❄️C.5: ¡Maldito Jim!❄️

10 3 3
                                    

❄️ ¡Maldito Jim! ❄️

❄️

En la tarde del quinto día había ido a ver a los Tigres mientras Jim hacía otras entregas enigmáticas por la ciudad. La dueña del edificio donde residían estaba hecha furia al verme, no me dejó entrar, así que mis anfitriones anteriores me invitaron a comer en el centro de la ciudad.
Thomas estaba francamente contrariado de saber que "El Mago" me había recibido por esos días, me hizo jurarle que jamás le diría a nadie dónde estaba el hogar del pelirrojo, ni siquiera a él. Por lo visto habían muchos que querían matarlo para quitarle su mercancía, era entendible, el mundo de ellos se movía de manera distinta, más aprisa diría yo.
Tommy siempre tuvo un corazón de oro y no contuvo su alegría de que tuviera dónde quedarme, también entendió que no quisiera hablar mucho de Jim. El problema fue que todo el resto tenían mil preguntas sobre mi relación con el rey punk y no paraban de fastidiar con lo mismo, me advertían sin tapujos que no me acercara a él porque tarde o temprano me haría algo malo. Stephan insistió demasiado en su teoría de "recuerda que es bisexual y te va a violar" o cosas así, no pude evitar terminar riendo a carcajadas junto a Tom. Al final se rindieron comentándome lo loco que debía estar para estar de acuerdo con su líder sobre el traficante. Como no tenía mucho más de que hablar terminamos todos platicando del escape del antro y de que el jefe de Kostya no entendía qué le había pasado a su pobre camioneta al encontrarla al otro día aboyada y casi sin combustible, tampoco entendía desde cuándo Kos conocía a su hijo al saludarse ambos al otro día. Me imagino la cara que pondría el hombre si se enterase de que su adorado primogénito le prestó el vehículo a su amante para que los Tigres Rosas pudieran ir a una fiesta a la cual ellos dos no entraron porque se quedaron follando en su preciado carro. Según Kostya el viejo era tan clasista que primero estallaría de ira porque su amado crío estaba con un trabajador pobre y sin familia, antes de que le molestara que fuera un hombre. Reímos bastante mientras todos en el restaurante nos miraban con ganas de querer echarnos a la calle, aunque como a la camarera le caíamos demasiado bien no pasó. Al caer el sol me despedí de mis camaradas, me fui entre risas, reproches infantiles y advertencias sobre Jimmy. No había notado lo mucho que los extrañaba hasta unas calles después, eran buena gente, su alegría siempre me contagiaba algo de vida, sin olvidar que le debo mi existencia a Tom y aún no le he devuelto ni una décima parte de lo que ha hecho por mí, mi deuda con él es grande y de verdad espero poder pagársela de algún modo antes de... bueno, antes de morir.

El frío se traga la ciudad rápidamente pero para evitar ser seguido (muchos quieren el paradero de Jim) tengo primero que vagar por distintos lugares antes de encaminarme realmente al Gran Árbol. Es un alivio llegar al ruinoso edificio, cada día le tomo más cariño, sin embargo al entrar me encuentro una desagradable sorpresa: Adalia está notoriamente afectada por algo, preocupada y angustiada junto a sus perros, me mira con los ojos cristalinos y corre a saludarme con afecto al verme llegar, no necesito preguntar nada pues es ella la que habla a media voz, Jimmy fue atacado. Contengo mis ganas de salir corriendo a ver cómo está, nunca he sido realmente impulsivo y no comenzaré ahora, respiro profundo esperando los detalles. La última entrega del día salió mal, intentaron emboscarlo y Jim terminó peleando para sobrevivir, para su fortuna (y mi alivio) únicamente salió con unos cortes algo profundos en los brazos más un ojo morado. Adalia lo recibió y lo curó, tuvo que suturarle las heridas ella misma, afectándola.
Para ella Jim era casi un hijo, era normal que se preocupara tanto, mas no pudo contener sus propias palabras y sin que yo quisiera me terminé enterando de que "llegar medio muerto" era algo muy común en el punk. Todo el tiempo habían entregas que le salían mal, la anciana soltaba una lista de heridas y encuentros demasiado arriesgados con otros traficantes, me mencionó disparos y cortes, ¡hasta lo habían intentado ahorcar una vez! Me contuve todo lo que pude para poder consolarla. Cuando estuvo más calmada maldijo al rey callejero y su maldito afán de tentar a la muerte arriesgándose de más. Yo solo apreté los dientes indignado mientras la mujer mayor me agradecía escucharla.
No lo negaré, estaba molesto. No con Jim realmente, sino conmigo, sé que quizás no habría podido hacer mucho si estaba con él, más que mal no soy bueno peleando, pero lo habría intentado. Prendo un cigarrillo camino a la habitación de Jim (que descaradamente es donde también duermo) y con cada peldaño que subo mis cavilaciones se vuelven más y más agresivas, termino dándome cuenta que mi enojo demuestra que me estoy preocupando demasiado por el bastardo de Jimmy, ni siquiera sé su real nombre, no somos amigos, no somos nada. Yo solo soy un recogido más, como sus gatos. Lo conozco hace tan poco pero me preocupa, el rey punk me simpatiza demasiado y es todo su culpa, me trata demasiado bien, como Thomas.
Al llegar a la puerta negra apago el cigarrillo que ni he disfrutado, exhalo profundamente obligándome a no entrar molesto o maldiciendo al maldito irresponsable que es mi anfitrión. Pero al entrar el muy puto ya tenía un plan de contingencia.
Estaba echado sobre su cama con las ropas aún rasgadas y ensangrentadas, tiene su maldita media sonrisa irónica ya puesta y ya lleva media botella de vodka bebida, botella que sujeta a duras penas con una de sus manos. Al instante que me ve se sienta en su nido de telas al tiempo que espanta a un par de gatos. Su ojo derecho está enrojecido y todo lo que le rodea hasta el pómulo está simplemente negro, se ve doloroso pero sus brazos se ven peor. Entre sus numerosos tatuajes y los vestigios de sangre seca se notan claramente los cortes que Ada tuvo que coser. Mi mirada debe ser de ira pura porque lo primero que me dice es un:

- Debiste ver cómo quedó el otro sujeto.

