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Atravesó el largo pasillo que conectaba con el área de visitas conyugales y se detuvo en seco cuando escuchó de nuevo aquella voz a través de las bocinas que decía su nombre y alertaba a todos los guardias y policías de su huida:

"¡Código rojo! Se ha escapado un reo de alta seguridad. ¡Egon Peitz ha escapado y se dirige a la salida! ".

Egon apretó los labios y los puños. Se apresuró a correr lo más rápido que sus piernas ejercitadas le permitieron y llegó hasta los ventanales que colindaban con las canchas de tenis y fútbol. Y sólo tenía una oportunidad para escapar. Pero, el sonido chirriante de la alarma de seguridad lo aturdió por unos segundos, y no se detuvo— ¡Egon Peitz, alto ahí! —le gritó una voz profunda en algún punto del lugar. Paró en seco y escrutó todo a su alrededor en busca del dueño de esa voz. No había nadie más ahí. Y supo enseguida que se trataba de alguien utilizando un megáfono a larga distancia.

—Los mataré a todos si no me dejan salir de aquí—amenazó con severidad. Tenía los nervios a flor de piel y cuando se encontraba en ese estado, ya no tenía el control de sus movimientos.

—No estás armado. Ahora arroja las llaves al suelo y coloca tus manos donde pueda verlas.

Con los ojos en llamas, miró hacia atrás, en dirección a una ventana abierta y luego postró la vista en el suelo. Lanzó el manojo de llaves y en un ágil movimiento, se tumbó al suelo y rodó hasta llegar a la ventana. Se arrastró por debajo de ella y logró salir gateando por el césped. Y pensando que por fin había logrado su objetivo, un sinfín de puntos rojos se alojaron en su cuerpo hasta centrarse en medio de sus ojos. Eran láseres de francotiradores que se hallaban escondidos de su vista. Si quería vivir para seguir trabajando de asesino, tenía que esperar un tiempo más para escapar de prisión. Pero de algo estaba seguro: No iba a dejar a ningún parásito vivo en ese lugar. Se inclinó hacia adelante y alzó las palmas de sus manos en alto como muestra de sumisión. Segundos después, alguien lo sujetó del cuello de la playera y lo jaló hacia atrás. El aire de sus pulmones se cortó a causa de la asfixia que le provocó el mal tirón que un guardia le propinó. Tosió con fuerza y necesitó sostenerse con la pared para poder recuperar el aliento y cuando pensó que solo había sido esa tortura, sintió el impacto de la culata de un arma proyectarse en su sien y luego en su mandíbula. A pesar de que su vista se había nublado, sonrió. Masacrarlo de esa manera era señal de que ellos estaban tan asustados de él; que tenían que someterlo a golpes para poder contra un criminal experimentado.

«Nueva York, Estados Unidos»

Al día siguiente, Shelby se encontraba con los ojos inflamados de cansancio por no haber conciliado el sueño tranquilamente como ella solía hacerlo cada noche. Tenía la garganta seca y rasposa. Hizo lo que todas las mañanas hacía y se preparó para la escuela. Ese día iba a entregar su estupendo trabajo que tanto anhelaba leer frente a toda la clase. Pero estaba segura que el profesor no iba a estar de acuerdo en que leyeran sus trabajos al frente porque según él, las investigaciones eran suyas y nadie más tenía el derecho de leerlas, por lo que prefirió olvidar el asunto y desayunar lo más rápido posible con Caroline, su hermanastra. El padre de Caroline había contraído nupcias con su madre cinco años atrás cuando su padre biológico decidió irse de la casa y meses después un nuevo hombre y su hija ocuparon su lugar sin preguntar. Pero al menos Caroline era bastante simpática como para detestarla. Aunque bien, Charlie, el padre de ella, era un sujeto de malhumorado.

—Cash, preparé ensalada de atún—le informó Caroline, sirviéndole una porción en un plato.

—Gracias, pero no tengo apetito—arrugó la nariz y se acercó a la nevera de donde extrajo un jugo de naranja empaquetado con un popote—ya debo irme. Es tarde.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora