🌿C.3: Desconfianza❄️

11 3 1
                                    

🌿 Desconfianza ❄️

❄️🌿

Al entrar, Matt nota que la luz es casi inexistente, no puede comprender cómo esos dos pueden estar tan acostumbrados a las penumbras. A duras penas distingue que están en un salón muy grande, quizás la recepción del edificio, al fondo del lugar, a unos sesenta metros, hay una fogata como única fuente de iluminación. Al sonar un par de gruñidos más, la anciana los manda a callar con un gruñido propio y la paz parece reinar al fin. El chico de cabello rubio acaramelado tropieza un par de veces, mas a la sexta de estar a punto de irse de bruces la dama de edad avanzada suelta un silbido entre risas y un perro colosal se ubica junto a él.

- Él es Napoleón, agárrate fuerte de su lomo si no quieres seguir tropezándote, muchacho. Acá no somos muy buenos para la luz como tú, niño de día.

- Ada - la interrumpe abruptamente Jimmy, y a Matt le da una extraña sensación de sospecha que comienza a impacientarlo.

Harto ya de los tropiezos decide obedecer agarrándose firme del pelaje del perro que lo guía sin contratiempos mientras avanzan por unos pasillos tan oscuros como cavernas e igual de hediondos a humedad, algunos incluso tienen el suelo tan mojado que hay posas que resuenan al pisarlas. A Matt comienza a faltarle el aire entre tanta negrura, sin romper su compostura extiende su mano con la ansiedad apretándole la garganta hasta que logra tocar uno de los muros, sin embargo, para su desgracia solo hay cemento agrietado, mojado y lleno de musgo, su cabeza le grita que vuelva sobre sus pasos y escape de aquella oscuridad cual boca de lobo. El pobre chico usa todo su autocontrol hasta que de pronto, tras una puerta mohosa, aparece una luz tenue y cálida, del otro lado hay un pasillo corto e iluminado por velas tan grandes que el muchacho supone robaron de alguna iglesia, poco importa realmente de dónde salieron siempre que haya algo de iluminación. Su claustrofobia parece controlada al ver, gracias a la luz, las ventanas rotas hacia el exterior, acto seguido observa a su guía canino, un mastín de pelaje negro brillante, un animal tan fabuloso que logra hacerlo olvidar la creciente preocupación e inseguridad que siente caminando tras esos dos tenebrosos anfitriones. El pequeño corredor termina en unas escaleras tan ruinosas y húmedas como el resto del edificio. Le tienta decir alguna broma, no obstante, se la guarda y los sigue en silencio hasta el pie de los escalones.

- Diles a Ecky y a Hagen sobre Matt, por favor - le pide cordialmente Jim a la mujer mayor.

- ¿Y a Lorena, Anty? - pregunta Adalia mientras chasquea la lengua y Napoleón, el mastín guía, se retira por el pasillo. El joven de ojos verdes queda impresionado ante el adiestramiento del animal.

- ¿Para qué? Nunca se da cuenta de nada, déjala ser. No la molestes.

La mujer de pelo cano se despide de ambos con un escuálido "buenas noches" antes de devolverse por el pasillo hasta ser tragada por la oscuridad.

- Jimmy... - vocifera a media voz, Matt.

- ¿Sí? - el de pelo rojo ya llevaba cuatro escalones subidos.

- Dime que no me vas a sacrificar al diablo o que este no es un antro de vampiros o algo - comenta mitad en broma desde el pie de la escalera, nervioso.

- Tranquilo, yo no adoro al diablo y los putos vampiros prefieren hospedarse al otro lado de Berlín - le sonríe Jim sin pensárselo mucho, pero al ver a su delgado invitado torcer el gesto incómodo, agrega -.
Vamos, no te he arrastrado media ciudad para matarte ahora, además Tommy me freiría, ¿olvidas que soy la última persona con la cual te vieron? Vamos, sígueme.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now