, solo por su cabezonería extrema.

Recorrieron los pasillos de la casa, respiro hondo unas cuantas veces sabiendo que iba a enfrentarse a un dragón escupe fuego con el que dormía cada día. Emma estaba irritable y gruñona y no era buena idea cruzar ante sus ojos, por que era capaz de escupir veneno si se lo proponía. Las hormonas y todo el asunto con Sean hicieron de su hermosa chica una bestia bastante peligrosa, pero aquello tenia solución.

El morro frío y húmedo de turco toco su mano, en un silencioso gesto de apoyo, así que palmeo suavemente la cabeza del animal con una pequeña sonrisa.

--Gracias compañero, lo necesito.

Incorporándose en toda su estatura, se ofreció a si mismo un gesto de apoyo y se acerco a la guarida del dragón. La habitación de las niñas supuso para Emma un lugar en el cual refugiarse de todo y todos y se pasaba las horas completas entre esas cuatro paredes, cambiando las cosas de un lugar a otro, para luego volverlas a su sitio original. Era como un laberinto de movimientos que acababan siempre en la casilla de salida, sin importar cuantas vueltas diera. Las pocas cosas que adornaba el lugar lo hacia mas frustrante para ella, pues no había mucho a lo que echarle mano, pero tampoco tenia animo para salir y comprar. Era todo bastante depresivo, pero sin tener depresión. Era raro y tenía que acabar.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora