Dos dagas

897 126 170
                                    

El rostro de Lia cambió drásticamente, el susto y miedo de Regulus ahora también estaban en ella, una débil pero profunda desesperación y terror que la hizo retroceder aunque el carroñero que la tenía sujeta la empujó nuevamente poniéndola delante de él para que pudiese estar lista, lista para recibir cualquier ataque, un ataque que debía provenir de Regulus.

—Veamos... ella usó esa daga con Mulciber me parece justo que Regulus le muestre que usar esos artefactos no está nada bien —decía Avery que miraba a Regulus con tal satisfacción que podía ser este el mejor día de su vida— tiene un lado oscuro así que ten cuidado de eso —advirtió hacia Lia, ella no le temía a Regulus le temía a lo que Alonie y Avery le hicieran hacer

La mujer de pelo rubio volvió a avanzar hacia el chico con una gran sonrisa esta vez no estaba tan cerca y de rodillas, junto a él, esta vez lo miraba de pie, con satisfacción de ser ella quien tuviese el control en él, el control de lastimarlo, de hacer que hiciera lo que quisiera y dañara a quien quisiera.

—Imperio —uso un tono suave como burlándose del momento

Se quedó quieta, con una sonrisa que iba disminuyendo poco a poco pues el rostro del chico denotaba su resistencia ante aquel hechizo, entre más forzaba su mente a resistir mas se dañaba, su mente y su cuerpo, más fuerza salía de él de donde no imaginaba, y es que aunque le costara su último aliento no estaría dispuesto a tomar esa daga y lastimar a Lia.

—¿Cuanto podrás resistir, Regulus? —hablo la mujer volviendo a su furia anterior

Su hechizo no paro esperando el punto de quiebre de Regulus pero jamás lo encontró, volvió a gritar imperius, cada vez más fuerte como si acaso eso aumentara la fuerza del hechizo o disminuyera la fuerza del chico, ciertamente cada vez más débil pero con un simple pensamiento en mente "no la lastimes"

—¡IMPERIO! —grito pero Regulus solo frunció el ceño y no tomó la daga

La chica estaba completamente furiosa, se acercó al chico ya débil y lo miro con odio, odiaba que su fuerza estuviese siendo usada para no lastimarla y no para lo contrario. Avery tuvo que intervenir sujetando a la rubia, tratando de tranquilizarla, haciéndole saber que su furia sería pagada con algo satisfactorio para ambos, cumpliéndole el capricho, el de ambos, ver a los dos chicos sufrir, no sólo resistir como lo hacían.

—Querida, ¿Dijiste que no eras buena en la oclumancia, verdad? Eso quiere decir que tu fuerza mental si nos dejara hacer lo que deseemos —dijo hacia Lia que trato de soltarse del agarre del carroñero, negando con la cabeza dicha terrorífica idea que le comentaban
—Sabes usar las dagas con mortifagos —habló Alonie aún con rabia pero cierta retorcida satisfacción de ver a Lia negándose a todo con los ojos llorosos— Regulus es uno
—Por favor —suplico y la mujer sonrio

Ella prefería que la torturaran o morir a dañar al chico, Regulus ni siquiera tenía fuerza para poder decir algo y eso lastimaba más a la chica que imploraba supiera que ella no quería tocarlo, no quería lastimarlo, aunque él ya lo sabía, por eso solo pudo soltar una lágrima notando que nada podía hacer para evitar eso.

—Por favor, por favor, no...

Avery observó la mirada en el piso de Regulus de rodillas con los brazos sujetos lleno de sangre y sin fuerza, toda pérdida para no lastimar a la chica, se habría sentido bien con la idea de ser él quien recibiera el daño de no ser porque amaba a Lia y sabía muy bien que hacerle daño a él le haría más daño a ella, como él con la idea de hacerle daño a ella, lastimarla era lastimarse.

—Una daga para cada mortifago —hablo Avery notando la daga en las rodillas de Regulus sin ser usada, la cual había estado dentro de Mulciber y la daga que Avery tenía en la mano, la que le había arrebatado a Lia, esta sería para el otro mortífago, Regulus— ten —dijo mostrándosela a la chica que se nego moviendo la cabeza llorando con miedo
—Ten cuidado de no acabar con su vida, sólo debes lastimarlo, más de lo que ya está —sonrió la rubia que estaba frente a ella mientras los carroñeros la sujetaban viendo sus lágrimas las cuales le proporcionaban paz— Imperio

Inefable - SerendipiaWhere stories live. Discover now