--Puedo ver como las ruedas de tu cabeza chirrían, Noah. ¿Qué pasa?

--Estaría mas tranquilo si nos fuesen ya al hospital.

--Aun no. ¿Por qué no subes y me preparas un baño? Mantente ocupado, anda. Estarás mejor.

--No quiero mantenerme ocupado, quiero llevarte a un lugar donde estés rodeada de profesionales.

--Si, lo se. Pero aun no.

Dijo mientras le levantaba las gafas sobre su cabeza y acariciaba su cara con la punta de los dedos. Intentaba tranquilizarlo con su toque, pero en esos momentos no funcionaria. Acunando su rostro con la palma de la mano, Emma acaricio su mejilla con cariño.

--Por favor... ¿preparas el baño?

Entornando los ojos hacia ella, suspiro al entregarle el teléfono con el que llevaban el registro de las contracciones.

--Voy.

--¡Gracias! Eres un amor.

--Lo que soy es un idiota enamorado, que es distinto.

Mascullo, ganándose una suave risa por parte de Emma mientas volvía a tapar sus ojos con las gafas de sol.

Si ella era capaz de reírse tranquilamente, suponía que no todo iba tan rápido como el creía y no había necesidad de correr hacia un hospital, pero aun así, se sentiría mucho mas tranquilo con la situación si ella estuviese en un lugar donde pudieran controlar el avance del parto. Sin embargo, comprendía el por que ella no quería dejar la casa todavía. Ella se movía por cada habitación, luchando contra el dolor que llegaba con una contracción, haciéndole frente con el movimiento, y aunque ya sabían de antemano que el hospital en el cual nacerían las niñas permitía a las mujeres moverse con total libertad, nadie iba a quitarle a la futura mama una hora en monitores, sin poder hacer nada salvo mirar la pared. Y eso era lo que Emma estaba intentando evitar.

Al trotar escaleras arriba, fue directamente a su habitación y entro en el cuarto de baño. Iba a llenar la bañera con agua caliente para que Emma tomase un agradable baño. Haría todo lo posible para que Emma estuviese cómoda. Así que si ella quería tomar un baño, el prepararía dicho baño.

Mientras la bañera se llenaba de agua caliente los pasos amortiguados de un par de pies descalzos le hicieron levantar la cabeza del borde de porcelana.

--¿Cómo va nuestra parturienta favorita?

--Si Emma te escucha llamarla así, va a hundir sus uñas en tus tripas.

Sean se rió y quejo al mismo tiempo, desde el quicio de la puerta. Escuchar al tipo en casa, era grandioso solo por lo que ello conllevaba. Su recuperación estaba siendo perfecta en todos los niveles y aunque a veces era un dolor en el culo solo por lo caprichoso que era en algunas cosas, todos se alegraban de tenerlo de vuelta en el rancho.

--Aun no te he agradecido por ponerle Sena a una de las niñas.

--Y no hace falta que lo hagas. Ellas están aquí por ti.

--¿Eso quiere decir que son tan mías como tuyas?

Sabia que Sean estaba de broma, pero el no lo estaba. Por eso hizo algo que solo había echo con Emma.

Echando hacia atrás las gafas de sol que ocultaban sus ojos ciegos, clavo la mirada en la dirección desde la que la voz de Sean había sonado y adquirió u n semblante serio.

--Si, Sean. Sena y Lana, son tan tuyas como mías. Eres su padrino y espero que si, por alguna cosa, Emma y yo faltamos, tu te encargues de cuidarlas como si cuidares a tus propias hijas.

Cuidaré de tiWhere stories live. Discover now