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—No estoy segura de querer hacerlo en este momento—Shelby jadeó, tratando inútilmente de deslizarse bajo su cuerpo. Estaba muy nerviosa y casi en shock.

—No importa, Puppy—murmuró él y rodó sobre su espalda, liberándola. Pero sus ojos oscuros seguían sobre ella—el día tiene veinticuatro horas. Almorzaremos, nos ducharemos y después veremos qué pasa.

Ella se ruborizó, pero no dejó que sus palabras le afectasen. De igual manera, ya sabía que algún día tenía que pasar; y que mejor con el chico que le gustaba.

—¿Dónde estamos? —preguntó, para cambiar de tema.

—En un hotel, fuera de Boston—respondió y dejó escapar un bostezo. Cerró de nuevo los ojos y suspiró—aquí estaremos a salvo.

—¿Ya te sientes mejor después de que Norman casi te mata? —aguijoneó, con cierta amargura en su voz. Él asintió y abrió un solo ojo.

—Solo necesito descansar un rato más—dijo él, siendo arrastrado a la deriva del sueño—pero eso no significa que se ha cancelado la esclavitud. No, señorita. En unas horas comenzamos.

Dicho eso, se quedó profundamente dormido y Shelby rio. Aprovechó al verlo dormido y buscó su pequeña maleta en la habitación. Cuando la encontró, sacó unos Jeans, ropa interior y una playera. Se iba a duchar para estar limpia y afrontar lo que le esperaba a manos de Egon. Le ruborizada admitirlo, pero le encantaba la idea de ser esclava de él durante un día. El agua de aquella ducha era tibia y el shampoo y el jabón demasiados perfumados. Suspiró mientras se duchaba y recordaba los sucesos de la noche anterior, los cuales fueron escalofriantes... Aubrey había muerto de un disparo en la cabeza. Norman era un bastardo. Austin iba a estar muy destrozado. Norman era un bastardo. Thomas había corrido con mucha suerte al salir de ahí. Norman era un bastardo. LOLA. De solo pensar en ella sentía ganas de estrangularla. Se había largado como una idiota. La había abandonado. Norman era un bastardo. Trenton. Oh, Trenton. Sollozó débilmente y el agua de la regadera camufló sus lágrimas al acordarse de él. Después de todo, resultó ser un verdadero amigo que intentó ayudarla, pero terminó con un disparo en la espalda por culpa suya. ¡Quería morirse! Nadie más podía morir a manos de un cretino como White. Se mordió el labio inferior con demasiada fuerza, siendo cuidadosa de no lastimarse demasiado. Al menos ese dolor era menos del que sentía dentro del pecho. Se secó con una toalla de ahí y se visitó. Se echó un vistazo al espejo y se asustó al ver su rostro debajo del amasijo de cabello castaño húmedo. Sus ojos mieles estaban llorosos y su labio un poco lastimado. Regresó a la habitación donde Egon aun dormía y sacó un cepillo para peinarse el cabello. Comenzó a desenredar algunos mechones mientras lo miraba dormir. Su rostro relajado resultaba ser dulce y tierno. Continuó peinándose y cuando terminó, se sentó justamente a un costado de él y comenzó a acariciarle el cabello. Le escrutó cada una de sus facciones y cada línea de su perfecto rostro. Le pasó un dedo sobre las cejas, las cuales se juntaron ligeramente y después descendió hasta su nariz y luego a sus labios. Procuró no tocar el inferior y besarle la mitad de la boca, y una parte de la nariz. Él seguía tan dormido que prosiguió su exploración. Egon tenía un maravilloso cuerpo que la hacía pensar en cosas lascivas. Miró a su rostro, que seguía relajado, y luego miró hacia su estómago y un poco más abajo. El oscuro vello que sobresalía de sus pantalones le hizo contener el aliento, porque se perdía mucho más abajo de su vista y se mordió el labio, haciéndose daño una vez más, pero esta vez involuntariamente. Quería acariciarlo, tocarlo y saber que se sentía tener bajo su tacto la piel de aquella zona. Le echó otro vistazo a su rostro y volvió a centrar su atención en su ombligo hasta recorrer un poco más abajo con los ojos. El botón de sus Jeans estaba desbrochado y su bóxer negro salía a la vista, obstruyendo el camino de vello oscuro que tanto quería ver. Reprimió las ganas de bajarle un poco el bóxer y ver lo que se escondía ahí. Y miles de pensamientos promiscuos la acecharon. ¿Y si lo ataba mientras dormía y después lo desnudaba? De pronto, su estómago gruñó y un extraño gorjeo la hizo apartarse enseguida de él. Estaba hambrienta y había ignorado ese detalle por estar mirándole el cuerpo a un chico inconsciente y se ruborizó. Se cruzó de brazos y caminó en círculos unos segundos antes de decidirse y salir a buscar comida. Miró a Egon y suspiró aliviada de verlo tranquilo por más tiempo de lo que algún día esperaba verlo. Solamente dormido era él. El verdadero chico que llevaba oculto dentro de sí y que se negaba a dejarlo fluir libre. Tenía suerte de haber llevado dinero guardado en su mochila, se la colocó en los hombros y salió de la habitación, dejándolo dormir. En el hotel había un restaurant, pero el dinero que portaba no le bastaba, así que buscó un sitio donde comprar alimentos chatarras y nocivos para la salud. Compró en una tienda de 24 horas galletas Oreo, frituras y jugos. Se sentó afuera del local a devorarse una galleta, contemplando la carretera y el hotel muy elegante para su parecer. Podía ver su habitación desde ese ángulo y se estremeció. Detrás de esa puerta, habitaba un chico sexy y malditamente sexual, que la esperaba. Guardó la bolsa con las frituras dentro de la mochila y comiéndose otra galleta, cruzó la calle y se dirigió de vuelta a la habitación. Cuando llegó a la puerta, antes de si quiera agarrar el pomo, se abrió de repente y se encontró con un Egon Peitz sobresaltado. Sus ojos estaban rojos y su cabello revuelto. Y al verla, el pánico en su mirada se transformó en alivio. Sin dudarlo, la abrazó con fuerza, haciendo que Shelby inhalara su aroma a perfume revuelto con sudor. Olía exquisito, tenía que admitirlo.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora