🌿C.8: No vuelvas a seguirme❄️

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🌿 No vuelvas a seguirme ❄️

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A medio camino creyó ver a Ares, no a un gato parecido, no, Matt podría reconocer a su gato predilecto en cualquier sitio y ese gato grande y negro debía ser Ares. Cambió de dirección intentando seguirlo, pero ¿qué haría tan lejos de su hogar? No podía ser Ares, estaba demasiado lejos de su Gran Árbol, lo llamó y nada, no podía ser su gato, ¿o sí? El delgado muchacho se detuvo para volver a casa, era ridículo pensar que era Ares. Media cuadra después recibió una conveniente sorpresa, a lo lejos pudo ver a Kai al fondo de una calle sin salida entre dos edificios notoriamente abandonados. La curiosidad fue más fuerte que su respeto hacia los acuerdos de convivencia que tenían.
Se acercó sigilosamente evitando ser visto u oído, terminó agazapándose junto a unas cajas apiladas entre la basura y los escombros, no podía entender lo que su compañero decía, no por la distancia, sino porque hablaba en un idioma que jamás había escuchado de la boca de nadie, quizás el mismo lenguaje que usó aquella vez que balbuceaba en fiebre tras el disparo del Gordo Dan. De todas formas se quedó atento a todo detalle aunque no lograra comprender nada. Kai llevaba una de sus tantas maletas misteriosas. Matt no pudo recordar en qué momento habían llegado a aquel rincón esas tres ancianas frente al contrabandista.
Le respondían petulantemente en aquel extraño idioma, notoriamente se burlaban, Jim respondía con su típico tono sarcástico ofendiéndolas con facilidad. Todo se sentía más tenso de lo que se veía, cualquiera creería que aquel punk rebelde quería dañar a esas tres pobres viejecitas impidiéndoles salir de ese rincón, sin embargo, al rubio le entró la extraña sensación de que el que estaba en desventaja era su amigo.
Sentía como si estuviera viendo a tres arañas colosales discutir contra un abejorro. ¿De dónde sacaba esa idea?
Al cabo de un rato, y después de otras tantas palabras en aquella lengua desconocida, Kai les entregó el maletín y ellas le pagaron con un frasco de vidrio relleno de algo azulado que por la distancia el espía no pudo definir. Kai se fue sin despedirse mientras las tres viejas abrían el maletín gritando de felicidad. Al llegar a las cajas botadas, el pelirrojo torció el gesto en molestia, obviamente Matt ya no estaba allí, pero para el rey underground no estaba lejos. Podía olerlo. Siguió caminando un par de calles hasta que entró abruptamente en un callejón donde cogió a Matt por el abrigo.

— ¿Qué te dije de seguirme, chico? — preguntó molesto al tiempo que golpeaba al menor contra la sucia pared. El muchacho dejó escapar un quejido de sorpresa, al abrir los ojos y mirar directamente al mayor extrañamente creyó verle los ojos brillar, “un efecto óptico por la escasa luz del atardecer precoz de Berlín” pensó.

— Lo siento, no quise...

— ¿Qué te dije de seguirme, chico? — aún no lo soltaba, su voz era pesada y severa, repitió lentamente la pregunta y Matt habría jurado que casi podía escucharlo gruñir.

El rubio abrió la boca para excusarse, mas se arrepintió a medio camino cerrándola avergonzado. Kai suspiró cansado, lo soltó tan abruptamente como lo había cogido para acomodarse su chaqueta de cuero negra pasándose una mano por su largo pelo rojo como bonus, acto seguido, sacó de su bolso el jarro de vidrio relleno de pétalos azules que el ojiverde había visto a lo lejos y se lo entregó de mala gana. Matt lo recibió inseguro.

— Hoy tengo que atender una llamada en un bar cerca de casa, el Ouroboros. Cuida ese maldito frasco con tu vida y sin preguntas, ¿está claro? — el rubio asintió confuso —. Y no vuelvas a espiarme, eso se lo dejo a mis ex y a mis enemigos, y tú no eres ninguno de ellos, ¿ok?

— Ok — respondió avergonzado mirando el suelo.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن