29 Rubio oxigenado

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¿Por que de tantas personas en el mundo tuve que chocar justamente con el? ¡Diganme! ¿Por que?

Definitivamente el destino me odia.

Ambos nos miramos mal—¿De todas las personas que hay en este mundo justamente tendría que chocar contigo?—pregunté en tono de irritación.

—yo no tengo la culpa de que la niñita venga corriendo como tonta—dijo el rubio oxigenado.

—¿A quién llamas niñita?—pregunté alzando mi tomo de voz.

—¡A la estúpida que venia corriendo sin mirar a donde iba!—exclamó mirándome.

—¡No soy ninguna estúpida!—me defendí.

—¡Claro que lo eres!—afirmó—¡Deberías de fijarte por donde vas!—exclamó molesto.

—¡Y tu deberías de ser mas amable!—un poco de amabilidad no le vendría nada mal.

—¡Yo soy amable!—exclamó—pero con las personas tan estúpidas como tu no se puede serlo.

—¡Eres un Idiota!

—¡La idiota aquí eres tu!—podra ser el hermano de Miranda pero es un completo imbécil.

—¡Pudrete!—exclamamos al unísono.

Alrededor habían algunas personas presenciando la escena, lo empujé y comencé a caminar hacia mi casa, al llegar me encontré con Regina sentada sobre el sofá.

Si llegué a pensar que este día no podía ser peor, déjenme decirles que me equivoqué.

—¿Qué haces aquí?—pregunté mirándola esperando alguna respuesta.

—estoy viendo unos detalles para la boda con tu papá.—controlate, controlate—¿Quisieras ayudarme?

¿Y si le arranco todos los cabellos?

—¿Por qué sigues con esto?—pregunté con fastidio.

—¿De qué hablas?—preguntó sin entender a que me refería.

—tú no quieres a mi papá—sabía perfectamente que esa mujer solo estaba jugando con el.

—claro que lo quiero—se levantó del sofá para acercarse a mi.

—no es verdad—hablé convencida.

—lo he esperado durante siete años y ahora no voy a perderlo—aclaró.

Mi padre entró a la sala con un plato con fresas, una botella de champagne y dos copas.

—¿Pasa algo?—preguntó mirándonos a ambas.

Llevé mi vista hasta Regina esperando a que ella se decidiera a hablar—no—respondió. Maldita bruja

Suspiré—estaré en mi habitación—comencé a subir los escalones—¡Y que nadie me interrumpa!

Me encerré en mi habitación y luego de un rato decidí bajar, Regina se había marchado y mi padre tampoco estaba, entré a la cocina encontrándome con mi tía quien cocinaba lo que parecía ser pollo al horno, me senté sobre una de las sillas que habían alrededor de la mesa e inevitablemente vino a mi cabeza el recuerdo de lo que había sucedido en el parque semanas antes.

Estoy segura de que aquella mujer a la que ví era Carlota. De no ser ella, ¿Por qué se alejó en cuanto me acerqué? ¿Acaso me estaba siguiendo?

Todo era tan extraño, Georgina había vuelto a nuestras vidas como si nada hubiera pasado tiempo atrás y tiempo después me encontraba con Carlota mirándome fijamente en el parque.

—tía...

—¿Si?—me pasó un vaso con jugo el cual comencé a beber.

No sabía que decir así que solo me mantuve en silencio por un par de minutos, luego de terminar el jugo negué con la cabeza y volví a subir a mi habitación, una vez adentro comencé a sentirme un poco débil, caminé tambaleándome hasta llegar a mi cama.

***

La alarma comenzó a sonar, hice la misma rutina de evada mañana, cogí la mochila, el celular, las llaves, los audífonos y comencé a caminar hacia el instituto.

No recordaba lo que había sucedido la noche anterior, solo recordaba que me fue difícil llegar hasta mi cama y después de eso todo se torno oscuro.

Cuando iba caminando recordé que era sábado y comencé a maldecir en voz baja. Regresé a casa y dejé la mochila sobre el sofá, caminé hacia el parque, una vez allí tomé asiento sobre una banca y observé mis muñecas.

Siempre he pensado que si pudiera hacer algo para cambiar el pesado, lo haría.

—hey, ¿Estás bien?—salí de mis pensamientos y observé a Layla sentada junto a mi. No me di cuenta de en qué momento había llegado.

—no Layla, no estoy bien—mis ojos se aguaron ante algunos recuerdos y antes de que las lágrimas cayeran me levanté, comencé a caminar rápidamente y después a correr.

¿Eso es lo que siempre harás? Correr. Te la vives huyendo de todo.

¿Qué es lo que pretendes que haga?
Enfrenta los problemas y deja de ser una cobarde.

Dejé de correr hasta topar con un poste—hijo de fruta—Miré el poste y me di un zape en la cara.

Suspiré profundamente, me senté en el frío y cómodo suelo.

Mi mente tenía razón, no podía seguir huyendo por siempre. Llevaba toda mi vida haciéndolo y eso no me había ayudado en lo absoluto.

Hey Quitate Enana Where stories live. Discover now