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Caroline frunció el entrecejo cuando Gabbe se negó rotundamente a contarle el secreto.

—Por favor—insistió ella—quiero saber.

—Si te lo digo, vas a odiarlo.

—¿A quién?

—A Egon.

—¿Por qué lo haría?

—No soy el indicado para contártelo, si quieres averiguarlo, será mejor que se lo preguntes a él.

Con cierta amargura, Caroline rebuscó en los medicamentos y llenó la jeringa de antibiótico.

—Dame el brazo—dijo con voz firme. Él obedeció y colocó su brazo a lo largo de la cama. Caroline sostuvo con fuerza su extremidad y con sumo cuidado enterró la filosa aguja en la piel de Gabbe y entonces él ahogó un grito de dolor y se contorsionó, tratando de liberarse.

—¡Me duele! —gimoteó. Ella se horrorizó y le sacó de inmediato la aguja. Leyó rápidamente las indicaciones del antibiótico y se puso lívida— ¡quieres matarme o qué! —se quejó Gabbe, con furia.

—Lo siento—se disculpó—tu jefe dijo que tenía que suministrártelo por vía intravenosa y esto dice que es intramuscular.

—¿Y qué significa?

—Significa que debo ponértelo en un glúteo.

Gabbe dejó escapar un sonido parecido a una risa. Y después meneó la cabeza en negación.

—Cariño, si tanto querías verme desnudo, solamente me lo hubieras pedido—canturreó y haciendo una mueca, se despojó de sus pantalones, quedando en bóxer. Caroline se llevó una mano a la frente y bufó. Estaba tan golpeado, pero aun así tenía fuerzas para hacer chistes y quitarse la ropa. Menudo bobo.

—Date la vuelta y no vayas a moverte porque si la aguja se rompe, te desangrarás y no tengo los medios para evitar una hemorragia.

—Solo hazlo y ya. No soporto el dolor—se quejó y se tumbó lentamente boca abajo con su trasero a la vista de Caroline. El bóxer rojo que portaba tenía un estampado de una "S" de Superman y ella casi se partió de la risa. Se sentó a los pies de la cama y observó la espalda ancha y la cadera estrecha de ese chico. Tenía un cuerpo musculoso, pero débil al mismo tiempo. Unos fuertes moretones le adornaban la espalda baja y las costillas— ¿es para hoy? —él preguntó.

—Calla, te pondré un cóctel de medicamentos para tu pronta sanación—alargó una mano y la posicionó en el inicio del bóxer y sintió que comenzaba a temblar.

—Te ayudo si no puedes—vaciló el chico y colocó sus dedos en el resorte de la ropa interior, tirando de ella hacia abajo—es un trasero, como el de los demás. No te asustes.

Caroline rodó los ojos y le sujetó un glúteo con un poco de vergüenza. Le frotó alcohol y le suministró el antibiótico revuelto con analgésico y antiinflamatorio lo más rápido posible. Sintió el cuerpo de Gabbe relajarse. Le acomodó el bóxer y se deslizó fuera de la cama para tirar las cosas usadas a la basura. Cuando concluyó, buscó agua y milagrosamente encontró un pequeño baño ahí y se apresuró a lavarse las manos. De vuelta a la habitación, encontró al chico con el pantalón puesto, pero sin camisa. Dormía profundamente con el rostro enterrado en la almohada. Su respiración era tranquila. Por lo que ella optó por sentarse en el suelo a unos centímetros de él y recargó la cabeza en la cama. Miró el techo de aquel jet y cerró los ojos. ¿Qué demonios hacía ella metida con esas personas alrededor? Había perdido su teléfono y no había modo alguno de comunicarse con su hermana. Y, por si fuera poco, el sujeto que tenía a su costado, sabía cosas de Evan, más de lo que ella tenía conocimiento y le enfurecía, ya que, se dio cuenta de que él no tenía intención de decirle nada. Idiota. ¿Cómo es que Shelby decía que era tierno y adorable? Era todo lo contrario y muy parecido a Egon Peitz, pero con rostro amable. De tanto coraje y cansancio, se dispuso a dormir un poco. Se acurrucó a los pies de la cama y se durmió. Pero cuando despertó tiempo después, notó que estaba en otro lugar. Abrió los ojos de golpe y se encontró recostada a lo largo de esa cama, sin el extraño chico. Horrorizada, se levantó con precipitación y todo le dio vueltas.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora