❄️C.7: ¿Alergia?❄️

6 2 0
                                    

❄️ Alergia ❄️

❄️

— ¿Esas lágrimas son por mí? — escucho esa maldita voz irónica desde el umbral de la puerta y me giro con la intención de partirle el puto hocico y abrazarlo a partes iguales.

— Ya quisieras, imbécil — le respondo al punk que me observa con los ojos enmarcados en ojeras oscuras con una palidez enfermiza en el rostro. Se apoya en la puerta agotado, sonriéndome como el gato de Alicia en el país de las Maravillas. Siento una culpa horrible, hago todo mi esfuerzo por contenerme para sonar como un adulto maduro a pesar de que solo quiero largarme a pedirle perdón y llorar —. Jim, lo siento mucho... esto es...

— Esto es mi culpa, Matt. No intentes cargarla tú.

Quiero discutirle, de verdad quiero hacerlo. Él se pone serio y decido que lo dejaré para después.

— ¿Qué fue lo que pasó?

— Bueno, la verdad es que... mmh, ¿cómo te lo explico?

— Jim, sin mentiras por favor.

— Ok — se ve complicado, se notaba que buscaba las palabras, me estaba comenzando a preocupar con tanto preámbulo hasta: —. Chico, soy total y completamente alérgico al hierro — sentenció pasándose una mano por el pelo aún húmedo.

¿Qué?

— Sé que suena estúpido, lo sé. Pero la bala era de hierro y pues bueno, eso me pasa si me hieren con hierro — sonrió bobamente como si lo que acabara de explicar tuviera lógica.

— Estás de broma — debe ser una broma, ¿no?

— No, es verdad — no puedo creerlo, es una broma.

— Jim, nadie es alérgico al hierro.

— Puta, yo sí — ¿es en serio?

— Espera. Nadie es ASÍ de alérgico, ¿verdad?

— Yo lo soy.

— Jim, vivimos en un PUTO vertedero bañado en escombros, está plagado de hierro oxidándose allí.

— Sí, lo sé. Pero nunca me he cortado con hierro en casa.

— Me estás mintiendo.

— ¡Qué no!

Es que no puedo creerlo, si hasta suena imposible. Estoy a punto de pararme de la cama a peleárselo cuando noto que el dolor en las piernas por tanto golpe sumado al de la barriga por tremenda patada que recibí no me dejan de otra que arrastrarme hasta la orilla.

— ¡No te muevas! — me amenaza acercándose a mí.

No le creo, la verdad, lo miro molesto pues de verdad pienso que me está mintiendo. Pero para su suerte llega Amelia acompañada de una mujer baja y regordeta de cintura muy marcada, tiene el cabello cobrizo con su cara llena de pecas que enmarcan sus extraños ojos alargados y azules. Ella debe ser Sara.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang