Cuidaré de ti

NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... Еще

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¡Reacciona!
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Un poco mas.
Sentimientos
Llegado el momento...
Cambia de idea
¿Pensamiento o deseo?
Bienvenida a Richmond
Necesidad
Fin
¡Picnic!
¿Hacia la felicidad?
El peligro de la locura
Sin arrepentimientos
Antes de...
¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Preocupación

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NuriaOrtiz



Richmond era un lugar precioso cuando el sol comenzaba a hacer su descenso para darle paso a la brillante y orgullosa luna, que los acompañaría durante toda la noche, junto a su sequito de seguidores, las estrellas. El ambiente era increíble. Las calles se atestaban por culpa del buen clima que hacia una vez que anochecía, y los escaparates, no solo de las tiendas sino de las cafeterías, que invitaban a entrar y sentarse a tomar algo fresquito para continuar con el paseo que ya tenían planeado.

Ajena a todo, caminaba junto a Noah, con sus dedos entrelazados, miraba de un lado a otro, a la altura de las tiendas que ya conocía y de las cuales era una visitante habitual. A esas alturas, las tiendas que tuvieran que ver con los bebes, eran las número uno en su lista. No importaba que genero vendieran, ella era fan por el simple hecho de que saciar su curiosidad sobre pequeñas cositas sobre los pequeños que esperaba. Seguían sin saber que eran, pues hasta el momento, en cada ecografía, sus mellizos mostraban con orgullo sus pequeños culitos, negándose en redondo a que el médico hiciera una estimación de que eran. No estaban preocupados por eso, ya que cuando los bebes quisieran o cuando la suerte estuviese de su lado, verían el sexo de los mellizos y podrían hacerse una idea sobre que nombres buscar.

Poco a poco, los momentos decisivos se iban acercando. Por ahora, esperaban con muchas ganas la ecografía morfológica de los mellizos. Quedaban un par de días para ella, pero estaba un poco nerviosa al respecto. No servía mucho comerse la cabeza con ello, pero como madre primeriza, era inevitable que sucediera, y temía estar pasándole todas sus preocupaciones y temores, a Noah. Así que esperaba que con la siguiente ecografía, los dos consiguieran tranquilizarse.

Mientras paseaban por delante de los escaparates, sintió como Noah se tenso a su lado. Al mirarlo, su chico tenía la mandíbula fuertemente apretada. Le pareció raro. A su alrededor todo parecía normal y Sean estaba con ellos.

--¿Qué pasa?

Noah tiro de ella, teniendo cuidado de que no tropezara por culpa del impulso, cubrió su espalda con su cuerpo.

--¡Sean!

--Estoy en ello.

Intento mirar alrededor del cuerpo de Noah, pero él se lo impidió. Poniendo las manos sobre sus hombros, la mantuvo quieta. Aquello solo la puso más nerviosa. Inquieta, lucho por un momento en contra de aquel suave pero firme agarre.

--Para, Emma.

--¿Qué...?

La voz de Sean ahogo sus palabras, cuando con voz autoritaria, dio una rápida orden.

--Sácala de la calle.

Noah impartió una nueva orden a Turco, pidiéndole al animal que marcara la puerta de la tienda más cercana. Agarrado al asa, el tiro de ella para que lo siguiera, sin embargo una voz que, por desgracia, conocía, se lo impido.

--Es increíble ¿Verdad? Richmond parece demasiado pequeños para nosotros, nena.

Un súbito y frio escalofrió recorrió su espalda, cuando la voz de Bobby lleno sus oídos con su ironía y desprecio. Parecía divertido. Como si le resultara gracioso encontrársela por la calle y hacerle la vida imposible con sus sucias palabras y su asquerosa presencia.

Noah volvió a tirar de ella, ocultándola aun mas con su inmenso cuerpo, le deslizo su teléfono móvil en la palma de la mano y se inclino hacia su oído.

--Llama a la policía.

No creía que Bobby fuese tan estúpido como para acercarse más, o como para hacer algo en su contra, pero estaba en su derecho de llamar al cuartel, puesto que Bobby estaba infligiendo la ley, por segunda vez. Con dedos temblorosos marco el numero de la policía, y se llevo el teléfono al oído, mientras escuchaba las voces de Sean y Bobby.

--¿Por qué no das media vuelta y te largas?

--¿Y quién eres tú? ¿Su chulo? ¡Emma ¿Te estás follando a estos dos?! Guao, nena, si que has progresado. Antes llorabas cuando yo...

Desde donde estaba, oculta por el cuerpo tenso de Noah, escucho un pequeño forcejeo.

--Termina la frase si tienes huevos.

Ella no podía ver el rostro de Sean en esos momentos, pero cabía decir que Bobby no tuvo valor de reanudar sus palabras. Quien en realidad solo era valiente con las personas más débiles que el. Una vez se enfrentaba a chicos como Sean, que plantaban cara y si hacía falta se defendían de sus ataques, el se acobardaba y se largaba. Y esa era la prueba. Su voz había muerto una vez Sean realizo la amenaza pertinente para acallar sus palabras, sin embargo, y aunque no quería, trajo amargos recuerdos a su cerebro.

--No dejes que sus palabras te hagan daño.

La voz de Noah, baja y suave, fue como un balde de agua caliente y jabonosa que uso para limpiar la mugre que Bobby intentaba traer de regreso a su vida. Sonriendo, se reclino un poco contra él y cerró los ojos. Se había asustado cuando escucho a Bobby, pero ya no lo estaba.

Al otro lado de la línea telefónica, la voz de una mujer contesto su llamada.

--Cuartel del sheriff, habla con Tracy, ¿Qué ocurre?

--Estamos en la calle Palmort, frente a la cafetería Rinkle. Mi ex-apareja esta aquí y tiene una orden de alejamiento.

--¿El está en la cafetería?

--No, nos ha abordado en la calle.

--De acuerdo... ¿Está en peligro?

Esa pregunta seria obvia hasta para un niño de parvulitos, pero la mujer se atrevió a preguntar. Y aunque en realidad ella no lo estaba, por que Sean y Noah estaban allí, ¿Qué ocurriría si no estuvieran? ¿Qué le podría pasar a otra mujer que no estuviese acompañada por nadie y la ex-pareja que tenía una orden de alejamiento, al incumpliera? ¿Ella no estaría en peligro?

Daba la impresión que lo que se hacía con esos casos, era lo mínimo. Y si por incumplir algo tan serio como una orden de alejamiento, lo único que tenía el maltratador era un par de noches de calabozo, las cosas no iban a arreglarse así como así para las mujeres que, a día de hoy, seguían teniendo miedo de poner un pie en la calle, por si a caso se topaban con esas personas que abusaron física y psíquicamente de ellas.

Pese a que no quería, contesto de mala manera.

--¡El tiene una orden de alejamiento ¿Usted que cree?!

--Cálmese señora. Voy a enviar una patrulla, tardara... dos minutos.

--Bien.

--¿Por qué no se mantiene al teléfono conmigo?

--No hace falta, solo quiero que se lo lleven de aquí.

Tras colgar a Tracy, respiro hondo e intento calmarse. Se sobo el vientre por un momento, y pensó que todo aquel estrés no le iba bien a sus pequeños, así que se obligo a relajarse, mientras Sean retenía a Bobby.

--¿Qué pasa, nena? ¿No quieres hablar conmigo como en los viejos tiempos? Quizás un servicio como el que les das a estos dos capullos, cada noche. No soy quisquilloso, no me importa compartir.

Noah la abrazo. Era un gesto de retención, pero no hacia ella para tranquilizarla, sino para el mismo. No quería saltar sobre Bobby, a pensar de las ganas que tenia. Le gustaría abrazar a Noah, pero si se giraba, era probable que Bobby viera su vientre de embarazada y todo podría ser mucho peor.

--Dime que nunca...

--No.

Debido a la seguridad que les proporcionaba la presencia de Sean a su espalda, ella pudo responderle tranquilamente a esa espinosa pregunta. Entendía que tuviese miedo a la respuesta, pues Bobby había dado a entender muchas cosas con esas cuestiones malintencionadas. Sin embargo, no sufrió ese tipo de abuso en ningún momento, porque a pesar de que acababa de decir que no era quisquilloso y no le importaba compartir, era mentira. Bobby era extremadamente celoso. Nunca hubiese propuesto algo como un trió. Aun así, que insinuara algo de ese estilo, delataba las ganas que tenia de hacer daño.

El reflejo de las luces de la patrulla de policía, le dio un escalón más de tranquilidad al cual subirse. Intento mirar alrededor del cuerpo de Noah, y al hacerlo, vio a un ayudante del sheriff bajarse del coche patrulla.

--Hemos recibido una llamada de un quebrantamiento de orden de alejamiento.

--¿Has llamado a la poli, zorra? ¿No tienes suficientes tíos con los que...?

Una vez más, sus palabras se extinguieron. Pero esa vez, Sean no se contuvo. Retrayendo el codo, lanzo su puño contra Bobby. Los nudillos de Sean conectaron fácilmente contra la mandíbula del maltratador, enviando su cabeza hacia un lado, en un brusco giro que lo desestabilizo y lo llevo al suelo.

El policía hizo ademan de lanzarse sobre Sean, pero este le estampo una documentación en la cara, que lo freno.

--Voy a presentarme ¿De acuerdo? Me llamo Sean y soy el guardaespaldas de Emma. Si te vuelves a acercarte de nuevo a ella, no iras en la parte de atrás de un coche patrulla, te meterán directamente en una jodida bolsa para cadáveres. Así que si quieres conservar tu repugnante e insignificante vida, mantente lejos de ella.

No era necesario ver el rostro de Sean, para saber que aquella amenaza era real. Si Bobby hacia cualquier tipo de estupidez, su guardaespaldas le haría pagar con creces aquel desliz.

--Deje que nosotros nos ocupemos de esto, señor.

--Si, por que ya hemos sido testigos de lo eficaces que sois ¿Verdad? Tengo entendido que no es la primera vez que quebranta una orden de alejamiento, y el sigue suelto.

--Nosotros...

El humor de Sean era muy oscuro en ese momento y no titubeo a la hora de agarrar a Bobby de la camiseta y tirar de él para ponerlo de pie. Una vez lo hizo, lo empujo hacia el oficial. Sus ojos verdes eran como gemas frías. Sus fracciones, solo delataban el grado de cabreo que tenia. Si Bobby hacia un solo movimiento en su dirección, Sean iba a acabarlo sin ningún tipo de titubeo.

Bobby fue esposado e introducido en un patrullero que al ponerse en marcha, paso por su lado. Ver como el coche se alejaba, le dio una tranquilidad abrumadora, al saber que al menos por ese día, no volvería a toparse con el ningún rincón de Richmond. Así que mientras giraba para mirar las caras de Noah y Sean, observo el malestar que les había provocado aquel encuentro tan indeseado.

--¿Estás bien, Emma?

La suave pregunta de Noah, le hizo mirar al papa de sus mellizos y sonrió. Sin ellos dos allí, no habría sido capaz de afrontar la situación con tranquilidad. Y probablemente, habría sufrido algún tipo de ataque y no solo físico. Los nervios seguían burbujeando dentro de ella, acelerando su corazón a un ritmo enloquecedor. A esas alturas, sus latidos iban a mil revoluciones por minutos.

Asintió contra su pecho, abrazándose a él para acabar con el nerviosismo. Mientras Noah frotaba su espalda con ternura, sintió la cercanía del guardaespaldas.

--Esto demuestra que podemos encontrarnos con él en cualquier momento, así que vamos a ser cuidadosos ¿De acuerdo?

--Has hecho un buen trabajo.

--Ese puñetazo no era por trabajo. Me ha cabreado y mi puño simplemente ha salido a saludarle.

--No te metas en líos. No me gustaría tener que ir a sacarte de la cárcel.

--¿Estas diciéndome que ese puñetazo no ha merecido la pena?

--Solo digo que no lo hagas cuando haya policías cerca.

Sonriendo contra el pecho de Noah, alzo la cabeza para mirar a Sean. Tenía la suerte de contar con un par de héroes cerca. Nunca estaba sola y siempre podía contar con ellos cuando tenía miedo y estaba preocupada. Su vida, así como la de sus pequeños, nunca estarían en peligro. Ellos no lo permitirían.

--¿Qué te ha parecido mi puñetazo, Em?

Sonriendo hacia el guardaespaldas, alzo su pulgar.

--Un K.O perfecto, señor guardaespaldas.

Ambos hombres se rieron suavemente, recuperando la tranquilidad que Bobby les había arrebatado. No era plato de buen gusto para ninguno el tener que toparse con Bobby, pero ahora que había ocurrido y estaba solucionado, lo mejor que podían hacer era regresar a la normalidad cuanto antes y olvidarse de ello.

***

--¡Otra vez no!

Gimió Noah, cuando un punzante dolor acribillo sus sienes. Desde que Emma quedo embaraza, su nivel de estrés fue en aumento, debido a la necesidad casi enfermiza que tenia, de que todo saliera bien. Los mellizos crecían a buen ritmo, a esas alturas, el era capaz de abrir sus manos sobre la barriga de su chica, y abarcarla con las palmas. Sintiendo la caliente piel bajo sus dedos, era capaz de sentirse mucho mas conectado con los bebes de dieciocho semanas que Emma albergaba dentro. Aun así, el miedo a que algo pudiera torcerse en cualquier momento, dado que era un embarazo múltiple, se hacía un poco más fuerte con cada semana que pasaba.

Era agobiante, pues no estaba disfrutando de la belleza del embarazo, pero no podía centrarse en eso, cuando su mente solo iba una y otra vez a las palabras del doctor. Siendo sincero, a veces era mejor vivir en la ignorancia, pues personas como él, que eran dadas a la sobreprotección y el fatalismo, se ponían un poco neuróticas si conocían ciertos detalles. Había llegado a un punto, que Emma huía a veces de él, para no tener que escuchar sus constantes palabras de precaución.

Y era normal ¡Estaba amargándole el embarazo! Y era consciente de eso.

Cruzando los brazos sobre la mesa del despacho, apoyo su cabeza en ellos y cerró los ojos tras las gafas. Ni siquiera hizo el intento de quitárselas, no quería moverse y atraer una nueva oleada de dolor, que pudiera hacerle sucumbir finalmente.

El estrés era algo a lo que estaba acostumbrado, pero no a ese nivel en el cual el estrés se juntaba con el miedo y la preocupación.

Durante esas dos últimas semanas, que eran las culpables de que el estuviese así, llego a pensar en algunas cosas que pudieran ayudarles a que todo fuese más sencillo para ambos, pero no estaba del todo seguro de cómo iría a recibir Emma la noticia, si le proponía contratar a un par de personas que se ocuparan del mantenimiento de la casa, para que ellos no tuvieran que hacer nada. Bueno... Más bien, para que ella no tuviera que mover un solo dedo, y ocupase todo su tiempo en descansar. Pero si le decía algo así, lo mínimo que podía ocurrir, es que le arrease un escobazo o un sartenazo por pesado. Lo que era comprensible.

Y luego llego el día en el cual se encontraron con Mierdi-Bobby. El encuentro no fue a más. Sean le paró los pies y la policía se lo llevo al calabozo durante un par de días, pero eso no evitaba que pensara en la inmensidad de posibilidades que existían de encontrase con el otra vez. ¿Y si esa vez atacaba a Emma?

Estaba preocupado por el bienestar de sus hijos y su chica, esa a la que quería convertir en su esposa en algún momento. No era nada tan descabellado querer cuidar de la persona que amas, aunque estaba claro que no podía privarle de su libertad, por una simple cucaracha con aspecto humano.

En medio de sus oscuros pensamientos, unos cortos y eficaces golpes sobre la puerta, le avisaron de un visitante.

No tenía ganas de hablar con nadie en esos momentos, pero como jefe, debía de hacerlo.

--Pasa.

Su pronunciación no es la mejor del mundo, pero lo dice lo suficientemente alto para que la visita pueda oírlo, pero elevar la voz le provoca una nueva punzada.

Cuando la puerta es abierta y escucha con claridad los pasos pesados de uno de los hombres, mueve los dedos para hacerle saber que escucha, pero no hace el intento de erguirse.

--¿Te encuentras bien?

--¿Tengo pinta de estar bien?

Masculla, contestando la pregunta de Sean, con una de su propia cosecha.

--No, pareces estar hecho una mierda, tío.

--Soy tu jefe. Ten al menos un poco de respeto al hombre que te paga, capullo.

El guardaespaldas ríe suavemente, acercándose a él con unos pasos mucho más tenues, apoya una mano en su hombro. Seguiría diciendo lo mismo una y otra vez, a veces la confianza, daba asco. Y la prueba la tenía justo allí. Sean se tomaba esas confianzas, porque sabía que aunque fuese un maleducado y un listillo, no recibiría ningún tipo de escarmiento. Como jefe, podía hacerlo, pero corría el riesgo de que Emma lo echase a dormir con los caballos. Y como familia... Bueno, estaba su hermano de por medio. El tipo tenía un buen seguro.

--Vamos a la cama, jefe.

--No eres mi tipo, gracias.

--Bueno, no puedo decir lo mismo, ya que salgo con tu hermano, pero aun así, no creo que funcionásemos bien en ella.

--DMI.

En cuanto la risa de Sean invadió la oficina, fue inevitable hacer una mueca de dolor ante el sorpresivo ruido. Sintió como la mano del guardaespaldas se cerraba en torno a su brazo, antes de que el tipo tirara de él para ponerlo en pie.

--Colabora un poco conmigo ¿Quieres? Voy a llevarte a tu cama.

Con ayuda de Sean, anduvo todo el camino hacia la escaleras, subiendo cada escalón de madera hasta llegar a la segunda planta de la casa, donde estaba su habitación. Sean lo guio hasta el cuarto principal, pues su cabeza parecía negarse en redondo a darle un mapa mental del lugar. Una vez dentro, lo acerco a la cama y se alejo.

--¿Puedes apañártelas desde aquí?

--Seguro.

Murmuro, desplomándose sobre el colchón, se quito las gafas y mantuvo los ojos cerrados, mientras acompasaba su respiración para pasar a través de los pinchados que iniciaban en sus sienes y repercutían hacia atrás por todo el cráneo.

En medio de la silenciosa habitación, la voz de Sean sonó demasiado alta para sus sensibles oídos.

--¿Sabes? Sería bueno que hablases esto con Emma.

--No.

--Deberías hacerlo.

--No.

--Eres un maldito terco, Noah. Alivia tus hombros, hablando con ella.

--Lo último que ella necesita es preocuparse por mis paranoias.

Probablemente aquel guardaespaldas metomentodo, insistiera en algún momento durante los siguientes días, o iría directamente a Emma con el cuento de lo que ocurría. Sin embargo, el no quería dar el paso y hablar de ello con Em, por que no quería preocuparla con sus propios miedos. No era justo que hiciera algo así, sabiendo que ella ya era consciente de los riesgos que conllevaba un embarazo múltiple, y aun así, cada día mantenía una sonrisa en sus labios. Montaba a caballo, hurgaba en la tierra del huerto, cuidaba de sus árboles frutales y paseaba tanto por el rancho, como por la ciudad, en busca de nuevas cosas para los bebes. ¿Quién era el para chafarle la felicidad que sentía?

--Esa terquedad tuya, va a volver para morderte el culo, jefe.

El tono que empleo para decir jefe, era el que se empleaba para decir idiota. No queriendo insultarlo directamente, camuflo la palabra con su tono y la lanzo en su contra.

Y probablemente fuese verdad, pero mientras estuviese en su poder decidir, dejaría que el tiempo pasara y el conocimiento de sus miedos, fuese completamente ignorado por Emma. Si lograba eso, sería feliz. Al menos hasta que los mellizos nacieran. Solo entonces, dejaría que todos los miedos que sintió durante su embarazo, fuesen expresados con palabras rápidas que entonaría hacia la mama de sus hijos. Pero hasta que ese día llegase, guardaría silencio aunque eso lo fuese destruyendo poco a poco.

--Solo un dato más... ¿Conoces el lado vengativo de Emma? Como te pille escondiéndole algo, o mintiéndole, te va a matar.

--Acepto el riesgo.

--No creía que la estupidez humana llegara hasta estos niveles, pero ¡sorpresa! Si llega.

Señalando en la dirección de la cual provenía la voz de Sean, con un dedo, frunció el ceño cuando su paciencia se agoto.

--¡Lárgate de una buena y bendita vez!

--¡Vaya humos, jefe!

--Sean...

--Ya me voy, tranquilo... Solo voy a llamar a Em.

Los pasos del guardaespaldas se alejaron en dirección a la puerta, así que pese a que no fue su mejor decisión, grito.

--¡Ni se te ocurra!

Con los ojos fuertemente cerrados, la acción de llevar las manos a su sienes, fue automática, en cuanto el primer ramalazo de dolor relampagueo sobre la totalidad de su cráneo, mientas un duende cabrón taladraba un agujero en medio de su cerebro y colgaba de él un precioso cuadro. Era muy consciente de que la culpa era suya por obsesionarse con todo aquello que el doctor les conto sobre los embarazos múltiples. Creo una avalancha de miedo, de la cual no era capaz de huir. Los riegos. Los problemas. Había demasiadas cosas que podían salir, mal, pero también muchas que podrían ir bien. Sin embargo, su mente se había centrado en un único lado de todo aquello, en el malo y eso no era lo mejor. Y también estaba el tema de Bobby, aunque lo que más le preocupaban, eran los mellizos y Emma.

Siendo papa primerizo y con el añadido de que eran dos, todo se multiplicaba cuando pensaba. Así que no quería involucrar a Emma en ello, pues ella era la única que necesitaba estar tranquila y seguir haciendo todo aquello que le fuese bien a ella y a los bebes. Su chica también escucho las palabras del doctor, pero parecía mucho más tranquila que el mismo. Lo que era increíble. O lógico, dado que era ella quien llevaba a los pequeños dentro y podía adivinas o sentir, que iba bien o que iba mal con ellos.

Pronto iban a tener una nueva visita al médico. Tocaba ecografía de morfología, y probablemente, serian capaces de decirles el sexo de los bebes. Habían estado posponiendo la pregunta, para no tener un margen de error tan grande, como podría ocurrir a las dieciséis o quizás un poco antes. Pero contando con dieciocho semanas, le parecía que el momento había llegado finalmente.

Así que mientras el dolor seguía su curso, recorriendo su cabeza de lado a lado, e incrustándose con saña en su pobre y sobrecargado cerebro, registro la cercanía de Emma, cuando esta se sentó a su lado.

Vas a pagar por esto, Sean, pensó.

--Se que ahora no estar en condiciones de hablar conmigo, pero en cuanto el dolor desaparezca, tu y yo, vamos a tener una larga charla sobre esto.

Ella lo libero de las botas y despacio, lo insto a acomodarse bien en la cama. Sus pasos se alejaron hacia el cuarto de baño y segundos después, regreso.

--Tomate esto.

Su voz suave no disminuía el tono autoritario, y aunque su cuerpo no quería ejercer esfuerzo alguno, se incorporo lo necesario para coger el vaso de agua y las pastillas que ella había llevado hasta el. Los analgésicos actuarían lentamente en su sistema, así que su mejor recurso en esos momentos para que el dolor pasase, era dormir. Mantenerse en una habitación completamente silenciosa, y descansar, era su mejor baza. Quizás unas horas de sueño, aliviarían el caos por el cual estaba atravesando por culpa de sus preocupaciones.

Si al embarazo de Emma se le sumaba esa sensación preocupante que tenía cada vez que visitaban la ciudad, y el encontronazo que tuvieron unos pocos días atrás, todo era mucho peor de lo que realmente creyó en un primer momento.

Acostándose de lado, hundió la cabeza en las almohadas e intento relajarse.

--Intenta descansar. Le diré a Craig que se ocupe de todo, hasta que vuelvas.

Le gustaría poder disculparse, pero en esos momentos, la simple acción de intentar hablar, le daba dolor de cabeza, así que manteniendo los labios sellados, escucho como los pasos de Emma se alejaban hacia la puerta y como esta era cerrada con un suave susurro. Solo en aquella silenciosa habitación, se odio por preocupar a Emma cuando más tranquilidad necesitaba. Pero en esos momentos, no estaba en condiciones para hacer nada. Lo único que podía hacer, era dormir y esperar así que el dolor de cabeza se pasara.


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