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—Mientes. Mi padre es una persona de bien, él nunca sería un criminal—se rehusó a creer lo que Gabbe había dicho y notó que en la mirada del chico había tristeza. Shelby se negó a llorar y apretó los labios, apartándose de Thomas. Si su padre realmente fuese un narcotraficante, ella lo sabría, pero tanto Egon como Gabbe lo habían afirmado— ¡No! —repitió, abrumada y se abrió paso fuera de la habitación. Empujó a Gabbe con el hombro y echó a correr lejos de todos. Thomas miró furtivamente al chico y corrió detrás de ella. Shelby subió hasta el tercer piso de aquella mezquina casa y se encerró en la primera habitación que encontró. No del todo una habitación en el sentido de la palabra, era más parecida a una bodega de cosas viejas sin utilidad alguna. Golpeó los objetos con furia y se deslizó al suelo con el rostro curtido de sudor y lágrimas deseosas de descender por sus mejillas. Estaba furiosa. Dejó escapar numerosos sollozos y temblores corporales, incapaz de retomar el control en sí misma. No lloraba porque su padre fuese un maldito criminal, ya que, en sí, le importaba una mierda. Tampoco lloraba porque Gabriel McCall también lo fuese... o quizás solo un poco. Estaba furiosa por las mentiras. Lloraba porque anhelaba estar con Egon. Abrazarlo y escuchar su voz. Solo él podía tranquilizarla en ese momento. Ella vivía por él. Solo por él. Y ahora que él no se encontraba a su lado, sentía que su vida no era más que una ilusión, así como un oasis en el desierto. Algo imposible en un lugar desértico. Se limpió el rostro con violencia y se incorporó del suelo con decisión. Apretó ambos puños y los incrustó en la puerta de madera una y otra vez, desatando su coraje— ¡no, no, no! —gritó al tiempo que sus nudillos se iban poniendo rojos y morados. Otra herida física, menos dolor en el corazón— ¡no! —gritó una vez más, sintiendo como la sangre brotaba de sus nudillos— ¡no es suficiente!

Se apartó tambaleando de la puerta y rebuscó entre los objetos que se alojaban ahí para ver si tenía suerte de encontrar una tijera o algún objeto punzo cortante que pudiera servirle. Dio en blanco: Alfileres gruesos. Tiró la caja de estos y se esparcieron por el suelo de azulejo. Apresurada y con las manos llenas de sangre, se sentó con las piernas abiertas en torno a los alfileres y tomó uno. Se acarició la piel del antebrazo con la punta filosa y cerró los ojos cuando la deslizó más abajo, al inicio del corte cicatrizado de su muñeca. Volvió a recorrer el alfiler hacia arriba, hasta situarlo justo en vertical a lo largo de su antebrazo y comenzó a presionarlo con fuerza. Las lágrimas se habían ido. El dolor amenazaba con irse al primer corte. De pronto, un golpeteo de la puerta la hizo estremecer y se dio cuenta que debía darse prisa. Profundizó la punta del alfiler a su piel y cerró los ojos cuando se hundió a su piel, abriéndola lentamente. Abrió los ojos cuando sintió el líquido caliente, que tanto conocía, resbalar por su brazo hasta el suelo. Una sonrisa tranquilizadora atravesó sus labios y cogió un puñado de más alfileres, se los llevó a los labios y después, al tiempo que la puerta se abría bruscamente, los acomodó en fila y sin vacilar, viendo a los ojos horrorizados de Thomas, se los enterró en el otro brazo con fuerza y después tiró hacia atrás. Cortó su piel como si fuera papel, en línea recta hasta la muñeca.

—¡No! —gritó Thomas y se abalanzó a ella, pero ya era demasiado tarde. El daño ya estaba hecho. Shelby sintió una calma profunda y suspiró antes de cerrar los ojos y caer en los brazos de su amigo— ¡Gabriel! —comenzó a vociferar Thomas con rudeza. Incluso su voz era más varonil que cualquier hombre heterosexual— ¡Maldito imbécil, Gabriel!

—¡Qué pasa! —respondió este y se quedó estupefacto y sin aliento en el umbral.

—¡Llama a Emergencias! —espetó, Thomas, encontrando la manera de cargar a su amiga sin lastimarla aún más. Ella se encontraba en un charco de sangre que iba creciendo poco a poco. Gabbe echó a correr a alguna parte y Thomas apretó el rostro de Shelby a su pecho—eres muy frágil, Shelby. No sé si podré soportar verte así—susurró en su oído—y tampoco sé cómo le diré esto a Egon, él confió en mí para cuidarte y le fallé.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora