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Paralizado, Egon miró de soslayo a Shelby, quién le miraba con una expresión horrorizada, tratando de evitar que matara a su cuñado, que se había pasado de listo con él. Egon apretó los puños y se relajó por un instante. Shelby ya había tenido demasiado por ese día y lo que menos quería era volver a lastimarla. Sacudió la cabeza de un lado a otro y se inclinó a recoger su dignidad junto con el libro. Se volvió para verla y esbozó una sonrisa tranquilizadora.

—Te veré luego, Shelby.

Y despidiéndose de ella con la mano, les echó una mirada furtiva a los novios y abandonó la habitación con elegancia que solo él portaba. Los pulmones de Shelby dejaron escapar el aire retenido y fulminó a Evan como jamás lo había hecho con nadie, ni si quiera con Egon.

— ¿Cuál es tu maldito problema, Evan?

Caroline, que tenía afianzada sus manos en el brazo de su chico, entornó los ojos y frunció el ceño cuando él se acercó a su hermanastra.

—Mi maldito problema es que ese sujeto no me da confianza y no me agrada la cercanía que tiene contigo—respondió Evan, haciendo una mueca.

— ¿Y a ti qué te importa mi vida?

—Eres la hermana menor de mi novia y eso te hace parte de mi familia—replicó—y como tal, tengo que cuidarte.

—Caroline, por favor, saca a Evan de aquí—dijo Shelby en un suspiro ahogado.

—Shelby... —comenzó a decirle la chica, pero la recién mencionada se dio la vuelta sobre la cama, indicándole que no quería hablar más.

—Pequeña, yo solo estaba cuidándote—titubeó Evan con decepción—tienes razón, yo no soy nadie para decirte que hacer o decir.

Shelby gruñó, en espera de su ausencia. Escuchó el murmullo entre Evan y Caroline durante un breve momento hasta que la puerta se abrió y se cerró. Al poco rato volvió a abrirse y el suspiro fatigado de su hermanastra le hirvió la sangre.

—Queda prohibido que Evan venga a verme—le siseó.

—Descuida. No lo hará más—espetó Caroline en respuesta. Su voz era filosa e irritante. Shelby cerró los ojos y suspiró con aire despistado. Nunca tendría una vida normal si seguía rodeada de personas más locas que ella. Evan era un buen chico, pero no tenía ningún derecho a ordenarle nada, ni mucho menos tratar como mierda a Egon—aunque se lo merecía—pero solo ella podía retarlo. Nadie más. Además, Evan iba a morir si llegaba a enfrentarse a Egon. De eso no cabía duda.

«Norman White»

La prisión a la que lo habían metido era para atacarse de risa. Los barrotes estaban tan oxidados que incluso acariciándolos podría partirlos en dos. Había actuado como un chico inútil y débil para que no optaran por recluirlo a alguna parte menos fácil de escapar. Deseaba escapar e ir directamente a Shelby Cash y al estúpido de Egon Peitz. ¿Cómo pudo haber sido tan idiota de no darse cuenta antes? Ellos eran amigos o al menos ella confiaba en Egon y viceversa. Algo que jamás pensó que pasaría, teniendo en cuenta que conocía a Egon a la perfección. Quizás también planeaba llevársela a Marlon. Y como esa noche se sentía exhausto; decidió posponer su huida hasta la noche siguiente. Ya que, para escapar, necesitaba tener fuerzas y tener un plan. Había sido tan fácil ponerle un rastreador a Shelby en el collar y engatusar al idiota de Trenton para que le pusiera otro en la piel si en caso se lo quitaba; pero como era de esperarse: Egon logró descubrirlo. Pero gracias al collar; supo su residencia. Atacó como un animal silencioso, empero no contaba con que Egon tuviese a dos personas más con él y que alguien llamaría a la policía. Sus planes se fueron a la mierda dos veces en un día. Lo único que tenía que hacer era llamar a Lola y decirle lo que él era. Amenazarla junto a su novio para que lo ayudasen a atrapar a Egon y a Shelby, con la condición de no matarlos. Ya tenía a la madre de Lola comiendo de la palma de su mano gracias al buen sexo que le había brindado las noches anteriores y la señora ansiaba más de él, así que no dudaba con que lo ayudaría también. Esbozó una sonrisa y se relajó en la angosta cama de su celda, imaginando las gloriosas maneras de matar a Egon. Era su oportunidad. Desde que supo de su existencia, deseó poder probar de que estaba hecho. Pero la rivalidad entre ellos aumentó y no solo deseó pelear con él, sino matarlo. Ahora ya contaba con el permiso de Marlon de matarlo. Aunque bien, también Egon tenía su permiso para llevarle su propia cabeza a Marlon, lo cual nunca iba a suceder. Y era tanta su locura, que se echó a reír como un demente, haciendo que los demás reos lo abuchearan presas del sueño. Alzó sus rubias cejas hasta casi el nacimiento de cabello y resopló. ¿Qué tenía de especial Shelby Cash para que Egon Peitz la protegiera tanto? La imagen de él abrazándola en el estacionamiento del hospital no dejaba de darle vueltas en su cabeza. ¿La estaba protegiendo para que Marlon la recibiera sana y salva? Cuanto más lo pensaba, menos lógico le parecía. Es como si de la nada un instinto protector saltara hacia Lola. Arrugó la nariz de solo pensarlo. Lola, sexy y malditamente tonta, ¿Él podría algún día estar protegiéndola, así como Egon hizo con esa fémina? Quizás era buena idea protegerla, pero de su propia estupidez. No se imaginaba cuidándola como Egon cuidó a Shelby. De solo pensarlo sintió náuseas. Quizás pasaba que Egon se había vuelto demente o que tenía un fabuloso plan. La segunda opción sonaba más razonable.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora