Me pregunto en donde meteré la maleta de Sam para el viaje hasta casa...- pienso al ver lo apretadas que están las tres maletas grandes que había llevado de viaje.

Finalmente, tras asegurarme de que todo está guardado para la vuelta a casa, entro en el coche y dejo mi bolso junto con mi bufanda en el asiento del copiloto.

Espero a que pase una fila de coches por la carretera que hay entre las filas del aparcamiento y, pocos segundos después de salir de la plaza de aparcamiento, veo como un chico moreno camina junto a una chica que probablemente ni tenga 15 años.

Muevo un poco el coche al igual que lo han echo los de delante y vuelvo a mirar a aquel chico, no sé porqué pero sabía que lo conocía de algo.

El chico se gira y mira hacia la fila de coches en la que ya llevo cinco minutos para poder salir del aeropuerto y entonces, es cuando puedo ver sus ojos azules.

-¡Hostia!- grito en el coche al mismo tiempo que dejo caer mi cuerpo hacia el respaldo del asiento.

No me podía creer que aquel chico que llevaba una chaqueta de estampado militar, un pantalón negro ajustado y roto en las rodillas y unas Stan Smith fuese Tom.

Por suerte o por desgracia, los coches de delante empiezan a salir del aparcamiento, lo que hace que yo pueda salir de este y así, recoger a Sam en la estación de tren.

***

Durante el viaje, no había parado de pensar en Tom. Lo cierto es que me preguntaba como podía haber cambiado tanto y sobre todo, como estaba en Londres. También había pensado en que sería buena idea llamarle o enviarle un mensaje en son de paz, sin discusiones ya que habíamos acabado lo suficiente mal como para esperarme una mala contestación.

Apago el coche. Saco mi móvil del bolso y, tras rodear mi cuello con la bufanda gris, salgo del coche.

En cuanto entro en la estación, los cristales de mis gafas se empañan por el calor y resoplo. Las limpio lo mejor que puedo con la camiseta y, para cuando termino, camino hasta las escaleras mecánicas que bajan al andén del tren en que viene Sam que, para mi suerte, también se había retrasado.

Mientras bajo en las escaleras mecánicas, consigo ver como Sam sale del tren en el que ha venido y no puedo evitar bajar corriendo las demás escaleras. Para cuando llego, Sam se encuentra de espaldas a mi y me tiro encima suya.

-¡Mi vida!- grito antes de besar su mejilla.

Sam suelta una carcajada.- ¿Y si ahora te tiro al suelo?

La pellizco en el culo, tal y como solía hacerle parte de las veces mientras dormía a mi lado cuando me visitaba. Me bajo al suelo porque la veía capaz de tirarme al suelo y esta me abraza.

-¿Qué tal en España?- pregunta con una sonrisa pícara en cuanto nos separamos.

Sonrío.- No me puedo quejar.

Y tanto que no me puedo quejar...- pienso mientras nos subimos en la escalera mecánica.

Max.

Bajo las escaleras de la entrada de la Universidad de dos en dos y camino rápido hasta mi coche ya que el examen me había llevado más tiempo del que me esperaba.

Hoy no había ido a trabajar a la misma hora que había ido la semana anterior ya que tenía uno de los examenes más importantes del último año de la carrera y no podía perderlo. Aún así, el resto de día trabajaría como había trabajado los anteriores días.

Mi móvil empieza a vibrar en el bolsillo trasero de mi pantalón mientras camino hasta el aparcamiento de la Universidad y no tardo en contestar la videollamada de Skype de Sam.

Los Que Se Pelean ¿Se Desean?Where stories live. Discover now