69 Felices Por Siempre

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Miré a ambos—yo...—no tenía ni la mas mínima idea de que responder—eh... Prefiero sentarme sola.

Me giré y me acerqué hasta la primer fila en la cual me senté mientras suspiraba con pesadez, Liliana llegó hasta mi sentándose a mi lado.

—¿Quién es el rubio?—preguntó y la miré.

— Christian—respondí—lo visté en mi cumpleaños—asintió.

—¿Y el guapo de los hoyuelos?—preguntó con una sonrisa y la miré mal.

—si te mando Callan...—no pude terminar por que inmediatamente me interrumpió.

—no vengo por el, vengo por mi propia cuenta, pero no me digas que no esta guapis...—No la dejé terminar, me levanté negando con la cabeza divertida mientras me alejaba de ella.

Más invitados llegaron. Algunos felicitaban a mi padre, supuse que eran sus compañeros de trabajo.

Me hubiese gustado que Camile también estuviera allí, Liliana y ella hubieran sido el complemento perfecto de una amistad.

Mi padre realmente se veía emocionado. Tal vez el había esperado ese momento por mucho tiempo.

¿Que hubiera pasado si mi madre aún estuviera viva y yo fuera quién hubiera muerto?

Suspiré. No quería pensar en eso. 

De igual forma ya era muy tarde y mi madre no volvería a la vida.

El tiempo pasaba y Regina no llegaba.

El hombre que los casaría estaba desesperándose, los invitados comenzaron a murmurar cosas, mi padre temblaba de nervios.

¿Y si se arrepintió?
No, eso no puede ser.

Saqué esos absurdos pensamientos mientras me giraba hacia cualquier dirección hasta que encontré a Alan sonriendo muy amistosamente con las damas.

Me acerqué hasta ellas y el comenzó a registrar su número en el celular de alguna, se lo arrebaté dejándoselo a una de ellas para que se lo entregara a la dueña.

Cogí a Alan del brazo tratando de estirarlo hasta alejarlo lo suficiente de la vista de esas chicas.

—¿Si?—preguntó sonriendo satisfactoriamente.

—¿Que es lo que pretendes?—cuestioné—son tan solo unas niñas de trece y quince años.

—¿Y?—preguntó restándole importancia mientras se encogía de hombros.

—cínico,—lo miré con desaprobación. No podía creer como Liliana no se daba cuenta de nada de lo que ocurría—no tienes dignidad—me giré.

—tú tampoco la tienes.—mevgiré para mirarlo—¿O no me digas que de los dos estúpidos alguno te interesa?—no respondí absolutamente nada y el sonrió—lo ves, solo estás jugando con ellos—pasó por mi lado y comenzó a caminar.

Dí media vuelta y me acerqué hasta la silla en la que me encontraba sentada anteriormente, bajé la mirada cerrando los ojos.

Hey Quitate Enana Where stories live. Discover now