❄️C.7: Lealtad al rey❄️

7 2 0
                                    

❄️ Lealtad al rey ❄️

❄️

Para aumentar mi vergüenza, Sara confirma que el estúpido de Jim es en verdad mortalmente alérgico al hierro. Estoy a punto de protestar cuando echo un vistazo rápido en mi memoria notando que todo lo metálico en la habitación de Jim está hecho de cobre o aluminio, incluso las ollas. También noto por primera vez por qué Adalia se la pasa todo el tiempo cubriendo con papel, madera y plástico cada maldita viga o tubo de hierro que hay, yo creía que era por Lorena y su obsesión por andar descalza, pero no, era por Jim. Sin embargo, doy con el horno, el maldito horno es de hierro, pregunto por él y Jim me explica que por lo visto no me di cuenta de que estaba pintado... y claro, lo está. No tiene nada del hierro expuesto a menos que sea liso y suave. Ahora entiendo que es para que el “desastre de la casa” no se corte.

Sara tiene una voz extraña además del acento extranjero que usa al hablar, ella resulta ser algo así como la doctora personal de Jim (aunque Al bromea que probablemente es solo una veterinaria y no evito reír con él), también me examinó a mí mientras estaba inconsciente, me preocupo de golpe justo al tiempo que ella me aclara que sabe de mi “condición” así que no debería alterarme. Solo evidencio golpes, sin fracturas ni nada, de todas formas me sermonea maternalmente por mi gripe mal tratada, me advierte que debo cuidármela o podría terminar con pulmonía o algo. Jim me mira de reojo por medio segundo y sé que no dejará de fastidiarme por no decirle nada. El sangrado de mi boca fue porque la maldita varilla con la que me golpearon cortó parte de mi encía, mas con tres puntos era cosa de unos días para que ya estuviera bien. Jim tenía dos de sus dedos entablillados (los que se había dislocado), la herida de bala demoraría en curarse más de lo normal por el asunto de su extraña alergia, aunque como estaba acostumbrado a recibir golpes, ni siquiera fueron tema de conversación todos los moretones que exhibía. Lo que si fue tema fueron sus tatuajes.

— Primero, no tenía idea de lo tonificado que está, jefe — comentó Amelia de manera coqueta y burlona, luego agregó sin vergüenza —.
Pero esos tatuajes no me los habría esperado ni siquiera de ti.

— Que bueno que te gustan, Ame. Porque nunca los verás de nuevo — se incomodó el punk y yo sonreí alegre de verlo así.

Mi relación con Amelia mejoró exponencialmente después de ese día.
La mujer de cabello cobrizo salvó al rey callejero con una serie de inyecciones y medicamentos, una vez que él volvió en sí les contó a todos cómo yo lo había salvado... y cómo había jalado del gatillo por él.
No negaré que en el momento que lo hice sentí una vigorizante sensación de poder y una serenidad que me asustó. Pero ahora que ya lo había hecho, ahora que ya había pasado el peligro y la adrenalina, me sentía distinto. Mentí diciendo que me arrepentía de jalar el gatillo, que sentía pena por aquellos hombres, no obstante, la verdad era muy distinta. Sentía remordimiento y culpa, sentía vergüenza y un peso en el alma difícil de describir, pero no era porque el asesinarlos me atormentara, era porque no lo hacía. Ellos me raptaron, me amarraron a una silla y me torturaron, los odiaba y los deshumanizaba con cada golpe que recibía, mas cuando vi que iban a matar a Jim ya no tenían rostro; eran máscaras de personas, eran bestias que usaron mi descuido para atrapar y matar al rey Jimmy, a mi anfitrión y jefe, mi amigo, considerando que fue a rescatarme sabiendo que era una mala idea.
Querían matar a quien me había tendido su mano sin siquiera conocerme mientras todos me daban la espalda. Sentía lealtad, sentía que jalaría ese gatillo una y mil veces, y eso me asustó. No sabía en qué momento había logrado convertir mi voluntad en roca, la muerte ya no era mi amiga, ya no la esperaba, esta vez le porfiaba. La lealtad que sentía hacia el punk había llegado a ese nivel y aunque no se lo diría o admitiría jamás creo que estaba bastante claro. La lealtad hacia Jim sabía a sangre y dolía. La lealtad hacia él me cambiaba.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now