55 Cumpleaños

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Sus palabras me sorprendieron, jamás hubiera imaginado que Callan me defendería, no pensé que por fin podría ponerle un alto a la zorra.

No entendía como es que ningún alumno salía, ¿Acaso no escuchaban? ¿Estaban sordos? ¿Era la única que escuchaba el tono tan fuerte en que Callan le hablaba a la zorra?

Ella dió unos pasos hacia adelante, dió media vuelta y miró a Callan—te vas a arrepentir—dicho esto dió media vuelta y comenzó a caminar.

***

La alarma comenzó a sonar, desperté, la apagué, me acomodé boca arriba y miré el techo. No quería levantarme, no tenía ganas de salir, nisiquiera quería despertar.

Me sentía mal, el día apenas había comenzado y ya quería que terminara, quería cerrar lo ojos y despertar hasta el siguiente día, quería estar en casa, sola, no quería ir al instituto, solo deseaba un poco de espacio.

El día finalmente había llegado...

El día de mi cumpleaños número diecisiete, diecisiete años de la muerte de mi madre.

Me quité la sabana dejándola a un lado, me giré acomodándome quedando sentada sobre la cama, me levanté descalza, sin ánimos de nada entré al baño, me observé en el espejo, mi cabello estaba totalmente desordenado, por debajo de mis ojos habían una notables ojeras, no había dormido muy bien justamente por estar pensando en que en tan solo unas horas llegaría ese día.

Abrí la llave del agua, cogí un chorro con mis manos y lo llevé hasta mi cara, levanté la vista llevándola nuevamente hasta el espejo, me separé un poco, cogí un trozo de papel y me limpié, tenía sueño, mucho sueño, hice mis necesidades y salí del baño.

Cogí el peine y lo volví a dejar en su lugar, no tenía ánimos de peinarme, acomodé la cama, cogí un cambio, me lo coloqué y bajé lentamente por las escaleras. Entré a la cocina en donde me encontré un pastel de chocolate encima de la mesa. Al lado había una nota y la cogí.

»Se que no te gustan las fiestas, pero no puedes estar así, por lo menos disfruta el pastel.

Atte: tu padre«

Doblé la nota y la dejé sobre la mesa, miré el pastel y me giré, me cepille los dientes, cogí la mochila y las llaves. Subí nuevamente a mi habitación, cogí el celular y los audífonos.

Bajé, salí de la casa, suspiré con pesadez y caminé a paso lento hacia el instituto.

Finalmente llegué con la mirada en el suelo, recorrí el pasillo hasta llegar al salón, no había nadie, absolutamente nadie, me senté en mi lugar, el timbre sonó y el maestro entró, ningún otro alumno entró hasta minutos después que llegaron todos juntos.

La clase comenzó, el maestro explicaba, yo tenía sueño, quería dormir, necesitaba descansar, cerré los ojos y los abrí al instante, el sueño me estaba invadiendo, nuevamente comencé a cerrar los ojos lentamente hasta dejarme caer encima del pupitre.

—Mckenzie, ¡Mckenzie! ¡Mckenzie despierte!—sus gritos hicieron que me despertara.

—¡No me grite, viejo desesperado!—me tapé la boca al instante analizando lo que acababa de decir.

***

Regresé de dirección con un reporte en mis manos, el maestro no estaba y todos se encontraban hablando entre ellos muy entretenidamente, ¡Estaban juntos! Y al verme se callaron y cada uno se fue hasta su lugar.

Esto es raro.
Tu eres rara.

Me senté en mi lugar, metí el reporte a la mochila y miré a Callan—¿Que les pasa a todos?

—¿De qué hablas?—se hizo el desentendido.

—están todos muy...—raros, extraños, algo traman—Sospechosos.

—estas imaginando.—dijo en tono de burla.

—no, enserio están muy sospechosos desde la mañana.

—tú estas despeinada desde la mañana y nadie te dice nada—abrí la boca indignada y sonrió.

Tiene una sonrisa tan... ¡Ay muérete Callan!

***

Las clases terminaron, caminé hacia el parque, me senté sobre una banca que se encontraba vacía,—hola—me giré encontrando al lado a un señor que sonreía mientras me miraba detenidamente, me levanté y comencé a caminar.

En ese momento no quería estar en ningún lado, me hubiese gustado estar en otra dimensión, en otro mundo, en otro planeta.

Mientras caminaba hacia cualquier dirección me encontré con Camile, al verme corrió hacia a mi y me abrazo—¡Feliz cumpleaños!—exclamó. Agradecí que nadie del instituto supiera de mi cumpleaños, así pude ahorrarme la felicitación —ya eres un año mas vieja—¡Pero que linda! Me separé rompiendo el abrazo y asentí con la cabeza.—¿Qué te pasa?

Camile ya lo sabía así que no tenía por que ocultarlo—se cumplen diecisiete años de la muerte de mi madre.

Camile asintió comprendiendo, comenzamos a caminar mientras nos manteniamos en silencio, realmente me hubiera gustado estar sola, pero no fue así, Camile era una buena compañía, ella me entendía así que no me sentía del todo mal.

Las horas habían pasado, pero de igual forma la noche no se acercaba, el día aún no terminaba, la tarde parecía eterna, la vida parecía un tormento sin fin.

—¿Sabés? A ella le gustaría verte feliz,—paré en seco y miré a Camile—estoy segura de que le encantaría estar contigo celebrando tu cumpleaños, no creo que le guste que estuvieras así.—se posicionó quedando frente a mi—a pesar de que ella ya no este tienes un papá, unos amigos, una vida que tienes que vivir, se que es absurdo que yo te diga esto pero solo quiero verte bien, eres mi amiga y estoy segura de que a tu madre donde sea que se encuentre no le gusta en lo más mínimo como desaprovechas este día y te haces sentir mal por algo que no podías controlar si sucedía o no. Aferrarse al pasado es la peor forma de vivir.

Camile tenía razón, no podía aferrarme al pasado, era difícil borrarlo, pero aún tenía a mi padre y debía intentar ser feliz, vivir... 

Mi madre ya no estaba conmigo pero tal vez ella si hubiera querido estarlo.

Es cierto, yo no podía controlar lo que había sucedido así que no era mi culpa.

Una pequeña sonrisa se formó en mis labios y abracé a Camile, era momento de cambiar, intentar superar el pasado.

—mi padre compró un pastel ¿Vamos?—Camile asintió y caminamos hacia la casa.

Abrí la puerta, escuché un poco de ruido y miré a Camile, ¿Qué estaba pasando?

Terminé de abrir la puerta, ningún otro ruido se escuchó, las luces estaban apagadas, me acerqué al interruptor, lo encendí y al instante mi padre, Regina, Liliana, Callan y otros compañeros de clases salieron.

—¡Sopresa!—exclamaron todos juntos al unísono.

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