Emma tenía que empezar a andar por sí misma, poner un pie delante de otro y saltar los muros que tenía por delante en su camino, e iba a empezar superando el recelo a Noah. No sabía muy bien como, pero esperaba poder hacerlo. Por el momento haría algo para pedir perdón por su comportamiento.

--Carmen ¿A Noah le gustan los dulces?

Pregunto ella con una pequeña esperanza creciendo dentro de ella. Dado que no sabía que mas hacer, la mejor opción, si tenía suerte, era preparar un postre para el hombre y rezar por que le gustara.

La mujer sonrió ampliamente cuando asintió.

--No es un loco del dulce, aunque creo que eso es más bien culpa mía, pero siempre acepta un buen postre ¿Por qué?

Podría trabajar con eso, pensó Emma.

--Me gustaría poder usar la cocina durante un par de horas, en la tarde ¿Puedo?

La mujer sonrió.

--El único vetado es Noah, y solo porque cada vez que entraba ponía todo patas arriba.

--¿Es por sus ojos?

Formulo la pregunta con apenas un susurro de voz, y era porque a pesar de que el se valía muy bien por sí mismo, siempre tendría algún impedimento que no podía solventar, uno de ellos podía ser manejarse bien en un espacio delicado, como lo era la cocina.

Carmen alzo su mano, haciendo un gesto desdeñoso.

--¡Qué va! El simplemente no tiene la costumbre de ir recogiendo mientras va cocinando, así que la última vez que lo pille y vi como había dejado mi cocina, lo eche de allí cucharon en mano. Desde entonces no ha vuelto a poner un pie dentro. No mientras yo estoy, al menos.

Emma se rio al oír esa pequeña historieta. ¿Así que el señor de la casa es un desastre cocinando?  Era divertido oír eso. Desde luego ya había podido ver que era olvidadizo, así que el papel de desastre le iba bien. Sabía que no por ser ciego implicaba que fuese un abnegado, y que Noah hacia todo por sí mismo. De hecho era mucho más independiente que muchas personas con sus cinco sentidos.

--¿Vas a hacerle un postre?

Curioseo Carmen sacándola una vez más de sus pensamientos. Emma la miro y sonrió.

Pensaba hacerle un postre, si, pero no que fuese demasiado dulce, por si no le gustaba, aunque aun no sabía muy bien que haría. Por suerte podría comprar lo ingredientes en cuanto llegasen al súper mercado. Compraría un poco de todo para poder tener opciones donde elegir.

--Tarta de queso.

Frunciendo el ceño, Emma miro a la doncella. La mujer tenía la mirada puesta en la carretera y lucia una pequeña y discreta sonrisilla en los labios.

--¿Qué has dicho?

Pregunto ella, esperando que la mujer confirmara si había oído bien o no. Creyó oírla murmurar algo así como Tarta de queso.

--Nada. No he dicho ni mu.

Mentira, pensó Emma.

Estaba claro que aquello era una pista, sobre todo si lo que escucho era lo correcto, y ya sabía hacia dónde dirigir sus esfuerzos para pedir perdón. Prepararía una deliciosa tarta de queso y esperaría que la magia que ella podía hacer en los postres, calara en el hombre y pudiera ser perdonada por haberse comportado de una manera tan mala.

Con toda la compra hecha, y todo guardado en los gabinetes correspondientes, Emma empezó a sacar los ingredientes que necesitaba y los boles y moldes que iba a usar. Luego lavo sus manos, las seco a conciencia con un trozo de papel de cocina, y empezó  a disfrutar de algo que amaba hacer. Cocinar dulces.

Cuidaré de tiWhere stories live. Discover now