Los pitidos de la línea sonaron uno tras otro, minando las esperanzas puestas en ese número telefónico, con cada tono olvidado. Conto cada pitido con pesadumbre y cuando llego el cuarto, se dispuso a colgar para finalizar aquel intento fallido, que le había dejado un poco más vacía de lo que debería. Sin embargo, una suave voz contesto.

--¿Hola?

Las lagrimas, feroces y sin tregua, bajaron rodando por sus mejillas cuando reconoció aquella voz.

--Mama.

--¿Emma? ¿Emma, eres tú?

--Si... Soy yo, mama.

--¡Dios mío! ¡Emma! ¿Dónde estás, hija? Dime donde estas e iré a buscarte, lo hare. Te lo prometo.

Su madre sonaba frenética. Ella estaba segura que aquella llamada que estaba recibiendo, provenía de una hija magullada y asustada, que había escapado de las garras de su maltratador.

--Tranquila, estoy bien.

--¿Cómo vas a estar bien en manos de esa bestia, Em? Dime donde estas, hija.

--Mama, escucha, estoy bien.

--¿Te está amenazando? ¿Es eso? ¿Está ahí?

Sorbiendo una vez más, sintió como sus manos temblaban. Quería decirle muchísimas cosas, pero lo primero era calmarla, pero su atención se vio interrumpida, cuando los pasos de Noah se alejaron.

--No te vayas.

Mirando la ancha espalda de su chico, espero hasta que él se dio la vuelta y regreso. Agarrándole la mano, vio como se sentaba sobre el escritorio y guardaba silencio para que ella continuase hablando. Era una fuerza silenciosa, que le permitía hablar con su madre después de tanto tiempo, sin la sensación de que fuese a derrumbarse en cualquier momento. Cogiendo aire una vez más, intento sonar más calmada que antes.

--¿Quién no se va? ¿Emma, con quien estas?

--Te prometo que estoy bien, mama. Estoy a las afueras de Richmond, en Kentucky. Vivo en un precioso rancho, junto a mi pareja.

--¿Qué? ¿Aun estas con Bobby?

--¡No! No, estoy con él. Hace dos años que ya no estoy con él. Una familia me ayudo. La familia McCarter. Ellos tienen un rancho aquí también ¿Sabes? Son un montón. Son animados y cariñosos y me cuidaron muchísimo cuando me dieron el alta en el hospital.

--¿Hospital?

--Bobby me pego. Y la policía vino a donde vivíamos. Me sacaron de allí y fui a un hospital. La señora Elena, Alisa, el señor Lachlan... Todos ellos cuidaron de mí durante cinco meses, y después me enviaron a Boston con uno de sus sobrinos. Noah. Ahora vivo con él. Es mi novio.

--Estoy un poco... perdida. ¿Estás bien? Segura que... Estas bien.

--Muy bien. Voy a ser mama. Vas a ser abuela.

--¡Dios mío!... Espera... ¡Oh Dios!

Riéndose suavemente, apretó los dedos de Noah y se los llevo al rostro. El acuno su mejilla con ternura y deslizo su pulgar sobre su piel, acariciándola calmadamente mientras ella hablaba con su madre.

--¿Y ese... hombre? ¿Es bueno?

--Más bueno que el pan, mama. Contrato a un guardaespaldas, para que cuidara de mí en todo momento.

--¿Un segurata?

Noah se carcajeo.

--Me va a encantar oír a Sean cuando lo llame así.

Cuidaré de tiWhere stories live. Discover now