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«Egon Peitz» [EN EL PRESENTE]

Se despidió de Shelby después de ir a dejarla a su casa y también de haberla acompañado a traer su escarabajo al estacionamiento de la escuela. Se sentía realmente bien estando de vuelta en Nueva York y más realizado se sentía al haber tenido un fantástico día con ella, e ignorando por completo el incidente con el padre de aquel niño, todo había estado de maravilla. Era la primera vez que perdía los estribos frente a muchas personas y se prometió no volver a descontrolarse. Y para olvidarse de ese mal momento, emprendió el viaje rumbo a la casa de Martha Beck. Ya que de seguro ahí se encontraban los gemelos porque en el departamento no estaban, ya lo tenía claro. Condujo con la radio encendida por primera vez en meses y se relajó en el asiento para seguir pensando con claridad sobre el paradero de Norman. Había muchas posibilidades de que el atacante de Shelby de semanas atrás en su casa fuese Norman y lo averiguaría. Ya no iba a dejar que la policía idiota se encargara de él. Norman White tenía que morir y ser pulverizado con sus propias manos. Sonrió ante la idea. Le incomodaba saber que el rubio se la hubiera pasado esos días en completa calma sin hacer el menor daño y pensó que quizás se debía a que se encontraba en Austria, pero declinó esa idea de inmediato ya que, si eso fuera posible, Marlon hubiera enviado a todos sus hombres por su cabeza y eso no estaba pasando, pero era más preocupante que no estuviera pasando nada. Cuando había calma, era señal de problemas. Llegó al barrio pobre de la ciudad y los inquilinos de las calles le hicieron un gesto afirmativo en la cabeza, dándole a entender que no había ningún problema, a lo que él les correspondió el gesto. Se estacionó detrás del Tsuru de Martha y bajó con ligereza del auto. Subió al porche y llamó a la puerta con calma. Nadie abrió. Llamó a la puerta repetidas veces hasta que por fin se abrió y la cara rebosante de alegría de Aubrey apareció en la puerta.

— ¡Señor Peitz! —canturreó, dando saltos—pase.

—Hola, Aubrey—le revolvió el cabello con diversión y entró al interior viendo a todos lados— ¿Y Martha?

Se quitó la chaqueta y la colocó en el perchero con mucha confianza. Aubrey lo condujo a la sala donde Austin se encontraba comiendo palomitas y mirando la vieja tv. Y en cuanto vio a Egon; tiró el plato de palomitas y se levantó de un salto como un resorte.

—Ahorita no están trabajando para mí—lo tranquilizó—relájense.

Austin dejó escapar el aire de sus pulmones y se acercó a saludarlo con timidez.

—Hola; Egon. Ya era hora de volver, ¿no?

Egon asintió, sonriendo levemente y se volvió a Aubrey.

— ¿Y bien? ¿Dónde está Martha? —repitió con seriedad.

—Está en su habitación—contestó Austin con amargura—hace dos semanas vinieron unos sujetos muy repugnantes a visitarla mientras nosotros no estábamos...

Egon apretó la mandíbula.

— ¿Y qué pasó? —exclamó el recién llegado con rabia — ¿Qué le pasó a Martha? ¿Le hicieron algo esos sujetos?

—Realmente no—replicó Aubrey, mirando al suelo—solo que la amenazaron y le exigieron que les brindara armas y efectivo, obviamente sin nada a cambio.

— ¿Quiénes eran esos sujetos? —siseó Egon, incapaz de contener la ira que iba aumentando en su interior.

—Eran dos—interpuso Austin—Martha los describió corpulentos, uno de ellos era más grande y robusto, eh, y no tenía un ojo.

— ¿Ella los conocía?

—Al parecer no. Y no sabe cómo fue que supieron de ella—dijo Aubrey.

— ¿Y ustedes donde carajo estaban? —los fulminó con la mirada.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora