Pruebas

10K 916 122
                                    

Pasándose las manos por el pelo, respiro hondo un par de veces para destensar su cuerpo extremadamente cansado e inquieto. Llevaba un par de horas sentado sobre su trasero, con un diáfana bata sobre su cuerpo desnudo, a la espera de que le hicieran distintas pruebas que el médico a cargo de su caso, había solicitado para verificar que estaba cien por cien bien, antes de prestar plena atención a su petición de buscar y descubrir, si su ceguera era hereditaria. Así que después de una prueba de sangre y otra de orina, y tras un breve paseo a la sala de rayos x, estaba a la espera de su turno para una resonancia magnética. No tenía ni idea para que quería o necesitaba tantas pruebas, si su petición era a otro nivel. Aun así, cedería a lo que fuera con tal de saber si su decisión sobre la paternidad era definitiva o no.

Nunca pondría en riesgo a su hijo de poder padecer un mundo de absoluta oscuridad, así que... aquellas pruebas eran necesarias.

Reclinando la cabeza hacia atrás, deseo poder ver para poder entretenerse con otra cosa que no fuesen sus propios pensamientos. O que Emma estuviese allí para poder paliar con el aburrimiento, aun así, prefería que no estuviese. Si ella estuviese junto a él en esos momentos, sabría por que se estaba haciendo esas pruebas. Quería contárselo en persona y que no se enterara por pedazos de conversaciones que pudieran darle las pistas necesarias para averiguar que ocurría.

Cerrando sus ojos tras las gafas que se había negado en redondo a quitarse, pese a las peticiones repetidas de su médico de confianza, bostezo. Alzando un cansado brazo, se paso la mano por el rostro y suspiro justo en el momento que el doctor entraba de nuevo a la habitación.

--¿Cómo vas?

--Aburrido.

Mascullo él, incorporándose un poco en referencia al doctor. El hombre se rio un poco, y tomo asiento en algún punto de la habitación.

--Siempre has sido un niño inquieto, Noah. Tranquilízate un poco. Esto llevara un rato.

--Lo sé.

Escucho como el médico pasaba hojas, y supuso que sería un informe que estaría leyendo. Guardando silencio, espero a que le hombre le preguntara o le pidiera hacer más pruebas. Espero un poco de tiempo, antes de que el médico rompiera el silencio.

--¿Cómo has estado este ultimo año? ¿Te has hecho alguna otra revisión ocular?

--No. Ya sabes que detesto que me miren los ojos. Y he estado bien. Algún dolor de cabeza puntual, pero por lo general solo aparecen cuando no descanso lo suficiente o cuando estoy en un periodo de estrés extremo por el trabajo.

--¿No fuiste a que te revisaran los ojos?

--No. Ya te lo he dicho.

--Noah...

El largo suspiro que siguió a su nombre le dijo que aquel hombre desaprobaba completamente su decisión, pero no podía hacer nada al respecto. Nunca llego a comprender la importancia de pasar por un oftalmólogo para que revisara sus inservibles ojos una y otra vez, si el resultado siempre iba a ser el mismo. Así que prescindir de ellas, era tiempo que no perdía.

Cuando el médico se acerco, caminando suave sobre el frio suelo de aquella habitación, se paro frente a él.

--Bien. Quítate las gafas y déjame echa un vistazo.

Frunciendo el ceño. Negó.

--¿Para qué? No he venido aquí para nada de esto. Solo quiero saber si cabe la posibilidad que esta ceguera sea hereditaria, en caso de que mi novia y yo decidamos tener un hijo. Simple y llano, doctor. Cíñete a eso.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora