--Estas echa un desastre, pero resiste, eres una bomba de relojería. Contrólate un poco, y todo irá bien.

Su voz no sonaba mal, así que regreso a la habitación, se quito el cómodo y corto pijama que llevaba puesto y se deslizo en un cómodo vestido de tirantes, con un poco de vuelo en la falda. Vestida y calzada, camino por el pasillo con una cosa en mente. Huir durante un par de horas del rancho, para despejar su mente. Y nadie lograba mejor que se distrajera, que Noah. Busco a su chico en el despacho, y allí lo encontró. Sentado tras el escritorio de madera maciza, el hombretón ocupaba sus manos en un pequeño montoncito de folios, pero al oírla entrar, alzo su cabeza y sonrió.

--¿A qué debo esta agradable visita?

--Pensaba en invitarte a un helado en la ciudad.

En cuanto Noah escucho su voz, un profundo ceño ensombreció sus rasgos. Su cuerpo se tenso, dejando a un lado los documentos que leía, se puso en pie y recorrió en corto espacio que había entre ellos, en milésimas de segundo. En cuanto la tuvo enfrente, acuno su rostro con cuidado.

--¿Qué pasa?

--Nada, solo venia a invitarte.

Esconder las cosas no era nada sencillo, cuando tenías a un hombre con un oído tan fino, y un sexto sentido para las cosas que le concernían. Ella era muy importante para Noah, así que ese sexto sentido, se modifico hasta ser cien por cien efecto en ella. Raro, pero cierto.

--¿Quieres probar de nuevo, y esta vez decirme que pasa?

--No es nada, Noah.

--Habla.

Soltando un largo suspiro, miro las oscuras gafas de aquel vaquero de corazón, y sintió como un nuevo nudo se formaba en su garganta ante una nueva tanda de recuerdos.

--He estado pensando en mi madre. Llevo años sin saber nada de ella, y me gustaría llamarla para pedirle perdón por no hacerle caso. Pero supongo que ella habrá cambiado de número, así que eso ya no es posible. Estaba recordando su cara y algunas cosas que hacíamos cuando era pequeña, y me ha dado un pequeño bajón. ¿Contento? Ya te lo he dicho.

Murmuro, con la voz ronca por las emociones que atenazaban su garganta, mientras sus ojos se volvían, una vez más, acuosos por las lágrimas. Sorbiendo por la nariz, intento alejarse un poco de la intensidad de aquella mirada ciega, pero no logro dar ni un solo paso. En cambio, Noah soltó su rostro, pero cerró sus dedos alrededor de su brazo y tiro suavemente de ella. Obligándola a sentarse en la silla que poco antes había ocupado su gran cuerpo, empujo el teléfono fijo hacia ella.

--¿Recuerdas el numero?

--Si, pero...

--Llámala.

--Noah, no creo que tenga el mismo número que antes.

--No vas a saber si eso es verdad, si no lo intentas antes ¿Verdad? Vamos, marca y llámala. Si ese ya no es su número, hare una llamada a mi hermano Frank para que la busque.

--Noah.

--Llama. No vas a quedarte tranquila, hasta que no hables con ella, o hasta que no lo intentes al menos. Y un intento, no cuesta nada. Vamos.

Noah la empujo un poco hasta que finalmente tomo el auricular del soporte y marco los números que se sabía de memoria, y que rezaba, la conectaran con esa persona que hacia tanto tiempo de la que no sabía nada. Quería oír su voz y contarle lo bien que estaba. Decirle que iba a ser mama, y que lo sentía muchísimo por haber sido una cabeza hueca y haberse ido con Bobby en vez de hacerle caso y darse cuenta de que tipo de chico era el en realidad. Algo que su madre supo en cuanto lo vio.

Cuidaré de tiWhere stories live. Discover now