Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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¿Hacia la felicidad?
El peligro de la locura
Sin arrepentimientos
Antes de...
¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

¡Ya llegan!

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By NuriaOrtiz


Un largo recorrido de 38 semanas, que resultaron agotadoras pero maravillosas, estaba llegando a su fin. La consulta del doctor estaba lista para ella, para ofrecerle la que podía ser la ultima revisión de su embarazo. Tenia asegurado que las mellizas estaban completa y absolutamente desarrolladas para salir al mundo con un par de buenos berridos antes de que fuesen puestas sobre su pecho, y sin embargo, ese acontecimiento, aun parecía demasiado lejano para ella.

Con todo lo ocurrido con Sean, el ambiente tranquilo y estéril del consultorio le hizo suspirar brevemente. Había acabado harta de los lugares clínicos, pero debido a su embarazo, era absolutamente necesario. Pero ese día y como cada vez que tuvo revisión prenatal desde que el corazón de sus niñas pudo ser escuchado, el lugar se lleno con el bombeo fuerte y rápido de sus corazones.

Sonriendo, miro hacia Noah, quien parecía aborto en los latidos de sus hijas y se emociono. Aun recordaba el día en el que le confeso que ella iba por encima de todo, incluso de sus hijas, y sin embargo, eso parecía haber cambiado con el paso de los días. No tenia ninguna duda de que Noah amaba a sus hijas incondicionalmente, y ahora que podía sentirse mucho mas unido a ellas, la emoción que sentía al ver como buscaba la respuesta de las niñas a través de ella, era como un regalo que solo ella podía ver. Fue capaz de encontrar el equilibrio que necesitaba para estar en consonancia con sus emociones y a la misma vez, dejar paso a la arrolladora ternura y amor que las niñas despertaban.

--Sus latidos son fuertes.

Susurro Noah, en papa encandilado. Solo necesitaba echarle un vistazo a su cara, para percatarse de que era un papa enamorado de sus niñas. Poseía unas ganas enormes de sostener a las mellizas en sus brazos y ella tenía muy claro que el lugar favorito de sus niñas para estar, seria los brazos de su papa.

--Son un par de chicas fuertes. Están completamente desarrolladas, así que puedes ponerte de parto en cualquier momento, ¿Has tenido contracciones esta última semana?

--Si, pero las tuve durante una hora, a distintos intervalos y luego ya no tuve ninguna mas.

--Bueno, ellas ya están en posición, así que solo podéis esperar a que este par de aquí inicie todo.

--¡Que lo hagan pronto, por favor!

Rogó, mirando al techo, implorando que el parto llegase cuanto antes debido al cansancio que sentía. Aguantar el peso de dos bebes, era doloroso. Tenía dolor de espalda, sentía como sus piernas estaban a punto de estallar y las idas y venidas al cuarto de baño cada cinco minutos, por que se orinaba, eran un engorro. Aun así, no se arrepentía de su embarazo, solo quería que terminase cuanto antes para poder "descansar" un poco.

Su doctor se rió, divertido por un ruego que debía de haber oído un millar de veces durante su carrera, mientras apagaba el ecógrafo y le entregaba un montón de papel para que se limpiase la piel de lubricante.

--Ya estas en la recta final, así que haz que este chicarrón te mime y consienta durante estas ultimas semanas de embarazo.

Animo su doctor con una amable sonrisa. No necesitaba que se lo dijeran. Noah hizo su meta personal el complacerla, o mejor dicho, el mimarla hasta la extenuación. Se pasaba el día vigilante, intentando adivinar, si ella no se lo decía claramente con palabras, que era lo que quería o necesitaba, pese a que lo único que a veces pedía, eran masajes por el dolor de espalda que el peso de sus pequeñas le generaba. A veces tanta atención podía llegar a ser agobiante, pero agradecía cada pequeño gesto que hacia por su bien. Así que no podía molestarse solo por que al hombre se le iba un poco de las manos el echo de cuidarla, pues si por el fuese, no movería ni un solo dedo hasta que las pequeñas nacieran. Por otro lado, le dejaba hacer por que sabía que estaba preocupado. Fue un embarazo buscado, aunque llego antes de lo esperado, pero ninguno de los dos había barajado la posibilidad de que pudiera ser múltiple, así que el susto no cesaría hasta que Sena y Lana no nacieran. Por eso no iban a bajar la guardia por nada del mundo. Necesitaban que tanto Sena como Lana, nacieran sanas y enérgicas para dar vida a un rancho lleno de gente que las esperaba con los brazos abiertos. Eso era lo que todos estaban esperando. Un nacimiento que les diera la oportunidad de ver y criar a sus dos hijas durante el resto de sus vidas.

Sin embargo aun no habían llegado al final de meta a pesar de que sus pies estaban solo a unos pocos centímetros de ella.

Entrelazo sus dedos con los de Noah y cansada, se recostó un poco contra el, ayudándose de su fuerza para continuar, y en respuesta, el beso la cima de su cabeza. Agradecía tener a alguien como el a su lado, pues le brindaba tanto apoyo y comprendió durante todas esas semanas tan extenuantes para ella, que se había ganado el cielo solo por su paciencia. Estaban un paso mas cerca de convertirse en una familia y la espera estaba resultando algo tediosa, pero sabían que merecería la pena, cuando finalmente tuviesen a las niñas en sus brazos.

A la salida de la clínica se tenso ante los malos recuerdos de ese día, que volvieron a asaltarle, atrayendo imágenes indeseadas a una mente que aun se estaba recuperando, pero que al menos ya no temblaba con la sola presencia de esos recuerdos. El peligro fue eliminado y Sean estaba a salvo. Tenia que quedarse con eso y seguir viviendo su vida, sin pensar en los y si que tanto habían volado a través de sus pensamientos.

--¿Todo bien?

Miro hacia arriba, al rostro preocupado de Noah y sonrío. En aquel tramo de acera, los años que paso siendo maltratada y vejada por un indeseable, se terminaron. Ahora podía respirar libremente sin tener que llevar a nadie para cuidar su espalda. Y aunque estaba muy asustada por el hombre que hizo aquello posible, ahora estaba mucho mejor. Así que debido a todo lo que le debía a Sean, ella rechazo cualquier sentimiento negativo que pudiese generar la vista de aquella calle, pues no lo merecía.

--Si. Todo esta bien.

Contesto, rodeando la cintura de Noah con un brazo, se apretó contra su costado y sonrío.

Ahora todo esta bien, pensó con tranquilidad.

***

--Noah, contracción.

Susurro Emma al pasar por su lado. Presionando el botón del conteo de tiempo, alargo su mano libre y busco a Emma con los dedos, acaricio su brazo con ternura. Su chica estaba apoyada en el respaldo del sofá y se balanceaba, soltando algún que otro quejido mientras la contracción pasaba.

--Ya.

Apago el cronometro y le mostró la pantalla.

--Son muy espaciadas.

--¿Quieres que vayamos al hospital?

--No.

Había preguntado solo por si acaso lograba que dijese si. En esos momentos, pese a que estaba claramente acojonado, la única que podía decir como funcionaba su cuerpo era Emma. Nadie sabría mejor que ella cuanto tiempo podía aguantar antes de hacer el viaje hasta el hospital, y por como iba la cosa, iban a pasar un buen rato yendo de una habitación a otra, pues Emma caminaba para aliviar la presión y el dolor que sentía.

Froto su suave mejilla contra su antebrazo, mientras las palabras salían en voz baja de sus labios. .

--Todo va bien, Noah, no te preocupes. No son contracciones seguidas y no duelen tanto como para querer ir al hospital. Estoy más cómoda en casa.

--Solo quiero asegurarme de que estáis bien.

--Lo estamos.

Apretando los dientes para no protestar, reclino la cabeza junto a las manos de Emma y suspiro. Con la terquedad de la mujer, en esos momentos le gustaría tener un mando a distancia o una poción mágica, para poder arrebatársela. No iba a mentir, ¡estaba asustado! Pero maldita sea, ¿Quién no? No era un embarazo de un solo bebe, ella llevaba dos dentro de su vientre y las cosas podían ir muy bien o muy mal, dependiendo de cómo se desarrollaran las cosas durante las contracciones. Su medico le dijo que en cuanto confirmara que las contracción que llegase a sentir fuesen de parto y no unas de falsa alarma, debía ir al hospital... ¿Emma había echo caso a las indicaciones del profesional a cargo de ella? No. ¿Indicaba eso que su futura esposa estaba loca o era un poco inconsciente? Si.

--Puedo ver como las ruedas de tu cabeza chirrían, Noah. ¿Qué pasa?

--Estaría mas tranquilo si nos fuesen ya al hospital.

--Aun no. ¿Por qué no subes y me preparas un baño? Mantente ocupado, anda. Estarás mejor.

--No quiero mantenerme ocupado, quiero llevarte a un lugar donde estés rodeada de profesionales.

--Si, lo se. Pero aun no.

Dijo mientras le levantaba las gafas sobre su cabeza y acariciaba su cara con la punta de los dedos. Intentaba tranquilizarlo con su toque, pero en esos momentos no funcionaria. Acunando su rostro con la palma de la mano, Emma acaricio su mejilla con cariño.

--Por favor... ¿preparas el baño?

Entornando los ojos hacia ella, suspiro al entregarle el teléfono con el que llevaban el registro de las contracciones.

--Voy.

--¡Gracias! Eres un amor.

--Lo que soy es un idiota enamorado, que es distinto.

Mascullo, ganándose una suave risa por parte de Emma mientas volvía a tapar sus ojos con las gafas de sol.

Si ella era capaz de reírse tranquilamente, suponía que no todo iba tan rápido como el creía y no había necesidad de correr hacia un hospital, pero aun así, se sentiría mucho mas tranquilo con la situación si ella estuviese en un lugar donde pudieran controlar el avance del parto. Sin embargo, comprendía el por que ella no quería dejar la casa todavía. Ella se movía por cada habitación, luchando contra el dolor que llegaba con una contracción, haciéndole frente con el movimiento, y aunque ya sabían de antemano que el hospital en el cual nacerían las niñas permitía a las mujeres moverse con total libertad, nadie iba a quitarle a la futura mama una hora en monitores, sin poder hacer nada salvo mirar la pared. Y eso era lo que Emma estaba intentando evitar.

Al trotar escaleras arriba, fue directamente a su habitación y entro en el cuarto de baño. Iba a llenar la bañera con agua caliente para que Emma tomase un agradable baño. Haría todo lo posible para que Emma estuviese cómoda. Así que si ella quería tomar un baño, el prepararía dicho baño.

Mientras la bañera se llenaba de agua caliente los pasos amortiguados de un par de pies descalzos le hicieron levantar la cabeza del borde de porcelana.

--¿Cómo va nuestra parturienta favorita?

--Si Emma te escucha llamarla así, va a hundir sus uñas en tus tripas.

Sean se rió y quejo al mismo tiempo, desde el quicio de la puerta. Escuchar al tipo en casa, era grandioso solo por lo que ello conllevaba. Su recuperación estaba siendo perfecta en todos los niveles y aunque a veces era un dolor en el culo solo por lo caprichoso que era en algunas cosas, todos se alegraban de tenerlo de vuelta en el rancho.

--Aun no te he agradecido por ponerle Sena a una de las niñas.

--Y no hace falta que lo hagas. Ellas están aquí por ti.

--¿Eso quiere decir que son tan mías como tuyas?

Sabia que Sean estaba de broma, pero el no lo estaba. Por eso hizo algo que solo había echo con Emma.

Echando hacia atrás las gafas de sol que ocultaban sus ojos ciegos, clavo la mirada en la dirección desde la que la voz de Sean había sonado y adquirió u n semblante serio.

--Si, Sean. Sena y Lana, son tan tuyas como mías. Eres su padrino y espero que si, por alguna cosa, Emma y yo faltamos, tu te encargues de cuidarlas como si cuidares a tus propias hijas.

Un denso silencio, solo roto por el sonido del agua al caer a la bañera, se estableció entre ellos. El guardaespaldas debía de estar muy sorprendido, pero el quería que le quedase muy claro cual era su posición respecto a las mellizas. No importaba que esas niñas fuesen fruto de su semilla, el había ofrecido su vida a cambio de las de ellas, y eso era algo que el nunca podría pagarle. Así que esperaba que ese simple gesto de mostrarle sus ojos, dándole la oportunidad de ver su debilidad, le hiciera creer en sus palabras.

--Daria mi vida por ellas.

--Lo se. Lo se muy bien. Por eso creo que no serian capaces de estar con nadie mejor que contigo.

Tras un largo silencio, la gran mano de Sean se apoyo sobre su hombro y le dio un firme apretón.

--Suerte la nuestra que vosotros estaréis ahí para ellas durante muchos, muchos años ¿verdad?

--Seh, además, aun tenemos que hornear un par de bollitos más, para dejarte un gran dolor de cabeza a ti y a Kyle.

Sean se rió muy suavemente.

--Serás cabrón.

Sonriendo ampliamente al hombre, oculto sus ojos y comprobó el nivel del agua. Cerró las llaves y se levanto. En el momento que lo hizo, Sean lo sorprendió dándole un calido abrazo.

--Gracias por confiar en mí.

El no dijo nada. No hacia falta.

***

Cada voz que llegaba a sus oídos, lo hacia mas como un zumbido que como un tono en si. Las contracciones habían ido regularizando durante las dos últimas horas y en esos momentos, los intervalos entre una y otra, eran mucho más cortos que antes. El dolor también era mucho mas intenso, llegando a doblarla y cortar su respiración cuando una nueva oleada atacaba.

Su técnica del balanceo ya no funcionaba y la respiración no era nada salvo unos cuantos resoplidos que la dejaban mareada. Temía que si aquello se alargara mucho tiempo, iba a acabar extenuada, pero aun tenia cuerda para rato y aunque Noah no estaba nada feliz por su terquedad, en esos momentos iba a echar mano de ella para salir del paso.

Todos estaban dando opiniones distintas mientras ella pasaba por una nueva contracción, así que no estaba realmente pendiente de lo que discutían, sin embargo sabia que existían dos lados, el de Noah, quien estaba loco por meterla en el coche y llevarla directamente al hospital mas cercano, sin tener en cuanta que ya tenían un lugar previsto y Kyle, que discutía con su hermano mayor, para que respetara su deseo de quedarse en casa tranquilamente hasta que la hora del alumbramiento estuviese a la vuelta de la esquina, alegando que ella se sentiría mucho mas cómoda así. Y llevaba razón, pero no podía obviar que los dolores eran cada vez más fuertes, así que asumía que aquello se iba a volver incontrolable muy pronto. Resumiendo... tenían que ponerse en movimiento, por mucho que ella odiase el hospital. Sin embargo, no estaba dispuesta a dar a luz en su salón.

Más que nada, por que Noah colapsaría antes de que las niñas nacieran. Estaba a punto de hacerlo en esos momentos y las pequeñas aun no habían asomado la cabeza... como para quedarse en casa a la espera del nacimiento. No, eso no era viable para el futuro papá de sus mellizas.

Cuando el dolor paso, dio gracias al altísimo mientras poco a poco se enderezaba. Las lumbares la estaban matando, pero eso era producto de las contracciones y del peso de la barriga. Así que no había mucho que hacer al respecto. Al mirar a los tres hombres que la rodeaban, paseo su mirada por cada uno de ellos hasta llegar a Noah.

--Por favor, ¿podemos irnos?

--Bien. Vámonos, pero te aviso Noah James McCarter, que si me obligan a quedarse tumbada en la cama, voy a hacerte la vida imposible durante el siguiente mes.

Ante su amenaza, Noah asintió gravemente con los labios apretados en una fina línea.

--Me parece bien.

--Pues ala, vamos.

Termino por decir, soltando un largo suspiro mientras se acercaba al montón de cosas que habían ido acumulando para el momento culminante en el que finalmente se marchasen. Ese momento había llegado, así que echo un vistazo a las mochilas y la bolsa del cojín de lactancia. Las bolsas de sus bebes estaban llenas de las cosas que pudiese necesitar para ellos en el transcurso de los días de hospital y contenían, a demás, la ropa que usarían cuando salieran del centro. En otra bolsa, o mas bien una pequeña maleta, iban sus cambios de ropa. Pijamas, bragas, calcetines... un poco de todo. Iban fuertemente preparados para la aventura. Y ahora tocaba meter todo eso en el coche.

Ella agarro el cojín de lactancia y se giro justo en el momento en el cual Noah se echaba la bolsa de las mellizas al hombro. Kyle ayudo con la maletita, mientras Sean se acercaba con una sonrisilla.

Apuntando directamente al hombre con un dedo, le sonrío.

--Tú y Kyle os quedareis en casa. No puedes estar mucho tiempo sentado y no pienso compartir mi cama contigo.

--¡Estas de muy mal humor, Em! Pero esta bien, eso nos da tiempo de jugar, ¿verdad monstruito?

Contesto Sean con voz alegre. Mirándolo por encima del hombro, sonrío ampliamente.

--¡No puedes hacer esfuerzos físicos, son ordenes del doctor gatito!

--¡Cállate!

Pese a que le dolía todo prácticamente, se rió. No solo por la contestación de Sean, sino por las ruborizadas mejillas que encontró en Kyle. Iba a usar la baza del gatito hasta la extenuación y ellos lo sabían muy bien, sin embargo, la pareja sabia que ella solo bromeaba con ellos. Los amaba con todo su corazón y no quería otra cosa que no fuese la felicidad de esos dos. Sin embargo, picarles, era un pasatiempo que había encontrado y del que no se pensaba deshacer.

Mientras Kyle y Noah metían las cosas en el maletero, ella se subió al coche y vio por la luna delantera como Corey corría hacia ellos. El grandillón que una vez fue su guardaespaldas se había quedado en el rancho para seguir trabajando, pero esa vez como vaquero. El seria su chofer hasta el hospital y ayudaría a Noah a llevar las cosas hasta la habitación que les asignasen.

Con todo guardado y todos los que iban a viajar dentro del coche, Corey piso el acelerador y salio del rancho con rapidez. Tenían un viaje algo largo hasta llegar a su destino y se le iba a hacer interminable a causa del dolor, pero cuanto antes estuviese en manos de un profesional, antes se tranquilizaría Noah. Quería que el hombre disfrutase de ese momento tan bonito, aunque doloroso, si le preguntaban a ella, por que iba a ser el único en un buen tiempo. Dos bebes daban mucho trabajo, así que hasta que las pequeñas no fuesen un poco autosuficientes en el sentido de poder pedir cosas y demás, ella no iría a por otro.

Con un quejido, apretó los dientes cuando el dolor volvió. Cada vez eran mas intensas y mas largas.

--¿Otra?

--Si, eso parece, jefe.

Corey contesto a Noah, adivinando que ella no podría y tenía razón.

Su corazón acelerado por el dolor y el nerviosismo de ver a sus mellizas, no paraba de bombear fuertemente contra sus costillas, retumbando contra sus oídos, se preparaba para el esfuerzo físico que conllevaba dar a luz a dos pequeñas y preciosas personitas. Y aunque estaba deseando llegar a ese momento, estaba aterrada. Sin embargo, contaba con el apoyo de Noah y el deseo de ver a su novio cargar en brazos a sus hijas. Ver su emoción al saber que, después de tanta espera, era finalmente papá.

El dolor paso, pero sabia que en cuestión de unos pocos minutos iba a recibir una nueva oleada, aun así, con los ojos un poco llorosos, miro por la ventanilla y suspiro. La ciudad brillaba a lo lejos, dándole la bienvenida con su acogedora luz.

--¿Lo ve, señora? Estamos casi ahí, aguante un poco más.

--Si, dile eso a estas dos ¿quieres?

--Lo haría si supiera que me iban a hacer caso.

Rió Corey. Sentado a su lado, Noah resoplo.

--Son igual de tercas que su madre, Corey, es una batalla perdida.

--¡Hey! No soy terca.

--No, cariño, eres increíblemente cabezota.

--No es cierto.

Noah giro su rostro hacia ella, y arqueo las cejas tras sus oscuras gafas.

--Si lo eres, y eres muy consciente de ello.

--Eso no... es cierto.

Mascullo cuando una nueva contracción puso su barriga dura como una roca y atormento sus riñones como si alguien estuviese usándolos como una piñata. La mano de Noah cogio la suya.

--Ya casi estamos... Ya casi ¿me oyes? Aguanta solo un poco mas.

--Vale...

Jadeo, siendo consciente de que el podría verla si asentía. Lo miro de reojo y vio su preocupación. Fue enternecedor, y le dieron ganas de abrazarlo hasta que esa expresión se disipase de su hermoso rostro, pero en esos momentos no podía hacer nada, salvo concentrarse en ella misma. Su cuerpo le hablaba, le iba mostrando como de rápido o lento iban a ir las cosas, y en ese punto, estaba bastante seguro de que el parto estaba muy avanzado. Quizás mas de lo que ella creía.

En el momento en el cual el dolor paso, ella se desplomo contra el costado de Noah, apoyando su cabeza en el grueso hombro, encontró un poco de tranquilidad allí mientras respiraba profundamente.

--¿Cuál crees que saldrá primero?

--Me da igual, mientras salgan.

Noah rió suavemente, llevando su mano a los labios.

--La primera en salir, se llamara Sena.

--Si. Y quiero que seas tú el primero en sostenerla.

--¿Segura?

Ella asintió con la cabeza. Estaba deseando verlo con las pequeñas. Acunadas entre sus grandes brazos. Apoyadas sobre su ancho pecho, Noah les daría toda la seguridad que ellas necesitaban para crecer, y lo harían rodeadas del amor de un papá enamorado de sus princesas. Iba a volverse loca haciéndoles fotos, pero no le importaba, era algo, por lo que sin duda, merecía la pena perder la cabeza.

A la llegada al hospital, mientras Corey sacaba todo del maletero, Noah la ayudo a bajar y llegar al ala de maternidad. Le entrego sus papeles y hablo rápidamente con la mujer en el mostrador. Un par de palabras y asentimientos después, ella estaba sentada en una silla de ruedas rumbo a su habitación. Noah y Corey fueron con ella, y en el segundo que dejo todo el armario de la habitación, el guardaespaldas/vaquero se despidió, dejándolos a ellos dos solos ante el peligro.

--Hola señorita Brynn, ¿Cómo esta?

--De parto.

Mascullo cuando una nueva contracción la doblo. Noah se posiciono a su lado, ofreciéndole la mano para que se aferrara a ella, aguanto el dolor de sus huesos cuando la uso de bola antiestrés para el dolor.

--Ya veo... en cuanto termine la contracción, me gustaría revisarla para ver como esta de avanzada ¿de acuerdo?

Ella simplemente asintió.

--Bien. Respire para pasar por el dolor.

En cuanto la contracción paso, ella miro al doctor.

--Respirar no ayuda en nada, solo te hace parecer un caballo resoplando por culpa del dolor.

--Quizás, pero mientras se concentra en respirar no piensa en el dolor.

Ante la mirada que ella le lanzo, el hombre se carcajeo y alzo sus manos en señal de rendición.

--Esta bien, olvidémonos de eso ¿puedo revisarla?

--Si.

Todas las revisiones vaginales le habían dolido en un momento u otro. Algunas de ellas por que la persona a cargo era una burra, otras por que ella se tensaba mucho cuando las hacían... pero siempre dolían y esa no fue la excepción. Aunque si tenia que decir, que fue menos que otras veces. Y mientras a ella la revisaban, Noah se tenso a su lado.

--Bueno... todo va viento en popa y a toda vela, señorita Brynn. Tiene ocho centímetros, así que esto va a ir bastante rápido.

--¡Viva!

--Pasare por aquí para ver como va en un rato. Si la necesidad de empujar le llega antes de que yo haya vuelto, no dude ni un solo segundo en pulsar el botón para llamar a las enfermeras. Ahora vendrán a ponerle las correas durante un rato para comprobar como están los bebes.

--Quiero moverme.

--Esta bien, usaremos el inalámbrico para que pueda pasear.

--Bien.

Su doctor salio y ella miro a Noah. Codeo al hombre y sonrío.

--Has tenido suerte ¿eh?

--Un poco. ¿Quieres bajar?

--Si, por favor.

Noah la ayudo a bajar, sosteniéndola por los brazos se aseguro, una vez que ella estuvo de pie en el suelo, que estaba estable antes de soltarla. Creía que estar en el hospital tranquilizaría al hombretón que amaba, pero el seguía tan tenso como antes y su rostro lucia muy preocupado, así que hizo lo único que sabia que lo ayudaría; Lo abrazo. Rodeo su cintura con los brazos y apoyo la mejilla contra su amplio pecho. Así recibió una nueva contracción y gracias al agarre de Noah, pudo pasar por ella mientras se balanceaba suavemente. Con cada nueva respiración, el aroma de Noah limpiaba sus pulmones hasta que ella lo exhalaba para recibir una nueva oleada.

--Huele muy bien.

Murmuro al acabar con la contracción. Su chico se rió, besando la cima de su cabeza mientras sus brazos la abrazaban con fuerza. Iban a darle la bienvenida al mundo juntos y el seria el primero en sostener a una de las pequeñas, a Sena, entre sus brazos. Ya no estaban en peligro y podrían vivir su vida libremente y sin miedo. Todo lo que pudo llegar a perjudicarlos en algún punto de su camino juntos, ya no tenia la mas minima importancia, por que ellos seguían firmes como una roca, uno al lado del otro sin importarles nada mas. Rodeados por una gran familia y unos amigos maravillosos, ellos traerían al mundo un par de pequeñas y dulces niñas a las que amarían por el resto de sus vidas. Y quizás pronto, cuando ellas contaran con unos pocos años, agrandaran aun más la familia que ya de por si tenían.

Por que ese era su sueño en conjunto, llenar la casa, en la cual vivían, de la risa de sus hijos.

A veces todo iba demasiado rápido y otras demasiado lento, en esos momentos, después de lo que parecían años de haber ingresado en el hospital, ella por fin estaba lista para empujar. Estaba cansada a causa de los dolores, y aunque sus pequeñas estaban bien, si todo se alargaba demasiado, ellas comenzarían a sufrir, y nadie quería eso. Así que mientras se tumbaba en la cama y miraba a Noah a la cara, se concentro. La imagen que llevaba buscando tantos meses estaba solo a unos pocos pasos, y no iba a dejar que se alejara.

--Muy bien, Emma, se que estas cansada, se que duele, pero quiero que con la próxima contracción empujes con fuerza para sacar a tus hijas ¿de acuerdo? ¿Estas lista? Vamos campeona...

--¡Aquí viene una!

--Empuja Emma.

Dijo la enfermera. Siguiendo las instrucciones de la enfermera que los acompañaba, ella pego su barbilla al pecho, cerró los ojos y empujo. Ella estaba sorprendida por el silencio que reinaba en la habitación. Había esperado gritos por parte de todos y mucho barullo, pero mientras ella empujaba, el doctor a cargo de su parto se mantenía sentado entre sus piernas abiertas, y la enfermera a su lado se aseguraba de ella y las pequeñas estuviesen bien mediante las maquinas conectadas a ellas.

Era un trabajo duro, pero tenia que ayudar a su hija a nacer.

--... ocho, nueve y diez... respira, Emma, lo estas haciendo muy bien.

Echando hacia atrás la cabeza, tomo una gran respiración y jadeo. Sudorosa y dolorida, estaba deseando que aquello acabase, pero no todavía. Aun no había salido ni la primera niña, así que el trabajo que tenía por delante aun era un poco duro, sin embargo el esfuerzo, merecería la pena.

--Aquí viene otra ¿estas lista?

--Si...

--Venga, empuja.

La cuenta de la enfermera comenzó. Su voz era muy suave mientras contaba del uno al diez lentamente, y la guiaba a descansar cuando la contracción pasaba.

--Muy bien, Emma.

Los ojos de la enfermera se fijaron en Noah.

--¿Cómo va el papá? ¿Bien?

Su chico no dijo palabra, solo asintió fuertemente, arrancando una sonrisa de la enfermera.

--¿Quieres cortar tu el cordón umbilical?

--¿Eh?... Mmm...... No, no creo que yo pueda...

--No vas a hacerles daños a las pequeñas y nosotros te diremos donde cortar ¿quieres?

Ella miro a Noah. Sabía que lo decía por su ceguera, pero ella no le dejaría retroceder.

--Me gustaría que lo hicieras.

Noah sonrío mientras se inclinaba y la besaba.

--Lo que desees.

Un "oh" muy largo paso a través de los labios de la enfermera antes de que la instara a una nueva sesión de empujar. La mujer seco su cara con una toalla, le sonrío calidamente y la animo a seguir haciéndolo igual de bien. En esos momentos, pese a todo lo que estaba pasando, el pensamiento de un ramo de flores para esa buena mujer, estaba en su mente. Le daría las gracias por ser tan amable y calida en su trabajo, asegurándole que gracias a eso, ella estaba mucho más tranquila y cómoda con todo. Pero eso no era lo importante en esos momentos, y cuando la cuenta termino, ella jadeo por un poco de aire.

--En la siguiente contracción, quiero que lo des todo. Ya casi tenemos la cabeza, y si lo haces bien, en las próximas contracciones la primera podría estar fuera ¿crees que tienes fuerzas?

--Si.

No eran profesionales por nada y tal y como dijo, la siguiente contracción saco la cabeza de la primera bebe, quien seria, sin ninguna duda, Sena. Resoplando por un poco de aire nuevo, ella miro las sonrisas del personal medico.

--Oh, si. Aquí esta. Respira tranquilamente ¿vale? Lo estas haciendo muy bien.

--Y es preciosa, ¡eso no se lo ha dicho, doctor!

--¿Y lo dudas? Mira a los padres.

Al mirar a Noah, vio su sonrisa al oír hablar de su hija. El orgullo era cada vez más y más notorio en su hermoso rostro y ella estaba encandilada por sus expresiones.

--Viene otra, ¿crees que puedas sacarla en esta?

--No lo se, estoy cansada.

Susurro, mirando al doctor con los ojos bien abiertos para no perderse nada. El asintió.

--Vamos a intentarlo ¿te parece?

--Empuja.

Dijo la enfermera sin darle tiempo a contestar al doctor. Aun así, ella hizo exactamente eso. Empujo con todas sus fuerzas para sacar a Sena de su interior. Y lo hizo. Sintió como su hija se deslizaba libremente de sus entrañas, saliendo al mundo con un buen lloro. La pequeña tenía un buen par de pulmones y un bonito color rosado impregno rápidamente toda su húmeda piel. El docto la manipulo rápidamente, cogiendola y secándola, miro a Noah con una sonrisilla.

--Ven aquí, papá. Ven a cortar el cordón de tu hija.

Tembloroso, Noah se acerco ayudándose del tacto hasta los pies de la cama. Una vez a su lado, ella no perdió detalle pese a sus jadeos, de cómo Noah se inclinaba y seguía las instrucciones del medico a cargo. Con la mano temblorosa, Noah corto el cordón que durante casi nueve meses había unido a Sena a ella y sonrío a la vez que lloro por la alegría del momento.

--¡Fantástico! Espera aquí, que vamos a entregarte a tu hija en un momento.

La enfermera la arropo y se la entrego, mostrándole suavemente como cargar el pequeño paquetito que era su hija.

--Ahí la tienes, ¡felicidades a los dos! Es preciosa.

--Gracias. Muchas gracias.

Susurro Noah al sentir el peso de su hija por primera vez en los brazos. Su rostro, una mezcla de orgullo y emoción, la hicieron llorar mientras lo observaba encandilado por la pequeña vida que sostenía. El tenía una gran sonrisa en los labios, y mientras retrocedía con mucho cuidado hasta la cabecera de la cama, arrollaba suavemente a Sena con sus palabras.

--Hola, preciosa. Hola... bienvenida, Sena.

Cuando Noah peso la cabeza de su hija, ella ya era un mar de lagrimas. Y cuando se la mostró, orgulloso, ella supo que no iba parar de llorar durante las siguientes horas.

--Es preciosa ¿verdad?

--Si, lo es. ¿Estas contento?

Pregunto mientras acariciaba el pequeño rostro de su hija. Era una preciosidad rosada, a la que iba a achuchar en cuanto su hermana Lana naciera. Noah dirigió sus oscuras gafas hacia ella y sonrío al tiempo que se inclinaba y la besaba.

--Muchísimo. Gracias, Emma. Muchas gracias.

--Aun queda otra en el horno.

--Entonces tenemos que sacarla ¿no crees?

Rió Noah con la voz cargada de emoción. Ella sonrío con ternura al ver como las mejillas de Noah eran surcadas por dos regueros de lágrimas, así que al estirar su mano, rozo su piel para secar la humedad que habían dejado atrás sus lágrimas.

--Vamos a concentrarnos en la siguiente bebe ¿de acuerdo?

--Si.

La enfermera miro los monitores y asintió con una sonrisilla. Poco después le dio la orden de empujar siguiendo el conteo que la mujer hacia. Con cada empujón y cada dolor, era un nuevo paso para tener a Lana entre sus brazos. Su niña estaba cada vez mas cerca de conocer el mundo, para reunirse nuevamente con su hermana melliza con la que había compartido barriga durante 38 largas semanas.

--Solo un poco mas...

--... nueve y diez... respira, Emma.

Jadeando, ella miro a Noah y luego al doctor.

--¿Ya se ve?

--Casi.

Cuando resoplo, la amable mujer que la vigilaba y animaba, sonrío.

--Venga, que no decaiga el animo. Esa preciosidad de allí ya ha hecho hueco, así que vamos a esperar a que esta salga casi propulsada.

Aunque no quería, fue inevitable reír suavemente en medio de su cansancio.

--Eso espero.

--Seguro que si... aquí llega otra contracción ¿lista?

--Vamos a por ella.

No salio propulsada, ni fue más fácil que la anterior. Costo tanto como Sena, pero mereció cada minuto del esfuerzo sufrido para tenerla. Lana llego después de cinco largas contracciones, en las que dejo hasta su alma empujando para que saliese, y al hacerlo, lloro con tanto ímpetu como la había echo su hermana minutos antes.

Agotada, lloro mientras observaba como tumbaban a Lana sobre su piel y la limpiaban con energía, mientras la pequeña lloraba con fuerza. El trabajo estaba hecho. Las niñas estaban finalmente fuera. Tenía dos preciosas hijas recién nacidas a las que mimar y consentir durante el resto de su vida, y aunque aumentara la familia en un futuro, tenia muy claro que aquel mágico momento que acababa de terminar, nunca lo iba a olvidar. Oficialmente, se acababa de convertir en madre.

Al igual que con Sena, fue Noah quien corto el cordón con una mano un poco mas estable que antes, mientras sostenía a la primera melliza en sus brazos. Su enorme sonrisa y el rostro lleno de orgullo de Noah, la hicieron sonreír como una boba.

Después de pesar y medir a Lana rápidamente, se la dieron mientras el medico terminaba con ella. Alargando sus brazos hacia el pequeño paquetito, acogió con gusto el peso de su hija, mientras las lagrimas y las sonrisas se mezclaban sobre sus mejillas. Era preciosa. Absolutamente perfecta. Aun no tenia muy claro que rasgos sacaría, pues un bebe podía cambiar mucho de una semana a otra, pero tenia claro una cosa, y era que sin importar a quien se pareciese, ella era única en si misma, así como Sena. Estaba orgullosa de ser la mama de esas dos preciosidades.


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