Y con eso ya tengo suficiente.
Sin sonar tan furioso como estoy le encaro que debería tener más cuidado porque tiene a Adalia con los nervios de punta. El bastardo me anula todo el sermón con unos simples "no te preocupes", "no es tan grave", "no es la primera y no será la última vez que me salga mal una venta". Quiero partirle la cara y la verdad no sé porqué carajos estoy tan enojado con él, ¡pero lo estoy! Intento retomar la discusión, mas al cabo de un par de minutos termina prometiéndome que para la próxima enviará a uno de sus "empleados" para que me quede tranquilo.
¿Jim tiene empleados? ¿¡Dónde!? Y entonces, ¿por qué diablos hace él las putas entregas?

- Jim...

- ¿Qué? - parece un niño regañado, todo ensimismado ahí semiborracho sobre su cama con un gesto de berrinche en la cara.

- Si tienes "empleados"... ¿¡Por qué mierda entregas tú las cosas!?
- aún estoy en la maldita puerta, el calor huye de la habitación aprisa y los gatos me miran atentos.

- Yo solo entrego un par de cosas, las más delicadas por así decirlo.
El resto las entregan mis trabajadores - me dice con total sinceridad, su voz espeta todo de manera tan tranquila que logra tranquilizarme un poco, así es que cierro la puerta tras de mí y mientras me saco mi abrigo busco más leña o carbón para los fogones. No puedo discutir contra él, es un traficante, su mundo es distinto.

Luego de rellenar los fogones se me ocurre una idea. El maldito de Jim por poco arruina mi día, así que clamaré venganza. Me marcho al baño del piso a calentar agua, una vez lista obligo a Jim a rastras a entrar con ropa y todo a la tina, ni siquiera calenté mucho el agua. Es un deleite ver cómo la borrachera se le espanta de golpe.

- ¡Mierda, chico! ¡Esta mierda aún está helada! - grita escupiendo agua mientras me largo del lugar riendo.

Finalmente (con todo perdonado) Jim vuelve temblando a la habitación-casa vestido únicamente con una toalla, su cara me demuestra un desprecio fingido y yo sonrío triunfante. Resulta ser que los brazos no son la única parte de su piel tatuada, está lleno de símbolos y dibujos que lucen como ilustraciones antiguas en viejos libros de alquimia, también ostenta variadas cicatrices pero las peores son sin duda unas marcas blancas y ligeramente sobresalientes en su pierna derecha, la pierna de la cual cojea, ¡vaya herida debió ser esa!

- Esos tatuajes... - comienzo a comentar únicamente para ser interrumpido.

- Si te quedas lo suficiente puede que algún día te hable de ellos.

Fantástico. En una frase corta y precisa ya no puedo seguir avanzando.
Por primera vez me planteo que moriré sin enterarme de nada. ¡Maldito Jim!

Al rato comienza a insinuarme que tiene hambre y en un abrir y cerrar de ojos ya tengo a todos en el Gran Árbol como invitados a comer.
Todas las personas a las que les he cocinado en mi vida han quedado maravilladas con mi comida, no creo que lo haga tan extraordinariamente como dicen pero sabe bien. Lo sorprendente es que es la primera vez que Hagen acepta comer en la "casa" del punk, se miran como queriendo morderse hasta que sirvo los platos, y para el shock de todos, Hagen declara que "jamás había probado algo tan rico", no se quejó de nada en el resto de la noche, un milagro para todos los presentes (incluyéndome), ya que solo Lorena se salva de ser maldecida e insultada por el vejete amargo. Me alegra poder ayudar al menos así.

Horas después me despierto sobresaltado por los gritos de Jim.
Su cama es un revoltijo de frazadas, algunas pieles viejas, telas y sábanas montadas sobre colchones viejos que descansan sobre unas cajas largas de madera. Su improvisado lecho logra ser tan espacioso que podemos dormir ambos en él más alrededor de veinte de sus gatos, duermo infinitamente más cómodo que con los Tigres, allí tenía que compartir un sillón con Kostya y Alex, y ellos eran el doble de personas que yo... literalmente. Es así que sus gritos logran no solo despertarme a mí, sino a los felinos que corren lejos al instante. Es una pesadilla, despierta de ella confundido y desorientado, le hablo aunque al principio parece no escucharme, por ende me acerco, sus ojos parecen brillar en la oscuridad por un momento antes de volver en sí. Me mira preocupado y no tiene las energías para fingir ligereza, se levanta pidiéndome disculpas por despertarme y se larga a hacer qué-sé-yo al quinto piso, el único lugar que desde un principio Jim me dejó bastante claro que tenía prohibido ir. Y obviamente no supe de él hasta el otro día.
No importaba cuánto lo analizaba, el punk era cada vez más un enigma, un jodido puzzle. No entendía bien qué hacía y sus extrañas costumbres me confundían aún más. Cada vez que creía entender su rareza, me perdía. Al menos mi vida ya no era aburrida.

El Brujo y El Muro: Fuera del espejo (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora