❄️C.7: Tranquilidad❄️

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❄️ Tranquilidad ❄️

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Calidez y comodidad, eso es lo primero que siento. Poco a poco comienzo a despertarme, poco a poco el dolor vuelve, aunque infinitamente más controlado. Siento como si un camión me hubiera pasado por encima de las costillas, mi pecho aún emite un ligero ruido al respirar. Estoy acostado en la cama de Jim, recién bañado, con ropa nueva; la habitación está cálida y amena, me siento exhausto y débil, cierro mis ojos intentando volver a dormir cuando recuerdo todo lo que ha pasado, vuelvo por fin en sí, la preocupación me lleva al borde del pánico, intento salir del nido de telas en el que estoy, mas las piernas me fallan estrepitosamente. Vaya que estoy débil, no importa. Me arrastro hasta el borde y corro las telas que cubren la cama como a un capullo, esas que cuelgan del techo para alejar el frío en las noches.

— ¡Jim! — grito con la voz áspera.

Todo mi temor se apacigua al verlo sujetando un trapeador mirándome con los ojos enmarcados en ojeras oscuras, está cansado. Miro a mi alrededor, no hay manchas de sangre por ningún lado... y ya no es de noche. El punk está ahora sonriéndome alegre, usa unos guantes de goma amarilla y puedo ver botellas de químicos cerca de la cubeta que está usando. La habitación está tan cálida que él suda a pesar de estar vestido con pantalones delgados y una remera sin mangas, deben de haber unos cuatro grados Celsius en todo Berlín y él está así. La radio sonaba al compás de la canción Stripped de Depeche Mode haciendo que todo se sintiera más etéreo. Sin embargo, mi mente se avinagra de golpe, ¿qué había pasado? ¿Cómo se las arregló Jimmy para ayudarme si había tanta sangre? El pecho se me aprieta en angustia, abro la boca y mi jefe me calla.

— Con un carajo, Matt. Estate quieto — deja el trapeador a un lado, se me acerca sacándose los guantes y tirándolos al suelo. Su voz suena amable aunque puedo notar sus tonos de preocupación.

Me acomodo en la cama sintiéndome avergonzado y en extremo cansado, al estar frente a mí el punk me pone la palma de la mano sobre la frente, supongo que para chequear mi temperatura.

— Aún tienes fiebre, imbécil — me dice molesto, al tenerlo cerca puedo ver que lleva el pelo húmedo y amarrado con un pedazo de cuerda, ya no está todo sucio con su propia sangre, también apesta a hierbas —. ¿Con qué cara me sermoneas por cómo llego si tú, hijo de puta, te estabas muriendo de neumonía y no decías nada? — suena dolido —. Hazme un favor y no le hagas el trabajo tan fácil a la muerte — su ojo izquierdo sigue enrojecido, se me hace un nudo en la garganta.
Tiene razón —. Eres un imbécil. Pero te propongo un trato…

Intento interrumpirle, quiero decirle que lo siento. Obviamente no me deja, alza su mano y yo me limito a escuchar, luce complicado al hablar, se sienta a los pies de la cama y se pasa las manos por el pelo rojizo, nervioso.

— Ok. No volveré a molestarte con mis culpas por casi lograr que te mataran, tú decidiste aceptar el puesto de ser mi mano derecha y no volveré a porfiártelo, también evitaré llegar semimuerto y tú dejarás de ser tan estúpidamente condescendiente y me avisarás, con un demonio, si te enfermas. Tienes SIDA, Matt. Oficialmente cualquier mierda te puede matar y me estás simpatizando demasiado para hacerme esto de morirte tan pronto. Además, me salvaste la vida, y a nadie le debo un favor así de grande. Y para probarte que no miento... — se toma una pausa y yo no sé qué esperar —. Mi nombre real es Kai Grün, lo odio con todo mi ser y espero no se lo digas a nadie.

No sé qué decir. Esto es demasiado, sé que no me miente, lo puedo ver, pero nadie sabe su nombre, ¿por qué confió en mí de esta forma? No debería, no me creo capaz de...

— Ok, debo seguir limpiando — interrumpe todos mis pensamientos sonriéndome de medio lado intentando volver a su típica forma de ser, acabo de ver a un Jim que nunca había visto nadie probablemente, uno preocupado y atento... bueno, ya no es Jim, es Kai —. Y no te pongas paranoico que no he tocado tu sangre ni nada, así que estoy bien. Tú sigues siendo el único VIH positivo del barrio, ¿ok? — aclara con tono burlón logrando sacarme una sonrisa, atontado aún con el conocimiento de su verdadero nombre.

Se aleja cerrando las telas que envuelven la cama. Nuevamente vuelvo a estar dentro de aquel cómodo capullo, junto a mí no solo están Ares y Yeti, sino otros cuatro mininos más. Me acuesto acariciando al gran gato negro que ronronea fuertemente, el sueño comienza a caer nuevamente sobre mí, el nombre de mi amigo hace eco en mi cabeza y noto que todo huele a hierbas aromáticas, incluso mi pelo. La música sigue sonando tranquila y lenta, la habitación sigue amena y antes de caer profundamente dormido logro escuchar a Kai tararear la letra.
Por primera vez en la vida puedo decir que estoy totalmente tranquilo.
Estoy en casa.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now