🌿C.6: El Caballero del Rey❄️

6 2 0
                                    

🌿 El caballero del Rey ❄️

❄️🌿

Jim evidenciaba lo agotado que estaba, sudaba en frío y el vaho que escapaba por su boca demostraba su agitación. Los músculos le dolían y el estrés mental de no encontrar a Matt lo hacía sufrir de más. Para su suerte no habían sido muchos los hombres que el Gordo Dan había contratado para vigilar el perímetro. Obviamente no había ido solo, tres de sus hombres estaban con él, incluyendo al colosal Albert que al enterarse que habían cogido a Matt se había ofrecido como voluntario en su rescate. Ninguno de ellos había llegado tan rápido al edificio como Jim, estaba amaneciendo demasiado rápido para el punk que únicamente sabía moverse bien en la oscuridad. Ignoró la entrada principal por la obvia razón de que debían estar custodiándola, así es que entraría por el costado este del edificio, sabía que no era sensato ir solo, no obstante, era el maldito de Dan quien había raptado a Matt hace un par de horas y Jim conocía muy bien a ese gordo de mierda como para saber que a Matt con suerte le quedaban minutos.
Un par de disparos en la distancia lograron ocultar el sonido de la ventana que rompió para entrar, todo habría salido perfecto si tan solo sus “habilidades” no le hubieran fallado. Apenas entró al lugar le llovieron las balas, era una pena que luego de años de negocios el bastardo quisiera matarlo. Esquivó los tiros como una extraña mezcla de gato y sombra.

— ¡Deja de correr, rata! Esta vez no puedes hacerme nada, niño.
¡Estoy protegido! — le gritaba frenético el líder, el tan conocido Gordo Dan, con el overol manchado aún con la sangre de Matt.

Jim olió el líquido rojo con odio y con un par de aciertos logró eliminar de la pelea a dos de los cinco guardias del Gordo.

— Nunca debiste coger a uno de los míos, Dan — espetó con tono relajado, pues aunque estaba hecho ira, no le iba a dar el gusto al bastardo de ver lo afectado que estaba.

— Pero si tú no tienes “tuyos”. ¡Ah! ¡Es verdad! Ahora tienes una mano derecha, niño. Ahora si tienes a alguien que llamar “de los tuyos”, o mejor dicho tenías.

Esto último le colmó la paciencia al punk, lamentablemente en un mal intento de agarrar a uno más de los matones de su enemigo, Dan disparó y Jim cayó al suelo quejándose.
En la lejanía se ahogaban unos últimos tiros que resonaban como truenos en una tormenta moribunda. Jimmy se retorcía en el suelo mientras el líder de la emboscada le ordenaba a uno de los suyos acercarse a su presa, la sonrisa se le apagó de golpe al escuchar a lo lejos las sirenas de la policía.

— ¡Bastardo! — le gritó a Jim al tiempo que daba la orden de que el sujeto más cercano rematara al pelirrojo.

El caótico punk se giró sobre su espalda lanzando un certero cuchillo a su verdugo, tan certero que le atravesó el cuello robándole la vida.

— ¿Eres una cucaracha, pendejo? — vomitó bilis, su enemigo.

Lo siguiente que aconteció fue tan rápido, tan aprisa que la sorpresa inundó la habitación. Tres tiros resonaron fuertemente haciendo eco, tres tiros que fulguraron en la oscuridad del lugar como relámpagos, tres tiros que escaparon calientes y fríos a la vez por el mismo cañón. Antes de que Jim volviera a pestañear, los dos hombres a los costados de Dan cayeron con sus cabeza manando sangre oscura como manantiales y el Gordo cayó de rodillas gimoteando como un cerdo con un costado mojando de rojo el overol y sus manos.
El pelirrojo miró totalmente sorprendido a su salvador aún apoyado contra el umbral de una puerta que daba a un pasillo interno, jadeando como un perro con su brazo aún estirado y apuntando a su mutuo enemigo que gritaba en el suelo, el arma todavía humeando sostenida a duras penas. El cabello rubio pegado a la cara, los labios morados por el frío, la boca enrojecida debido a los golpes y los ojos fieros sobre el malnacido gestor de aquella infame trampa.

— ¿Matt? — preguntó con la voz cansina, el contrabandista.

— ¿E-estás bien? — interrogó agotado su amigo.

— Ahora que te veo vivo mucho mejor — sonrió sorprendido.

— Est-estás sangrando.

— Estoy bien, chico.

El Gordo Dan aún gritaba de dolor, Jim intentó levantarse pero cayó al suelo nuevamente, Matthias entró desafiante a la habitación sin dejar de apuntarle al regordete hombre herido. El contrabandista pelirrojo hizo un nuevo esfuerzo por levantarse, lográndolo. El disparo le había rozado las costillas, no era nada grave al parecer. Las sirenas de la policía ya estaban casi encima de ellos.

— ¿Y que hacemos con el ce-cerdo? — cada palabra era escupida con aversión pura. Jimmy miró a los ojos fríos y llenos de odio del rubio, le pasó una mano por el pelo húmedo y se inclinó sobre su enemigo que aún chillaba de dolor. La herida no era mortal, pero no querría estar en el lugar del Gordo Dan ni por un segundo. Hurgó rápidamente en los bolsillos del tipo, de uno de ellos sacó un minúsculo frasco de vidrio relleno de aceite, un clavo oxidado y hierbas. Jimmy frunció el ceño molesto y obligó a Dan a mirarlo a los ojos. Un instante después el rostro del hombre era de terror puro.

— Démoselo a la policía popular — sonrió el punk satisfecho mientras soltaba a quien había intentado matarlo. Matt guardó el arma en uno de sus bolsillos obedeciendo sin cuestionar, Jim lanzó el frasco al suelo y lo pisoteó quebrándolo en mil pedazos, el menor lo miró curioso un par de segundos antes de salir del lugar junto al rey callejero.

Se alejaron lo más rápido que pudieron del condenado edificio y para la grata sorpresa de ambos Albert los esperaba en un coche robado. Antes de subir, Jim preguntó jadeando sin poder aguantar su curiosidad.

— ¿De dónde sacaste esa arma?

— Mis ineptos secuestradores no la sacaron del bolsillo de mi abrigo, supongo que no creían que la recuperaría. Me la dio Amelia.

— Ya me parecía que no quería solo comer contigo aquella vez — bromeó el pelirrojo y Matt sintió un cálido alivio de que ambos salieran vivos de esa.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now