—¿A dónde fuiste? ¡Maldición! —le oyó decir sin dejar de abrazarla—por un segundo pensé lo peor y estaba a punto de salir corriendo a buscarte.

—Fui por unas galletas—dijo con la voz apagada gracias a sus brazos.

—¿Tienes hambre? —ella asintió y él la liberó, empujándola al interior de la habitación. Cerró la puerta detrás de sí y sonrió—me hubieras despertado. El hotel tiene un restaurant que nos puede traer comida.

—No quería molestarte, además, necesitabas descansar—se quitó la mochila de los hombros y sacó las galletas y los jugos—toma.

—¿Oreos? —ladeó la cabeza, examinado el empaque.

—Son muy buenas—le dio una mordida a una y él juntó las cejas.

—Nunca las he probado—destapó el jugo y bebió un gran sorbo sin dejar de ver el empaque de las galletas. Se sentó a los pies de la cama y las abrió— ¿Qué quieres desayunar?

—Primero pruébalas, te gustarán.

Y haciendo una mueca, sacó una galleta y mirándola con cierta desconfianza, le hincó el diente. Comenzó a masticarla lentamente hasta que poco a poco la tragó.

—No están mal—reconoció, llevándose a la boca el resto de la galleta.

—Son mis favoritas—se sentó junto a él y en silencio comieron las galletas y los jugos. Shelby pensó que sería buena idea guardar las otras frituras para más tarde.

—Entonces—succionó lo que le quedaba de jugo y la miró—¿qué quieres desayunar? —repitió.

Alargó un brazo hacia el teléfono que estaba sobre el buró, muy atento de su respuesta.

—Amm... no sé... huevos revueltos y tocino, ¿tal vez?

—Excelente.

Se dio a la tarea de llamar a la recepción y mientras lo hacía, Shelby aprovechó ese magnífico momento para deleitar sus pupilas con semejante y escultural espalda de Egon. A través de las vendas, su piel lucía bien y muy apetecible. Parpadeó, consciente de lo que hacía y apartó la mirada enseguida.

—Ok. Sí, pero intente darse prisa—dijo él antes de colgar. Se dio la vuelta para verla y alzó las cejas en su dirección. Y algo en el vientre se le contrajo a Shelby al verlo sonreír lentamente. Era una sonrisa seductora, podía jurarlo—Iré a ducharme y quedar listo para comer... te.

El doble sentido de su insinuación, la ruborizó y corroboró el deseo de ese chico para con ella al ver como Egon rebuscaba entre sus cosas un pantalón y una playera con los ojos fijos en los suyos, perforándole cada parte de su ser sin tocarla. Lo vio meterse al baño y hasta en ese momento logró respirar sin dificultad. Sentía su corazón latiendo con fuerza en sus oídos. Al cabo de veinte minutos, Egon salió reluciendo de limpio con la misma toalla que ella había utilizado, alrededor del cuello. Su cabello goteaba y le tapaba la frente, haciéndolo ver adorable, pero su peligrosa mirada contradecía a su aspecto desaliñado.

—¿No han venido con el desayuno? —quiso saber.

—N-No.

Y las comisuras de sus labios se elevaron hacia arriba.

—¿Traes la ropa que usaste para bailar?

La garganta de Shelby se cerró y asintió, titubeante.

—Póntela—dijo, dirigiéndose a la puerta—iré yo mismo por el almuerzo. Cuando vuelva, quiero que lo traigas puesto—la señaló y abandonó la estancia. Se levantó con el trasero rígido de tanto estar sentada y se apresuró a obedecerlo. Sacó las patéticas medias, la falda y la blusa. ¿Qué demonios? ¿Egon acaso estaba loco como para que ella se vistiera así? A regañadientes comenzó a desvestirse y luego se enfundó las medias con irritación y como sus manos estaban sudadas y temblorosas a causa de los nervios, le costó el doble ponerse esa ropa. Optó por quedarse con la blusa que llevaba puesta y no la del concurso porque estaba sudada. Y se sentó de nuevo, esta vez a los pies de la cama, en su espera. Tenía los nervios a flor de piel, casi gritó cuando la puerta se abrió y entró Egon acompañado de una chica con un pequeño carrito donde estaba el almuerzo. La chica se detuvo y dejó de sonreírle a Egon en cuanto la vio. Egon sonreía y ni si quiera le hizo caso a la chica cuando esta salió disparada de la habitación. Él miró a Shelby con cierto brillo malicioso y después le indicó que se acercara para comer. Aturdida por su presencia, comenzó a devorar su parte, siendo presa del escrutinio de Egon. El hambre había abandonado su cuerpo en el momento que él le ordenó que se pusiera ese atuendo. Cuando terminaron de desayunar, Egon empujó con el pie el carrito y se colocó frente a ella con los ojos ligeramente entrecerrados. Se inclinó lo suficiente hasta que terminó recostándola en la cama y él, con un movimiento lento, se cernió sobre ella, sintiendo precipitadamente su respiración que comenzaba a acelerarse.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Where stories live. Discover now