—Si piensas que te dejaré solo con todo esto, estás muy equivocando, Peitz—lo miró hostilmente a los ojos—tú y yo somos un equipo.

No obstante, una hora después, Egon y Shelby decidieron abandonar ese hotel y moverse a uno más sencillo y de menor costo para que los demás contaran con sus habitaciones. Eligieron hospedarse en el Motel 6 Danvers, MA - Boston North para mantener un perfil más bajo en aquella ciudad. Más tarde, cuando ambos se encontraban mirando la ciudad desde uno de los balcones de la habitación, el cual tenía mejor vista que el hotel anterior, Shelby observó como Egon miraba el cielo con la boca entreabierta, gesto que le recordó a Thomas y se sintió muy feliz. Era la primera vez que lo miraba relajado y tranquilo sin necesidad de estar dormido. Sin ningún ceño fruncido o alguna mueca de enfado en su rostro. Su expresión estaba relajada sin ninguna línea dura en él. Le resultó placentero verlo hipnotizado por el simple cielo. Incluso la cosa más simple del mundo llegaba a ser totalmente deslumbrante.

—Tus ojos no han dejado de verme—le informó él, sin mirarla.

—Estoy viéndote ver el cielo.

— ¿Sabes? Antes pensaba que las nubes eran de algodón de azúcar y que algún día tendría la dicha de comérmelas, y hasta la fecha, sigo creyéndolo—admitió, ruborizado.

—¿Sigues creyendo que son comestibles o que vas a comerlas algún día?

—Ambas hipótesis—contestó—es absurdo, pero de pequeño mi cabeza era infinitamente increíble. Imaginaba cosas que obviamente no eran reales y al parecer, yo vivía de mis propios sueños.

—¿Qué hay de esos sueños ahora?

—Desaparecieron o simplemente los eliminé de mi vida. Ya es costumbre desechar mis recuerdos.

—¿Y por qué el de las nubes permanece?

—Surgió justo ahora, estando contigo. Ya lo había olvidado por completo, es raro.

—Cuando llegue el día que comas las nubes, ¿podré acompañarte?

—Serás la primera en saborearlas—prometió, sonriendo.

Al siguiente día, Martha y Austin ya se encontraban en Boston, buscando la dirección exacta del motel donde Egon y Shelby estaban. La pareja se apresuró a limpiar el desorden y dejar todo como Dios manda. Shelby rompió a reír cuando Egon, en un intento de sacudir la cama, tiró su teléfono al suelo con tal fuerza que la pantalla se hizo añicos.

—¡Maldición! —se quejó, recogiendo el aparato quebrado. Aun funcionaba, pero estaba pésimo como para utilizarlo.

—Todavía sirve—observó Shelby, desde el otro lado de la cama.

—No voy a usar esta basura, lo voy a terminar de destrozar y echaré los pedazos en alguna parte—gruñó y fulminó al aparato—pero será luego. Ahora tenemos que ordenar porque no tardan en venir.

Recogieron ropa, calzado e incluso resto de chucherías por debajo de la cama.

—Sigo diciendo que no era necesario limpiar nosotros la habitación—refunfuñó Egon, molesto—para eso están las mucamas...

—Sí, pero esto es un desorden terrible—replicó ella con recelo—somos unas personas sucias.

Muy sucias —repuso él, mirándola con picardía.

—Me refiero a sucios de la manera de no ordenar las cosas, no de lo otro...

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire al sentir las manos de Egon puestas en su cintura.

—¿Qué te parece si desordenamos más la habitación? —le instó él, gruñendo levemente en su oreja. Sin embargo, el teléfono quebrado de Egon comenzó a sonar, haciendo que siseara, fastidiado. Soltó a Shelby y contestó— ¡¿Qué?!

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Where stories live. Discover now