—¿Qué? Debes estar tomándome el pelo... —a Shelby le fue difícil respirar por un momento y Egon tuvo que darse la vuelta para abrazarla.

—No le creas. No creas ni una palabra de lo que dice—siseó entre dientes—está mintiendo.

—No. No estoy mintiendo, es la verdad—canturreó Norman. Y Egon se puso a la defensiva.

—Mira, deja a Shelby fuera de esto. Deja que se vaya de aquí.

—¿Por qué lo haría? —contraatacó, alzando sus cejas rubias casi hasta el inicio de su cabello.

—Porque es a mí a quién odias.

—Odio a todo el mundo, no te creas importante.

—Entonces haz la excepción. Ella no forma parte de tu mundo.

—¿Del tuyo sí forma parte? —se burló.

Ella es mi mundo ahora.

—No seas ridículo, Peitz—se burló el rubio—antes éramos los peores criminales del mundo y no puedo creer que por un par de tetas y buen sexo, te hayas doblegado. Naciste para matar, no para amar. El maldito amor no existe y si existiera, ¿crees que tú ibas a ser la persona perfecta para sentirlo? No seas idiota.

—Quizás el pasado no cambia, pero las personas sí. Y yo decidí cambiar.

—Dejémonos de sermones—resopló su primo y se quitó la M16 del hombro y la acomodó, listo para disparar. Shelby agarró la mano de Egon y él se la apretó. Si iban a morir, iban a morir juntos. De pronto, la puerta de la habitación se abrió brevemente y la cabeza de Gabbe se asomó y entornó los ojos al ver la espalda de Norman. Egon le hizo una mueca para que el rubio no se diera cuenta de su presencia y Gabbe asintió. El chico pecoso volvió a cerrar la puerta y luego de un segundo, la abrió de una patada y Norman cayó de bruces al suelo, soltando la M16 y Egon se apresuró a recogerla. Shelby abrió ahogó un grito, aterrorizada.

—¡Maldito infeliz! —vociferó Norman, tratando de incorporarse. Pero Gabbe se limitó a darle una patada en las costillas, derribándolo otra vez al suelo.

—¿Están bien? —preguntó Gabriel, hiperventilando. Egon asintió sin dejar de apuntarle a Norman con su propia arma.

—Llévate a Shelby de aquí—le ordenó a Gabbe.

—No quiero irme—se negó ella.

—Ahora—espetó Egon; claramente furioso. Y Gabbe agarró de la mano a Shelby y la arrastró fuera de la habitación.

—¡No quiero dejarlo ahí! —chilló ella.

—Él está bien. Está armado—la tranquilizó—además, volveré a ayudarlo. Tú quedarás allá abajo, ¿okey? Subiré con Austin y Trenton.

Y Shelby no se dio cuenta que había comenzado a llorar y a temblar como una niña. Gabbe se mordió los labios y se debatió en abrazarla o decirle que no llorara. Al final de cuentas hizo lo segundo. Típico de él.

—Preciosa, Egon no morirá. Nadie lo hará, a excepción del rubio, así que quiero que te tranquilices o tus bebés se van a poner mal.

—No puedo creer que Norman estuviera aquí.

—Ni yo. Pero tienes que ser valiente y obedecer las indicaciones, ¿vale? —ella asintió—ahora voy a cargarte hasta la sala.

—Puedo caminar.

—Sí, pero no tan rápido como antes—bromeó. Shelby sonrió levemente ante aquel comentario y le echó los brazos encima cuando él se inclinó a cargarla. Gabbe hizo demasiado esfuerzo en levantarla, pero lo disimuló con una gran sonrisa—sostén la pistola por mí, ¿sí? —con dificultad se sacó el arma del pantalón y se la dio. Descendieron por la escalera paso a paso hasta que llegaron al sofá. La depositó con cuidado y se limpió el sudor de la frente. Ella le devolvió el arma—Norman está aquí—informó Gabbe a todos, con la mandíbula tensa. La anciana abrió los ojos de repente tras haberse dormido y Caroline, Kevin y Thomas se horrorizaron. Pero Trenton y Austin mantuvieron la cordura porque sabían que tarde o temprano sucedería—necesito que Trenton y Austin vengan conmigo. Egon y yo logramos derribarlo, pero necesitamos más ayuda para detenerlo.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora