—Nos portaremos muy bien, tío.

Prometió Liam.

Sintió ganas de reírse, pero necesitaba mantener la fachada o de lo contrario esos dos revoltosos se descontrolarían.

Asintiendo hacia ellos, dio un par de pasos laterales y se sentó en el sofá, dispuesto a descansar un poco su cansado cuerpo. Quizás podría tomarse un par de días libres. Después de todo no había cosas estrictamente urgentes que hacer en la oficina, y si salía algo a última hora, podía pedir que se lo mandaran y revisarlo todo desde casa.

Sería buena idea tener esos días, y así mantenerse en casa. Tendría la oportunidad de pasar un rato con Emma y descubrir más de esos sentimientos que fluían por su cuerpo, y de ese modo los gemelos no se descontrolarían. Carmen no los malcriaría más de lo que ya estaban y Emma no se volvería loca por los pequeños.

Los gemelos volvieron a la consola, machando los controles con sus dedos expertos, compitiendo entre ellos a dios sabia que juego. Por lo general Gabriel pedía que los videojuegos que se le regalaran a los niños, fuesen más o menos suaves. El se decantaba por los de coches. Mark por los de guerra. Y Kyle por los de zombis. Ninguno de ellos accedía a lo que el padre de los enanos quería, pero después de todo, Luke y Liam se lo pasaban mejor con juegos un poco más fuertes. Por otro lado y pese a que tenían consolas y todo tipo de juegos, su hermano era un fiel defensor del entretenimiento al aire libre. El y su esposa querían que sus hijos jugasen fuera, en la calle, socializaran en los parques y se entretuvieran con el balón o los columpios. Gabriel no permitía que sus hijos se pasasen horas y horas delante de la televisión, jugando videojuegos.

—¡Bienvenido!

El saludo de Emma consiguió que sonriera ampliamente, pese a su cansancio. Se irguió en su asiento y giro su cara hacia el sonido de la voz de la mujer. Había estado tan centrado en sus pensamientos que no le había escuchado acercarse.

—Hola, Emma.

Más centrado en el presente, escucho como se acercaba cada vez más, hasta quedar justo frente a él.

—Pareces muy cansado.

Y lo estaba, pero se alegraba enormemente de poder saludarla.

—Nada que un buen baño y una cama, no solucionen.

Aseguro él con una sonrisilla en los labios. Ella rio suavemente.

—Asegúrate de comer algo, antes de echarte. ¿Quieres que suelte a Turco?

—¿Esta todo tirado?

El silencio que siguió a su pregunta, no auguraba nada bueno.

—Quitando el lugar frente a la televisión, todo está en orden.

El suspiro. De una mala podría usar el bastón. Después de todo Turco debía de estar tan cansado como él, así que se merecía su descanso.

—¿Puedes ocuparte de él, por favor?

—Claro.

La escucho trastear con el arnés de Turco. Escucho las ligeras palmadas que le dio al perro y el tintineo que produjeron sus placas cuando este se sacudió, libre de trabajo.

—Gracias.

Dijo justo antes de cubrir su boca con la mano y bostezar. Estaba agotado y sabia bien el motivo. No solo se despertaba temprano para ir a trabajar, también regresaba muy tarde, así que no dormía las horas que realmente necesitaba. Por si eso fuera poco, no había estado recargando su cuerpo. Necesitaba ir al club y nadar. Sumergirse en las tranquilas aguas y relajar su cuerpo con un poco de ejercicio. Eso siempre funcionaba, siempre conseguía relajarlo y recargar sus baterías. Si bien funcionaba a base de cafeína, la natación era su toma eléctrica. Allí donde engancharse y llenar sus baterías.

Cuidaré de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora