❄️C.7:Sangre y discusión❄️

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❄️ Sangre y discusión ❄️

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Horas demoré en volver de aquel desagradable estado, es indescriptible el sufrimiento de saber que te vas a morir antes que todos y ni siquiera es tu culpa, es una mala jugada del destino, una crueldad incomprensible. Pero no hay nada que pueda hacer, la cuenta regresiva comenzó y no hay nada que pueda evitar que llegue a cero. Me resigné un par de horas después, con mi funeral algo más asumido tuve que limpiar el desastre que hice, no estaba de humor, así que cogí mi ropa manchada y la eché al fuego del intento de caldera. Me bañé intentando no pensar, al salir estaban Ares y Yeti (un hermoso gato blanco con gris que también me adora) echados en el frío suelo aún esperándome, más lágrimas escaparon de mi cara mientras los acariciaba. Espero que si la reencarnación existe, la próxima vez la vida no sea así de bastarda.

Al caer la noche, mi mascara de falsa calma ya estaba nuevamente en su lugar. Cocinaba la cena para mí y el estúpido de Jim. No me importaba a qué hora llegara, yo comería y me ahogaría en alcohol para dormir como nunca. Irónico, no quería morir, pero tampoco quería estar despierto.
Hoy no salí a ningún sitio y decidí que probablemente en la semana completa no lo haría.
La puerta sonó tras de mí, de mala gana me giré a saludar a quien fuera.
Abrí los ojos como platos al ver al punk entrar... ilusamente creía que ya había pasado lo peor del día. Cojo la condenada sartén y la aparto del fuego con tanto odio que cae al suelo salpicando comida, los gatos comienzan a desperezarse y a acercarse a paso rápido a devorar la cena.

— Lo siento — me dice, algo tarde, la ira me sube a la cara.

¿Lo siento? ¿Eso es todo? El muy imbécil viene hecho mierda, está parado apoyándose en el marco de la puerta con un ojo rojo y el pómulo izquierdo cortado del golpe que ha recibido, su labio evidenciaba un corte bastante feo a un lado del piercing que por suerte no le rebanó la boca, la nariz aún le sangraba y cojeaba con evidente dolor.

— Lo siento, tuve un mal día — dijo sin ganas, caminando un par de pasos hasta la mesa.

¿Un mal día? ¡Hijo de puta! Lo que daría por un día más, bastardo malnacido. No puedo más, es suficiente, mi máscara se cae en pedazos en ese instante. Le grito, no, le chillo visceralmente con todo el rencor que estos años me han obligado a guardar.

— ¿“Tuve un mal día”? ¿Me estás jodiendo? ¡Mírate!

— Vamos, te dije la otra vez que son cosas que pasan... — como siempre, el irresponsable idiota intentaba quitarle importancia.

— No, estas mierdas no te pasan cuando te acompaño — rechinaba los dientes intentando contenerme, quería partirle la cara.

— Matt, yo...

— ¿Es muy difícil para ti tomarte algo en serio? Cada vez que llegas así me pregunto si no provocaste tú la paliza. Es como si te gustara meterte en mierdas y llegar así.

— Vamos, chico. Tranquilízate — ¿Acaba de “tranquilizarme”? Me evita la mirada como si fuera un crío pequeño y simplemente logra encabronarme aún más.

— ¡No me vengas con esa mierda! ¡Irresponsable imbécil! ¿Qué crees que sería de Adalia si un día no vuelves? ¿Haz siquiera pensado en ella? ¡Te llama por el nombre de su hijo muerto! ¿¡Piensas en alguien más que en ti!? — mis palabras parecen dolerle tanto que deja de rehuir de mí, me mira directamente y siento que quiero clavarle en el pecho una estaca.

— Matt, si quisiera sermones aún estaría con Isabella — el hijo de perra habla molesto y ahora si que quiero sacarle los ojos.

— ¿Eso crees que estoy haciendo? ¿Controlarte? Eres más imbécil de lo que esperaba — la maldita voz se me quiebra, fantástico, ahora además me siento humillado, los ojos me arden y de verdad hago todo lo que puedo para evitar que lloren—. ¿Y todos los que viven gracias a ti?
¿Qué mierda crees que pasaría con ellos sin ti, Rey Jimmy? — espeto su nombre como si lo vomitara con bilis —. ¿Cómo puedes ser tan irresponsable? Preocuparse por ti no es ponerte cadenas, grandísimo estúpido — la tos vuelve, mi enojo aumenta, y eso que creía que no podía llegar a este nivel de ira. La frustración me come vivo, lo que daría por ser Jim, por poder vivir. El pelirrojo mira al suelo notoriamente arrepentido de sacarme de las casillas, ¡pero me vale una mierda su culpa!

— No es eso... es solo que... — ni siquiera intentes excusarte, bastardo.

— ¿Qué? ¿Es solo qué? — ahora guarda silencio, bien —. ¿Acaso tienes idea de lo que daría por llegar a tener tu edad? — no sé por qué dejé salir esa pregunta, él me mira sorprendido. Ambos notamos por primera vez la verdadera razón de esta discusión, ni siquiera yo sabía que era por esto. No quiero verme vulnerable, pero la ira a tomado todo el control de mis acciones. Las lágrimas calientes me surcan la cara, la voz se me quiebra entre la tos.

— Matt... Yo... — intenta decirme algo, mi cabeza me duele.

— ¡Cállate! ¡Tienes gente que te adora en este mismo puto edificio y aún así tientas a la maldita muerte como si fuera algo divertido! — quiero parar, ¿por qué no puedo hacerlo? —. ¿Por qué? Yo no tengo a nadie, no soy más que otro de los gatos que recogiste, y la puta vida se me escapa y ni siquiera tengo veinte años, hombre. ¡Ni siquiera tengo veinte! Lo que... — la rabia empeoraba la tos —. ¡Lo que daría por un par de años más! ¡No viviré más que estos gatos y tú quieres desperdiciar lo que te queda! ¿Por qué me trajiste aquí? ¿¡Por qué me hiciste tu amigo, malparido!?

No entiendo bien qué pasa, estoy tan enojado que no he notado que los ojos se me nublan y que mi cabeza se siente como que va a estallar.
Quiero parar, de verdad, estoy notoriamente dañando a Jim con cada cosa que digo, pero... ¿por qué me mira tan preocupado? ¿Por qu--? Mi cara se siente caliente, recobro algo de control y me miro. No sé en qué momento pasó esto, ha comenzado a sangrarme la nariz y no son gotas las que caen, es un grueso hilo de sangre que resbala por mi cara, no solo mancha el delgado chaleco tejido que llevo puesto, está manchando el suelo. El miedo vuelve tan doloroso y alarmante como hace unas horas.
Terror.
La tos se agravaba a un espasmo doloroso que me obliga instintivamente a apretarme el pecho fuertemente, Jim luce tan asustado como me siento y sin pensársela dos veces corre ha socorrerme. El miedo de legarle esta mierda de enfermedad por ayudarme me sobrepasa, me alejo de él de golpe con una mano alzada en gesto de que se detenga. No quiero que se acerque. La cabeza me va a estallar en cualquier momento, ¿o se me desgarrará el pecho primero?

— ¡Matt, por la mierda! ¡Déjame ayudarte! — no sé si son mis oídos o qué, pero siento que la voz de Jim es tan distinta, profunda como un gruñido.

— ¡No te me acerques! — esta vez suplico, no quiero que te enfermes, Jim —. Por favor, ni te atrevas a acercarte — imploro con dolor en el rostro y sangre en la boca.

Me está costando respirar, siento ese frío horrible que el terror logra poner en las venas. Creo más distancia entre nosotros con una mano extendida hacia él. En un momento la tos se hace demasiado fuerte, la cubro con mi antebrazo, no lo noto a tiempo pero dejo una gran mancha de sangre oscura en la manga, notoriamente no es la misma sangre que la de mi nariz y Jim lo sabe. Puedo ver que su preocupación lo llevará a la acción en cualquier momento y no quiero que se me acerque. La habitación estaba comenzando a tornarse borrosa, respirar resonaba en mi pecho. De pronto todo dejó de ser, no podía sentir si hacía frío o calor, o si estaba de pie o tumbado, los sonidos se amortiguaban como si el aire fuera líquido. Formulé una única súplica antes de escuchar a Jim gritar mi nombre.
“Por favor, no te me acerques. Por favor”
Y luego todo dejó de preocuparme diluido en agudo dolor.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now