❄️C.5: ¿Qué te traes?❄️

6 3 0
                                    

❄️ ¿Qué te traes? ❄️

❄️

En el Gran Árbol no parecían funcionar con relojes sino con luz de sol, ya era el atardecer y como estamos en Berlín en pleno invierno los días son bastante cortos. Yo ya me hallaba cocinando a gusto, tendría a Lorena de invitada, ya había alimentado a los gatos (y a los perros de Adalia), ahora estaba usando una camisa a cuadros roja que había encontrado tirada (obviamente de Jim), ya que la mía se había manchado. Hoy había una dama invitada a la mesa, quería estar presentable, a ella le haría gracia y su sonrisa era tan dulce que valía las formalidades fuera de lugar.

Jimmy llega al rato a la gran habitación dando un portazo con el cual me sobresalta. Me giro para sermonearlo por el susto que me ha dado cuando veo esos ojos. Sus ojos están llenos de felicidad, le comento que Lorena vendrá a cenar mas me responde que ella ya se lo ha dicho, se me acerca sin que logre deducir qué está haciendo hasta que me abraza fuertemente para luego sentarse a mi lado a verme cocinar. Le narro que la muchacha ha recordado mi nombre y ambos sonreímos alegres (omito la parte de la promesa rara porque ni yo entiendo qué fue todo eso). Le pregunto por su día, me suelta todo un párrafo de que ha sido bastante aburrido para él y que estaba desesperado por volver, le han invitado a otra fiesta (lo hacen a diario), lo miro devuelta solo para verlo jugar con sus gatos. No irá, últimamente siempre que lo invitan es lo mismo, por lo visto está aburrido de los antros. Mira su radio de lejos notando que la he estado manoseando, comenta que siempre olvida comprarse una y que extraña la música, después concluye que debería ir yo a comprarla, me niego y le peleo que aún puedo arreglarla, alza las manos con un "bueno, haz lo que quieras", así que sonrío triunfal siguiendo en lo mío hasta que el idiota me atrapa desprevenido con una simple pregunta:

- Si no tienes dónde ir, ¿por qué no te quedas definitivamente aquí?
- su voz suena serena y clara, mas su rostro proyecta lo divertido que está de verme la cara de sorpresa, sentado sobre una caja de madera apoyando su espalda contra una de las paredes con un libro sin título sobre el regazo. Su ojo derecho ya no estaba tan enrojecido por el golpe de la pelea anterior, aunque el moretón seguía intacto.

- ¿Qué? - fue lo único que pude espetar.

- ¿Para qué nos mentimos? Tú pareces estar cómodo aquí, a mí no me molestas y no tienes dónde ir. ¿Por qué no te quedas oficialmente aquí? Además siempre ayudas a Eckard. Y a Hagen le gusta tu comida.
Vamos, hasta lograste que Lorena venga a comer.

- Jim, suena bastante bien - comencé a decir, al dueño de casa se le dibujó una sonrisa en el rostro... que le extinguí de golpe -. Pero ambos sabemos que soy un inútil, no me queda dinero y no sé de dónde sacarlo. No me gusta ser la carga de nadie y no tengo cómo contribuir aquí. Sin olvidar que odio que me tengan lástima - sentencio fríamente.

Jimmy permaneció unos segundos en silencio, pensando con sus ojos castaños clavados en los míos.

- Primero, no te tengo lástima. Me agradas, eres diferente de todo lo que conozco - su honestidad me pilla desprevenido -. Segundo, ¿qué crees que has estado haciendo todo este tiempo?

- ¿A qué te refieres?

- Me has ayudado con mi "trabajo", has ayudado a Ecky a limpiar, nos cocinas, cuidas a mis gatos y les mimas, ayudas también a Adalia con sus perros y le arreglas el día a mi pequeña Lorena. ¿Crees que eso no es contribuir aquí? No estamos en el lado capitalista, chico. Somos marginales, para nosotros el dinero no es lo importante.

El pelirrojo parece algo molesto, se ha puesto tan serio que se ve amenazante.

- Sabes a qué me refiero - le digo sintiéndome mal.

- Trabaja para mí entonces - suelta de pronto. Mi desconfianza vuelve de golpe a mi mente, nada puede ser tan fácil.

- ¿Por qué eres tan amable conmigo, Jim? ¿Qué mierda te traes, eh?
- no puedo evitar ponerme hostilmente a la defensiva -. ¿Es algún fetichismo tuyo de verme morir o algo? - el pelirrojo abre los ojos como platos y para mi desconcierto se larga a reír a carcajadas.

- No, chico. No. No soy tan torcido. Es solo que me gusta recoger gatos callejeros - me sonríe burlón.

- ¿Quieres que sea tu mascota, rey Jimmy? - respondo cabreándome.

- Vamos, no te enojes - intenta bajarle el perfil a la situación. Me niego a dar mi brazo a torcer.

- Jim, contéstame. ¿Qué te traes conmigo? - saco el maldito sartén del fuego mirándolo a los ojos, serio y molesto, no me gustan las dobles intenciones, ya he sufrido bastante a causa de ellas. Él cierra su libro tranquilamente, se levanta de la caja de madera y lo deja allí. Se mueve parsimoniosamente hacia mí.

- Me llamas la atención, y no es porque te estás muriendo, no soy tan morboso. Me das curiosidad, eres diferente a la gente que conozco, me aburro demasiado todo el tiempo, pero contigo no me pasa, quizás es porque ya me siento demasiado solo, qué se yo, nunca he tenido amigos ni nada - toma una pausa, está midiendo sus palabras y la verdad no me creo lo de no tener amigos -. Y también tienes algo que me ayuda bastante con mi trabajo - vaya, esto es raro. Por fin dice una verdad, aunque sea a medias.

- ¿Y que es ese algo? - espero que no intente mentirme en la cara, eso también me jode.

- Pongámoslo así, tienes algo que me sirve mucho con la mitad de mi trabajo, tan importante es que necesito que no te vayas. Además eres bien parecido y mis clientes comunes ya me han dicho que preferirían tratar contigo en público que conmigo, son unos jodidos mojigatos juiciosos, chico.

Parece sincero, no lograré que me diga qué es ese algo que tanto le sirve ahora, quizás solo debo tener paciencia y pillarlo desprevenido. No me da la confianza suficiente pero tiene razón en un punto: no tengo dónde ir, y si hubiera querido hacerme algo malo probablemente ya lo habría hecho.

- ¿Y bien? ¿Trabajarás para mí? - me mira seguro de sí mismo el muy bastardo, ya sabe mi respuesta -. Vamos, te necesito - esas últimas palabras están de sobra.

- Está bien, Jimmy - me rindo volviendo a colocar la sartén sobre el fuego de la cocina. Parece un jodido gato satisfecho, retrocede, coge nuevamente su libro y se echa sobre su cama, que supongo ahora pasará a ser nuestra. Quizás debería pedir una cama propia o mejor, una habitación.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Where stories live. Discover now