🌿C.8: Qué pequeño el mundo es❄️

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🌿 Qué pequeño el mundo es ❄️

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Habían anunciado en la radio (Kai había comprado otra radio casetera, una que funcionaba perfectamente) que sería un buen día. Vaya mentira.
Hacía frío y se había nublado el cielo con odio. Matt estaba alegre de todas formas a pesar del viento helado y las constantes hojas secas que chocaban con él en la calle. No sabía exactamente por qué saber el nombre de Kai le había arreglado tanto el ánimo, quizás porque con aquel sencillo acto el punk le estaba demostrando lo mucho que confiaba en él. Recordó vagamente lo mimado que estuvo por todos en el Gran Árbol luego de aquel horrible ataque, hasta Hagen era un amor con él (aunque aún le lanzaba piedras a Kai al salir del edificio).
Unas calles más y estaría en el barrio comercial, el rubio pensó que daño no le haría ir a ver la ropa en las vitrinas o por último ver qué había de nuevo. Una calle más y ya estaba decepcionado de las tiendas, vivir con el rey punk le había cambiado el gusto por las cosas. Se acercó entonces a una pequeña vitrina escondida en un pasaje sin salida, era una joyería simple y barata, se quedó viendo unas argollas pequeñas de plata, por primera vez se animó a la idea de tener un par de aros en las orejas, y eso era a todas luces culpa del punk. Tan absorto estaba que no notó que alguien se le había quedado viendo y ahora se acercaba a toda prisa.

— ¿Matty? — preguntó una voz temblorosa y femenina, cargada de cansancio. El chico se giró preocupado al reconocerla.

Frente a él estaba parada una mujer baja, de aspecto muy humilde, tenía ambas manos cubriéndose la boca de la emoción con los ojos cristalinos de la sorpresa. Matt por su lado estaba tan sorprendido como ella, con los ojos bien abiertos y sin saber qué hacer.

— ¡Matty, mi niño! ¡Eres tú! — gritó alegremente, luego sin el menor protocolo se le abalanzó llorando. Lo abrazó tan fuerte como pudo, si era una ilusión no quería dejarla escapar.

El ojiverde demoró un par de segundos en reaccionar, bajó sus brazos y correspondió el abrazo con calidez.

— ¡Mi niño! ¡Estás bien! — lloraba la dama y Matt sintió una melancolía amarga avinagrarle el alma.

La mujer ya estaba en sus cincuenta y tantos años, su nombre era Kari, era sirvienta en la casa que vio nacer y crecer a Matthias, la casa de sus padres. El día que el chico tuvo que salir corriendo de allí, fue ella la que le dio dinero y ropa de abrigo antes de que todos perdieran su rastro.
La adorable mujer lo había criado y junto a la pequeña hermana del rubio, era la única otra persona que lo había tratado con cariño en aquel horrible lugar. Era una dama gorda, afable, muy cariñosa y consentidora.
Matt llevaba todo aquel tiempo intentando no recordarla, pues la extrañaba tanto que dolía. Kari era lo más cercano a una madre que había tenido. Nunca creyó que la vería nuevamente.

El mundo era tan pequeño al final.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now