—Buenas noches, John.

—Buenas noches, muchacha.

El chofer le sonrió desde su asiento antes de comenzar a conducir. Después de llevar un tiempo en la casa, John finalmente había dejado atrás todo eso de "señorita" que usaba con ella. Ella prefería el trato informal con el hombre. Puso rumbo a la empresa McCarter, donde trabajaba Noah, para ir a recogerlo. La empresa no estaba más que a un par de manzanas de la pastelería en la que ella trabajaba. Le gustaba mucho haber encontrado trabajo, pero a decir verdad, lo mejor de ello no era solo la pequeña independencia que conseguía, ni las recetas de postres que podría sacar de Jimmy en cuanto consiguiera un poco de confianza con el hombre, si no la hora y media que había desde la empresa hasta la casa, donde podía acompañar a Noah. Desde la charla que habían tenido el domingo que tuvieron a los gemelos, todo se reducía a pasar tiempo juntos, y le encantaba.

A los pocos minutos estacionaron frente al inmenso edifico que poseía la familia de Noah, a la espera de que el hombre saliera. Ella llevo sus manos a su pelo, comprobando si estaba hecho un desastre o no. Tenía algunos mechones fuera de lugar, pero no creía que se viera muy mal. Movió sus manos alrededor y trato de arreglarlo un poco más, antes de que Noah saliese de trabajar.

John rio suavemente desde su asiento.

—Me alegra mucho ver cómo te pones nerviosa por tu peinado.

Pillada, pensó sintiendo como sus mejillas comenzaban a enrojecer.

—No quiero que...

John negó con una sonrisilla en los labios.

—Quieres verte bonita para el señor.

Sintió como sus mejillas totalmente rojas. Dio un ligero asentimiento con su cabeza, sus ojos puestos en sus pies.

—Eso está bien, Emma. El señor Noah, necesita una mujer que quiera verse bonita para él, pese a que sus ojos no puedan apreciarlo.

Era cierto que el no podía ver si ella estaba perfectamente peinada y vestida, o echa un completo desastre, pero quería verse bien para él. No tenía sentido para nadie, pero... era importante para ella. Que él no pudiera verla, no implicaba que no apreciara el esfuerzo. Y ella quería esforzarse para él. Después de esos días con los niños, después de aquel almuerzo... ella sentía cada vez mas mariposas jugando en su estomago, y sus nervios y sus ganas de verlo, y esa necesidad de tocarlo, eran cada vez más fuertes. Y pese a su miedo, ella sabía que se estaba enamorando perdidamente de Noah. Si no lo estaba ya.

—Oh, ahí viene.

Murmuro John. Ella giro su cabeza y observo como Noah caminaba al lado de turco. Sus pasos eran poderosos mientras se acercaba al coche, proyectando una fuerte sombra, gracias a su gran cuerpo. Tenía el rostro en sombras, y eso solo hacía que fuese un poco mas intimidante, sin embargo ella conocía ese rostro, y conocía las sonrisas que producían sus labios. Y eso era la cosa menos intimidante del mundo, aunque podías parecer una boba absoluta contemplándolo.

Noah llego al coche y John bajo para abrirle la puerta.

—Buenos noches, señor.

—Hola, John.

El hombre dejo que Turco entrada primero, luego se acomodo él en el asiento y frunció el ceño.

—No, así no.

Murmuro. Le dio dos rápidas órdenes a Turco, mientras estiraba su brazo y la agarraba de una mano. Aun no sabía si lo que el hombre tenía suerte, o que su oído era extremadamente bueno para poder captar enseguida donde estaba ella. Su mano se cerró suavemente en torno a su muñeca, dándole un pequeño tirón.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora