—Está bien. —Resopla— pero que esta vez sea de verdad. No podemos estar así —responde con un tono más serio y la entiendo.

—De acuerdo. —A medida que me acerco, levanto la vista y la forma extraña que vi antes en el suelo poco a poco se vuelve más nítida—. No. —Lo que veo me hiela la sangre—. ¡No! —repito al descubrir que es ella y mis ojos se abren asustados.

—¿Qué ocurre? —me pregunta Beatriz y me doy cuenta de que estoy apretando tan fuerte el teléfono contra mi oreja que me lo estoy clavando.

— ¡Mariajo! ¡Mariajo! ¡Está inconsciente! —Corro todo lo rápido que puedo y, sin darme cuenta, dejo caer el teléfono antes de llegar hasta ella. ¿Qué le pasa? ¿Por qué está así?—. ¡Mariajoooo! —grito con todas mis fuerzas y me tiro al suelo con ella—. ¿Qué te pasa? ¡Responde! ¡Mariajo! —La zarandeo, pero no se mueve y al fijarme en el color de su piel mi corazón se detiene—. ¡Mierda! ¡Abre los ojos! ¿Qué tienes? —Con las manos temblorosas, y sin saber qué es lo que le pasa, busco dentro de su boca algo que le haya podido ocasionar una asfixia, pero al no encontrar nada coloco las palmas de mis manos en el centro de su pecho y comienzo a presionarlo una y otra vez deteniéndome solo para insuflar aire en sus pulmones. Ni siquiera me atrevo a buscarle el pulso por si no lo encuentro. Me niego a pensar en lo peor—. ¡Ayudaaaa! —grito desesperado mientras le practico la reanimación—. ¡Ayudaaaa! —Sus manos y labios azules me advierten que lleva demasiado tiempo sin recibir oxígeno y al buscar angustiado mi teléfono con la mirada, no lo encuentro.

Durante varios minutos más masajeo desesperado su corazón y observo aterrado que no hay nadie en la calle que me pueda ayudar. La posibilidad de correr hasta el restaurante para buscar auxilio ronda por un segundo en mi cabeza. Sin embargo, aunque está relativamente cerca, no me atrevo. Si me detengo Mariajo no lo soportaría.

De nuevo, tomo una gran bocanada de aire para introducirla en su pecho y al acercarme a su boca veo unas extrañas marcas en su cuello.

«No puede ser...» me digo y visualizo la imagen de la persona que vi corriendo antes.

Miro la hora en mi reloj y al ver que ya llevo más de diez minutos intentando reanimarla, comienzo a perder las esperanzas. Un cuerpo aguanta un máximo veinte de minutos sin oxígeno y, después de eso, con suerte quedaría en estado vegetal.

—Vamos, cariño. Vamo, vamos—repito sofocado y varias lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. No puedo creer que esto vaya a terminar así. Mariajo no puede morir. No de esta forma—. No me dejes cielo..., no me dejes ahora que te tengo —suplico derrotado y al alzar la vista por un segundo, logro divisar mi teléfono. Está escondido detrás de la rueda de un coche—. ¡Aguanta! ¡Aguanta, cariño! —le grito a la vez que corro a por él y cuando logro desbloquearlo con las manos temblorosas, aparece un mensaje de Beatriz en la pantalla.

"Gorka, la ambulancia ya está en camino. Nuestra llamada quedó abierta y por lo que oí, entendí que estabas en apuros. Los he enviado a la farmacia donde me dijiste que Mariajo te estaba esperando. Tranquilo, cielo".

—Dios mío... —Miro al cielo dando gracias y cuando me giro para volver con Mariajo, oigo las sirenas y la ambulancia no tarda en aparecer tras la esquina—. Dios mío... —Mi vello se eriza y comienzo a mover mis brazos de un lado a otro para que me vean.

Un médico sale de ella junto a un enfermero, bajándose casi cuando todavía está en marcha, y corren hasta Mariajo.

—¿Qué le ha pasado? —me preguntan rápidamente.

—¡No lo sé! —respondo nervioso—, Cuando salí del restaurante ya estaba en el suelo. El médico inspecciona su cuello y me mira de una forma que no me gusta—. Yo no... Creo... creo que alguien ha intentado estrangularla —digo sabiendo lo que está pensando—. Solo tardé un momento y al llegar estaba en el suelo.

Pongo las manos sobre mi cabeza y resoplo con fuerza. Me da igual lo que crean, ha sido así y no pienso defenderme más. Lo único que quiero ahora es que le salven la vida.

Una mano toca mi hombro y al volverme veo que es Rebeca.

—¡Gorka! ¿Qué ha pasado? Hemos oído la ambulancia y al salir te he visto aquí.

—Alguien le ha hecho daño a Mariajo. —Las lágrimas corren por mi rostro descontroladas—. No sé qué ha pasado. Solo tardé unos minutos.

Cubro mi cara y comienzo a llorar con fuerza. Hacía años que no lloraba así.

—Tranquilo, peque. —Al advertir mi sufrimiento, Rebeca me abraza y Celia, que ha venido con ella, acaricia mi brazo.

El médico habla en ese momento para pedir algo y vuelvo mi atención a Mariajo. Tienen que salvarla... tienen que hacer algo por ella porque no soportaré perderla.

—Ayudadla, por favor —intento acercarme, pero Rebeca me sujeta.

—Déjales trabajar. —Sabe cuánto sufrí con mi abuelo y teme que vuelva a hacerlo. Todavía recuerdo cómo me abracé a él y no lograron apartarme de su cuerpo hasta que el médico certificó su muerte—. ¿Qué has visto al salir? ¿Había alguien cerca? —me pregunta para sacarme del extraño estado de shock en el que me estoy adentrando.

—Un... un hombre corría, pero no me fijé en él. —Camino por el asfalto sin apartar la mirada de Mariajo y trato de calmar mis pulsaciones, pero cuando un técnico saca algo de la ambulancia mi corazón comienza a latir más rápido—. Salvadla, por favor. —Agarro mi cabello y me dejo caer al suelo donde las manos de Rebeca vuelven a mi hombro.

—Gorki, tranquilo. —Así es como me llamaba de pequeño—. Umm..., qué extraño. No veo su bolso —le susurra a Celia, pero lo escucho—. ¿Lo ves tú?

—No —responde la chica.

—Me temo que pueda tratarse de un robo —deduce—. Gorka —Al oír que me llama de nuevo, reacciono—. Tenemos que irnos. Se la llevan... —dice cerca de mi oído y al buscarla con la mirada veo que están subiéndola a la ambulancia.

Me levanto para caminar hacia ellos y el médico, al verme, me espera.

—¿Cómo está? ¿Han conseguido algo? ¿Tiene pulso? —pregunto ansioso. Necesito que me den una respuesta o me volveré loco.

—Débil, pero al menos hemos logrado que su corazón lata. Vamos al hospital con ella —me dice esta vez con un tono menos acusatorio y eso me extraña—. Has hecho un buen trabajo, chico. He visto las marcas en su pecho.

—Gra... gracias... —De nuevo, mi garganta se inunda por las lágrimas y Rebeca toma mi relevo.

—¿A qué hospital la llevan? —le pregunta, y tras indicarnos la dirección echo un último vistazo dentro de la ambulancia para despedirme de ella.

—¡Aguanta, mi vida! No me dejes solo, por favor. ¡Aguanta! —digo sin importarme lo más mínimo que me estén escuchando—. Te quiero, Mariajo. ¡Sé fuerte!

____________

MAÑANA MÁSSSSS!!!

 Os espero en Instagram y Facebook:

Mi Instagram: elenagggggg
Mi Facebook: elenagggg (es mi cuenta personal, pero no tiene botón de "agregar como amigo" así que tendréis darle al botón "seguir")

Mi Instagram: elenaggggggMi Facebook: elenagggg (es mi cuenta personal, pero no tiene botón de "agregar como amigo" así que tendréis darle al botón "seguir")

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Os quiero!

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora