—Te doy tres segundos para que te disculpes—bramó Egon, con voz filosa y fría como la nieve.

—¿Disculparme? Dime por qué debería hacerlo—lo desafió.

—Por haberme insultado.

—Lamento que seas un imbécil—contestó y colgó enseguida. Arrepentida al minuto siguiente, se dejó caer en la cama y cerró los ojos. Y alrededor de cinco minutos luego de la llamada, un mensaje de texto apareció en la pantalla del teléfono. A regañadientes lo abrió y leyó las líneas escritas con estupefacción.

«TE DOY CINCO MINUTOS PARA QUE TE DISCULPES, SHELBY CASH. Y SI AL CABO DEL TIEMPO DETERMINADO, NO LO HACES, ENTRARÉ A TU CASA Y CONOCERÁS AL VERDADERO EGON PEITZ. Y TE DARÁS CUENTA QUE ABRIRLE LAS PUERTAS A UN CRIMINAL COMO YO, FUE TU MAYOR PECADO»

Cuando concluyó la lectura, sintió la garganta seca y áspera. Incapaz de poder reaccionar, se asomó al balcón y no notó nada fuera de lo normal. El sol de la mañana era cálido y abrasador. Pero a juzgar por la advertencia; tenía que pedirle de verdad disculpas a Egon porque si no lo hacía, ella se sumaría a su lista de chicas torturadas y muertas. Se estremeció de solo pensar que él le haría daño. Pasaron exactamente cinco minutos, y de pronto la puerta principal de la casa comenzó a tronar, gracias a que alguien intentaba derribarla con mucha fuerza. Shelby palideció inmediatamente y sintió que sus latidos iban incrementándose a medida que transcurrían los segundos. Tiempo después, los azotes de la puerta cesaron y una calma fúnebre la rodeó. Se animó a salir de su habitación con cautela y se asomó a la escalera con el bate de béisbol, el mismo con el que había golpeado al ladrón y no vio nada extraño. Y dándose la vuelta con toda la seguridad del mundo, ahogó un grito al cruzarse con los ojos oscuros de Egon en el umbral de la puerta de su dormitorio. Él la miraba de una manera que jamás pensó que la miraría: Rabia y salvajismo, mezclado con demencia. Retrocedió poco a poco, pero como Egon sabía bien su manera de actuar, dejó que retrocediera hasta la escalera y luego se aproximó a ella con pasos decididos. Le arrebató el bate con facilidad y en un movimiento rápido, la cogió de los hombros con bastante fuerza y la empujó hasta estamparle la espalda a la pared con rudeza.

—¿Piensas que puedes tratarme cómo basura? ¿Piensas que eres mi igual para tratarme como un imbécil de verdad? —le espetó con tal desprecio que Shelby sintió que iba a llorar. El aliento de Egon le acariciaba el cuello y sus ojos negros la hipnotizaron por un momento.

—¡Tú empezaste! ¡Me encontraba de lo más tranquila hasta que llamaste! —le gritó, queriendo zafarse de sus manos que la tenían inmovilizada bruscamente.

—Solo quería asegurarme que estuvieras bien y no contaba con que me insultarías—rio con ironía—¿Sabes qué le hago a las personas que intentan agredirme? —ella negó con la cabeza—les rodeó el cuello con las manos—comenzó a rodearle el cuello con suavidad y ella lo miró horrorizada—y comienzo a presionar lenta y cruelmente hasta que el aire ya no llega a los pulmones y la tráquea se parte en dos. Es una muerte exquisita y tiene tiempo que no la efectúo.

—Si vas a matarme, hazlo rápido—le instó con los ojos llorosos, los dedos de Egon le recordaron el suceso con el ladrón y se estremeció, porque aún tenía la piel sensible del cuello—pero quedará en tu puñetera conciencia haberme matado. Yo te ayudé cuando más lo necesitaste y si quieres matarme, hazlo. No pondré resistencia—cerró los ojos, preparada para morir en manos del chico que le gustaba. Las lágrimas habían comenzado a rodar por sus mejillas, cuando de pronto las manos de Egon dejaron de tocarla. Abrió los ojos lentamente y lo encontró negando con la cabeza.

—Solo pídeme disculpas, maldita sea.

—No quiero.

—¡Hazlo! —le ordenó él, con los ojos en llamas—¡Di que lo sientes y que jamás volverás a faltarme el respeto!

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Where stories live. Discover now