Cuando la señora Elena la soltó y la miro de arriba abajo con mucho cariño y una gran sonrisa en la cara, asintió con mucha confianza.

--Ese viejo sabe hacer bien las cosas. Acertó de lleno al enviarte con Noah.

Sin poder contenerse, echo la cabeza hacia atrás y se rio. No podía discutirle que llevaba razón. Lo mejor que pudo hacer, fue aceptar la oferta del señor Lachlan de ir a Boston a vivir con su sobrino. No solo consiguió dar pasos hacia delante en su nueva vida, si no que consiguió dejar de temerle a cada hombre que se cruzara por delante de ella en cualquier lugar. Empezó con gente confiable de Noah, como sus hermanos, y siguió con Jimmy y los clientes. A día de hoy ya no saltaba ante la cercanía de cualquier hombre. No se ponía nerviosa, ni empezaba a temblar. Desconfiaba un poco aun, pero le iba muchísimo mejor.

La cocina se quedo en silencio, al tiempo que todas las cabezas de los vaqueros, giraron hacia ella. Ella les devolvió la mirada, con las cejas enarcadas y una pequeña sonrisa en los labios. Parecían atónitos de oírla reírse, y lo entendía. Durante su estancia allí y mientras ayudaba en la cocina y donde fuera, era extremadamente difícil verla sonreír. Sin embargo ahora lo hacía de buena gana.

Siguieron hacia comida, hasta que cada uno de los vaqueros se inclino hacia atrás en su asiento. Estaban llenos.

--Delicioso, estoy que reviento.

Comento uno de ellos, soltando un suspiro satisfecho.

--Juro que cada día es más difícil conseguir que te llenes, Harry.

El hombre en cuestión le dio una enorme sonrisa a la señora Elena, mostrando un par de traviesos hoyuelos, que iban a la par con sus ojos claros.

--Que decir, señora Elena, soy un chico en crecimiento.

La señora Elena soltó una carcajada.

--Si sigues creciendo a los treinta, no vas a poder entrar por la puerta de mi casa, muchacho.

Todo el mundo comenzó a reírse, cuando las mejillas de Harry se sonrojaron ligeramente. El ambiente era muy relajado, y aunque el día anterior, seguramente resulto muy tenso para todos, ahora que todo el mundo sabía que tanto la madre como el niño, estaban bien, se habían relajado.

En el momento que el señor Lachlan entro por la puerta, con un rostro que denotaba el cansancio y el sueño que tenían, todos los vaqueros se pusieron en pie, saludaron a su jefe, y salieron por la puerta, para comenzar la jornada de trabajo en el rancho.

Sonrió al estar otra vez inmersa en la vida cotidiana del rancho. Sus días en Boston eran increíbles, aunque un poco aburridos antes de encontrar trabajo. Pero ahora que estaba allí otra vez, en aquella cocina donde tantas mañanas había preparado un extenso desayuno para un montón de hombres hambrientos, a los cuales les tenía miedo. Ahora todo eso no existía. Los veía, comprobaba lo enormes que eran y se percataba de las miradas amables que recibía por su parte. En algunos casos, con algunos de ellos, eran los hombres quien se sentían incómodos en su presencia. No tenía ni idea de porque, pero así era. Ahora que tenía mucha más confianza, y no sentía tanto miedo hacia lo hombres, podía verlo con claridad.

Era agradable poder estar rodeada de gente, sin echarse a temblar por el roce de alguien. O por una palabra más fuerte que otra. O simplemente por las dimensiones de los cuerpos de los vaqueros. Era bueno que Noah le hubiese ayudado a curar esa parte de ella, y poco a poco, estaba curando las demás piezas rotas que su anterior relación le había dejado.

--Emma, cielo, ¿Por qué no vas a despertar a Noah? En cuanto acabe aquí, iremos a ver a Alisa y al pequeño Remy ¿Queréis venir?

Mirando a la señora Elena, asintió con entusiasmo.

Cuidaré de tiWhere stories live. Discover now