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Viajar casi diecisiete horas en una camioneta con un chico tierno, pero sumamente desconocido con más vehículos escoltándolos, era lo peor que podría haber deseado alguna vez. Le dolía la espalda, caderas y las piernas, sin decir que también el trasero más que nada y el cuello. Llevaban alrededor de doce horas viajando sin detenerse, solamente a las gasolineras a ir al baño, llenar combustible y a comprar chucherías para el resto del camino. Y Shelby se sentía cada vez más impaciente. Thomas iba a sus anchas en el asiento trasero: a veces durmiendo o mirando por la ventana. Y mayormente charlando animadamente con Gabbe, como si fueran viejos amigos. Fue extraño. Gabbe y Thomas se habían cambiado de ropa en una gasolinera y ambos lucían atuendos similares, ya que Gabbe le ofreció su ropa y casualmente Thomas se lo aceptó sin poner peros. Shelby pensó que quizás Gabbe era también gay y se alegró que por fin Thomas había encontrado al indicado, pero volvía a ponerse en duda cuando Gabriel McCall la miraba. Sus ojos azules le sonreían con tanta dulzura que le provocaba escalofrío. ¿Por qué ese chico no dejaba de verla de esa manera, sabiendo que ella amaba a otro? Se vio obligada a pensar en Egon. ¡Egon, sí! Él si valía la pena tenerlo en la cabeza todo el tiempo. Se preguntó si él se encontraba bien y que si tal vez dentro de poco se verían...

—¿Quieren estirar las piernas? —preguntó Gabbe y Shelby parpadeó, saliendo abruptamente de sus pensamientos.

—Sí. Por favor—suplicó Thomas en la parte de atrás.

—¿Y tú, Shelby? —la miró Gabbe. Y ella asintió. Miró al chico sacar el brazo por la ventana y hacer señas a las demás camionetas. Ya era de madrugada, faltaba tres horas para el amanecer y había una gasolinera a solo unos metros de distancia. Shelby no tenía ni una pizca de sueño. ¿Cómo iba a poder dormir mientras tenía a un chico extraño junto a ella? Thomas fue el primero en bajar y ella solamente abrió la puerta y dejó que el aire de la madrugada le refrescara la cara. Escuchó a las demás camionetas detenerse atrás, pero decidió ignorarlos— ¿no piensas bajar a estirarte? —de pronto, Gabbe apareció en su puerta, recargando un brazo en el techo de la camioneta y el otro en el asiento de Shelby, muy cerca de su cabeza. Revolviéndose incómoda, se alejó un poco de él, ya que se había inclinado hacia adelante para verla con mucha atención. Él notó su incomodidad y se apartó rápidamente hacia atrás mostrando su maldita sonrisa tierna.

—Estoy bien así. Me duele un poco la cabeza—se excusó.

—¿Quieres un analgésico?

—No...

Gabbe se palpó los bolsillos y sacó una tableta con pastillas y se inclinó a buscar una botella de agua de la guantera.

—Tómatela. Te hará sentir mejor.

—No es necesario...

—Este tipo de viajes altera a cualquiera, en serio, debes tomarla—insistió, depositándole una pastilla en la palma de su mano. Y al ver que ella miraba aquel diminuto círculo blanco con desconfianza, le acercó la boquilla de la botella a los labios. Al final de cuentas, Shelby obedeció y se tragó la pastilla, aunque no dejó que él le diera agua, le quitó la botella y tomó varios sorbos.

—¿Mejor? —preguntó.

—Pretendo dormir hasta que lleguemos a quién sabe dónde, gracias.

—Me encantaría volver a ver tu sonrisa.

—¿Mi sonrisa? —rio sin humor y él asintió—voy a sonreír cuando me sienta feliz.

—¿No estás feliz ahora?

—No.

—¿A dónde fue tu felicidad? —interrogó con interés.

—Se fue con el chico que amo.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora