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Ella temía que de la nada él la empujara fuera de sus labios y la golpeara más fuerte que la vez anterior, pero en vez de eso, sintió claramente como sus deliciosos labios demandaban los suyos con ansiedad. Incluso, para no entrar mucho en detalles, percibió que su lengua intentaba a toda costa tocar la suya y entrar a su boca. Apretó los párpados con inseguridad. No sabía si dejar que se intensificara el beso o parar. Sin embargo, cuando Egon comenzó a acariciarle la cintura con los dedos, perdió la cabeza y lo besó con un frenesí excesivo, con el que tanto había soñado besarlo.

— ¿Cómo es que les gusta a todos besarse entre sí? —Egon terminó con el magnífico momento y se alejó velozmente de ella con el pretexto de recoger las pistolas que yacían en el suelo.

—Quizás es porque se siente bien hacerlo—respondió ella, en shock. Todavía podía sentir sus labios en los suyos. Le hormigueaba la boca como bendita.

—He besado a tantas mujeres, pero no sentí nada placentero—reconoció él, riéndose.

— ¿Y qué hay de mí? —se atrevió a preguntar, aunque ya sabía la respuesta.

—¿Qué puedo decir...? —se sacudió el polvo de las manos sin mirarla—besas normal. Fue divertido besarte y, además; te lo merecías por ser tan lista.

Cuya respuesta de su parte no fue para menos. Pero se sintió conforme porque pensaba que le diría algún tipo de ofensa. Cohibida y sonrojada, se sentó en la hiedra y observó sus movimientos. Egon se preparó para su turno de disparar, pero mientras lo hacía, le echó un vistazo de soslayo y sacudió la cabeza.

El sol había llegado a su mejor punto, anunciando el medio día y ambos estaban completamente hambrientos y sudorosos. Shelby había repetidos los disparos sin tener la misma suerte al principio. Y Egon siguió ayudándola, aunque ya sin besarla. Shelby se asombró a cada disparo que él ejerció, ya que en ningún momento titubeó ni falló. Su puntería era increíble. Y se preguntó a cuántas personas había matado a lo largo de su vida como criminal. No obstante, de solo pensar en una cifra, le dio escalofrío.

— ¿Tienes hambre?

—Sí, mucha—admitió Shelby, muerta de hambre y sed.

—Vamos por comida a la ciudad. Por hoy fue suficiente, lo has hecho muy bien—le sonrió y se puso la camisa con rapidez. Y cogiendo la caja negra, comenzaron la breve caminata hasta el Cadillac. Y estando dentro del auto, Shelby se hundió en el asiento y encendió el aire acondicionado sin preguntarle. Egon se lo agradeció asintiendo, y siendo así, emprendieron el trayecto a la ciudad. Se obligó a mirar por la ventana para tratar de reprimir los impulsos de volverse a él y besarlo una vez más. Sabía que, si lo intentaba, al otro día su familia estaría reconociendo su cadáver en alguna parte y se estremeció. Más le valía comportarse y dejar que él llevara las riendas de la situación.

—Mañana después de la escuela comenzaremos tu clase de literatura—dijo ella con la vista puesta al frente.

— ¿Por qué no comenzamos hoy mismo? —replicó él, alzando las cejas repetidas veces para que ella lo mirara y Shelby lo miró de reojo y rompió a reír.

—Tal vez no te guste porque leer un libro lleva paciencia.

—Aprendo rápido, Puppy.

—Entonces tenemos algo en común.

—Tenemos muchas cosas en común—reiteró—la muerte, por ejemplo.

—Escucha—sentenció ella, aclarando la situación— ¿Qué te parece si ponemos las clases de disparos los martes y jueves después de la escuela, y las clases de literatura los lunes, miércoles y viernes a la misma hora?

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora