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—La que da las ordenes aquí soy yo—se atrevió Shelby a desafiarlo sin tener la menor intención de bajar el bate. Deseaba con toda el alma acabarle aquel duro trozo de madera en su cabeza sin piedad. Miró por encima del hombro a Caroline que retrocedía mecánicamente a la sala en busca del teléfono, pero el ladrón fue más rápido y la interceptó justo al tiempo que llegaba al sofá, ella gritó aterrada y después se calló abruptamente. Shelby corrió tras él y vio como el sujeto tenía sometida a su hermanastra en el suelo, forcejando, con las mejillas húmedas del llanto silencioso.

—A ver, cariño—dijo el bastardo, con voz dulce, dejando libre a Caroline, quién arrastrándose llegó hasta Shelby y la abrazó fuertemente. Era demasiado cierto que su inglés tenía un acento espantoso, apenas y lograba pronunciar bien las palabras—las órdenes las doy yo, ahora sé buena chica y tira el maldito bate al suelo.

—Y si no, ¿qué? —ella lo desafió, alzó la barbilla y empuñó fuertemente el bate, lista para golpearlo—estás sin mi consentimiento dentro de mi casa, ahora obedéceme y lárgate de aquí o llamaré a la policía.

Y si no, ¿qué? —repitió sus mismas palabras con una media sonrisa que sobresalía del pasamontaña. Ella se echó a temblar por el pánico, pero se mostró valiente sin flaquear frente a él. Debía ser fuerte porque su vida y la de su hermanastra dependían de ello. Su fuerza. De pronto, la rabia, la ira y el coraje contenido de años en el pasado, surgió dentro de su cuerpo y se extendió por sus venas, haciéndola sonreír llena de locura. Cuando él vio su sonrisa psicópata, parpadeó aturdido y titubeó por un instante.

—Espero hayan servido las únicas cinco clases de béisbol cuando era pequeña—canturreó ella al tiempo que posicionaba correctamente sus manos en el bate y corría hacia él, y sin dejar de sonreír, le propició un golpe en la cabeza con todas sus fuerzas. El ladrón se intentó cubrir con las manos, pero eso fue en balde, ya que ella no dejaba de golpearlo con todas sus fuerzas sin darle tiempo de defenderse. Mientras tanto, Caroline chillaba y daba saltos en su propio sitio sin saber qué hacer, hasta que corrió al teléfono y llamó a Evan en vez de la policía.

—¡Ayuda, Evan! —lloriqueó cuando él contestó— ¡Han entrado a robar y Shelby está peleando con el maldito bastardo!

Por su parte, Shelby no escuchaba a nadie. Sus ojos estaban fijos, sin brillo y puestos solamente en el ladrón que había comenzado a aullar de dolor y de sus manos, labios y cabeza yacían torrenciales de sangre escurriendo hacia la alfombra.

—¡Alto! —gimió él— ¡Nadie, mucho menos una mujer, me ha golpeado de esta manera! —y en un rápido movimiento se las ingenió para girar en el suelo y darle una patada a la chica en el estómago, haciendo que ella perdiera el equilibrio y cayera de espaldas, lanzando el bate lejos de su alcance. Él se apresuró a írsele encima y rodear el frágil cuello de Shelby con sus manos.

—¡A mí hermana no, hijo de perra! —gritó Caroline y le quebró un jarrón de barro en la cabeza. Pero el atacante solamente se sacudió el polvo y siguió apretándole la tráquea a Shelby, quién le arañaba las manos tratando de respirar— ¡No soy asesina, pero vas a morir! —dicho eso, Caroline echó a correr a la cocina y regresó con un cuchillo carnicero en la mano. Se ubicó detrás de él y le colocó el filo de este en la garganta. —¡Suéltala y no te cortaré la yugular! —le advirtió, temblando. Soltó lentamente a Shelby y ella comenzó a respirar bocanadas ardientes de aire mientras que su hermanastra amenazaba al tipo. En un acto reflejo, la chica le regaló una perfecta patada en la entrepierna y se deslizó fuera de su alcance. Y al ver que se doblaba de dolor, le quitó el cuchillo a Caroline —¿estás bien? —quiso saber su hermanastra con los ojos entornados.

—Sí—carraspeó Shelby y se frotó la garganta con irritación. Sentía que sus pulmones colapsarían en cualquier segundo—ahora debo matarlo o él nos matará.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora