—¿Hola?

Nadie respondió. Solo se alcanzaba a escuchar la respiración de alguien del otro lado de la línea. Pensó en colgar, presa del desconcierto.

—Puppy.

Se tranquilizó de pronto, al oír a Egon del otro lado. Incluso sonrió tontamente.

—Estaba a punto de colgar.

—Lo supuse—dio una respiración honda y resopló con agitación.

—¿Qué te ocurre? ¿Estás agitado?

—Me temo que sí. Robé un directorio telefónico de una pareja que intentaba llamar a alguien afuera de un teléfono público. Y no me quedo de otra más que quitárselos casi con violencia y correr; al parecer se dieron por vencidos y por eso es que estoy llamándote.

—¿Robaste un directorio telefónico solo para llamarme?

—Sí. No es fácil encontrar tu número en la red—hizo una pausa para recuperar más el aliento—tu teléfono es privado y solamente en una sección específica en el directorio logré encontrarlo.

—Vaya. Que grato de tu parte—fingió agradecimiento y él lo notó.

—Muy graciosa—bufó con más calma. Su voz y su respiración habían vuelto a la normalidad.

—¿Por qué me llamaste? Pudiste venir a mi casa. No hay nadie más que yo y estoy aburrida.

—Te llamé solo para saber si estás bien—hubo un lapso de absoluto silencio y Shelby pensó que quizás había colgado, pero no. De nuevo su voz masculina surgió del teléfono, dejándola tranquila—créeme que hace unas horas pasé por tu casa y como estaba en orden, me fui. No quiero ocasionar problemas.

—¿Problemas? —achicó los ojos, consciente de que no la miraba—creo que ya tengo demasiados problemas y contigo no cambiaría ni empeoraría nada. Además, el maldito ladrón puede estar a punto de matarme justo ahora y tú no estás para evitarlo.

—¡Joder, Shelby! ¡No soy tu maldito guardaespaldas! Soy un maldito asesino, no una niñera—exclamó, furioso—recuerda que te ordené que pasaras en casa lo que restaba de la semana y a más tardar el sábado iría a buscarte.

A Shelby no le agradó la manera en la que le había hablado. Ella podía soportar sus arranques de locura, pero no una falta de respeto.

—Cálmate, imbécil. Nadie te está pidiendo ayuda—siseó, encolerizada, a sabiendas que había cometido un suicidio—no necesito que molestes a esa vieja delincuente de Martha para mi bienestar. Y bueno, ahora que estás con ella, yo ya no tengo nada que ver contigo. Así que ya no me busques y trataré de cuidarme sola de ese ladrón.

—¿Qué demonios acabas de decir? —ladró él, con voz peligrosa e inyectada de veneno. Furiosa, estrelló el teléfono en la mesita del centro sin responderle y le dio una patada al sofá, pero al segundo siguiente se arrepintió porque se lastimó el dedo pequeño del pie y aulló de dolor.

—Estúpido—vociferó con ganas de provocar una rabieta y matar a cualquier persona que se le pusiera enfrente. Se apresuró a apagar la tv y a cerrar las cortinas y la puerta del patio para sentirse protegida. Echó un vistazo en el sitio donde debería haber estado la alfombra llena de sangre, pero que ya no estaba, y sintió escalofríos. Había tentado al demonio y tenía que darle frente a su manera idiota de provocarlo. Subió a zancadas a su habitación y se dio una ducha rápida por si en caso tenía que escapar si a Egon se le ocurría ir a matarla. Se percató que su teléfono móvil estaba sin batería y lo puso a cargar; y en cuanto la pantalla se encendió, se sobresaltó al ver que alguien la estaba llamando. Un número desconocido. Y ella creía saber de quién se trataba. Se mordió los labios y contestó.

Dark Beauty © Libro 1. (TERMINADA)Where stories live. Discover now