Cuidaré de ti

By NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... More

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Necesidad
Fin
¡Picnic!
¿Hacia la felicidad?
El peligro de la locura
Sin arrepentimientos
Antes de...
¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

Sentimientos

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By NuriaOrtiz


Ocasionalmente, los sentimientos se desbordaban, como un vaso lleno de agua que rebosa por culpa de una última y pequeña gota, atraídos por recuerdos que creía olvidados o profundamente enterrados dentro de su corazón. Hacía mucho tiempo que no veía a esa persona, pero su mente estaba jugándole malas pasadas al traer de regreso cosas como su rostro o su voz, el recuerdo que producían algunos olores o actos que anteriormente efectuó con esa persona, y eso la había convertido en un mar de lagrimas, durante la ultima hora y media. Eran pequeños los intervalos de tranquilidad, pero a veces dejaba de derramar lagrimas y simplemente pensaba en que habría ocurrido de haberle hecho caso a su madre, cuando le aviso sobre Bobby. Probablemente el sufrimiento padecido durante tres largos años, no hubiese existido, pero de ese modo, tampoco habría conocido a Noah. La conexión de su felicidad en esos momentos, era Bobby, y aunque odiaba que así fuese, era la verdad. Sin todo lo que paso con él, nunca habría conocido a los McCarter, y como consiguiente, tampoco a Noah. No estaría embarazada de sus hijos, ni habría conocido la verdadera felicidad durante ese periodo de tiempo.

Una gran mayoría de la gente, tenía miedo al dolor. Sufrir cualquier tipo de lesión, era terrorífico. Así que si ella hubiese estado prevenida o hubiese hecho caso de las palabras de su madre, no habría conocido el dolor de la mano de un hombre, pero tampoco el amor de la mano de Noah. Y eso llegaba a ser un poco contradictorio.

Pero sus pensamientos no eran solos esos, sino que más bien se centraban en ella. Cuatro años, casi cinco, lejos de la mujer que le dio la vida, no era ninguna tontería. Durante el tiempo que estuvo con Bobby, este nunca le permitió llamarla o mandarle un simple y sencillo mensaje para decirle que estaba bien... o más bien, que estaba viva. Así que sus posibilidades de ponerse en esos momentos en contacto con ella, eran casi nulas. Seguramente, durante esos cuatro años, su número de teléfono habría cambiado, imposibilitándole poder ponerse en contacto con ella. Pero si pudiera, le gustaría pedirle perdón por no haberle hecho caso en su momento, y aprovechar para comunicarle que estaba bien y que iba a ser abuela.

Conocer el hecho de que no podría hacerlo, atrajo mas lagrimas que restaño rápidamente con los dedos. Parpadeo furiosamente para aclarar su visión y suspiro mientras se incorporaba en la cama.

Aunque lo había vivido durante un tiempo con Alisa, se percataba, ahora que era ella la embarazada, que los embarazos eran peligrosos para una mujer, pues la convertían en una bomba nuclear llena de emociones, y muchas de ellas, eran atraídas desde recuerdos de muchos años atrás. Una bomba que había explotado en silencio, pues no quería preocupar a Noah. Así que tendría que reponerse cuanto antes para que él no lo descubriera, aunque sabía que si iba a buscar consuelo, lo recibiría. Noah nunca le negaría sus brazos, y esa era otras de las cosas que amaba de ese hombre. Había tantas otras para enumerar, que si se pusiera a ello, no terminaría nunca.

Mientras intentaba controlar sus lágrimas y su nariz congestionada por el llanto, se puso en pie y camino hacia el cuarto de baño para refrescar su cara. Llorar era algo normal durante el embarazo, puesto que las emociones estaban a flor de piel, pero si se controlaba un poquito, mejor. No necesitaba alarmar a Noah y que el pobre hombre pusiera el grito en el cielo, por un subidon de sentimentalismo a causa de demasiados recuerdos. Unos que podrían llegar a ser comunes.

Pero dejando eso de lado, al entrar al cuarto de baño, refresco su cara con agua bien fría y seco su piel con una mullida toalla. Al mirarse al espejo, vio sus ojos un poco más brillantes de lo normal y la nariz, ligeramente roja. Sus mejillas también estaban encendidas, así que... era un poco evidente que había llorado. Probó a hablar, para ver si su voz sonaba distinta.

--Estas echa un desastre, pero resiste, eres una bomba de relojería. Contrólate un poco, y todo irá bien.

Su voz no sonaba mal, así que regreso a la habitación, se quito el cómodo y corto pijama que llevaba puesto y se deslizo en un cómodo vestido de tirantes, con un poco de vuelo en la falda. Vestida y calzada, camino por el pasillo con una cosa en mente. Huir durante un par de horas del rancho, para despejar su mente. Y nadie lograba mejor que se distrajera, que Noah. Busco a su chico en el despacho, y allí lo encontró. Sentado tras el escritorio de madera maciza, el hombretón ocupaba sus manos en un pequeño montoncito de folios, pero al oírla entrar, alzo su cabeza y sonrió.

--¿A qué debo esta agradable visita?

--Pensaba en invitarte a un helado en la ciudad.

En cuanto Noah escucho su voz, un profundo ceño ensombreció sus rasgos. Su cuerpo se tenso, dejando a un lado los documentos que leía, se puso en pie y recorrió en corto espacio que había entre ellos, en milésimas de segundo. En cuanto la tuvo enfrente, acuno su rostro con cuidado.

--¿Qué pasa?

--Nada, solo venia a invitarte.

Esconder las cosas no era nada sencillo, cuando tenías a un hombre con un oído tan fino, y un sexto sentido para las cosas que le concernían. Ella era muy importante para Noah, así que ese sexto sentido, se modifico hasta ser cien por cien efecto en ella. Raro, pero cierto.

--¿Quieres probar de nuevo, y esta vez decirme que pasa?

--No es nada, Noah.

--Habla.

Soltando un largo suspiro, miro las oscuras gafas de aquel vaquero de corazón, y sintió como un nuevo nudo se formaba en su garganta ante una nueva tanda de recuerdos.

--He estado pensando en mi madre. Llevo años sin saber nada de ella, y me gustaría llamarla para pedirle perdón por no hacerle caso. Pero supongo que ella habrá cambiado de número, así que eso ya no es posible. Estaba recordando su cara y algunas cosas que hacíamos cuando era pequeña, y me ha dado un pequeño bajón. ¿Contento? Ya te lo he dicho.

Murmuro, con la voz ronca por las emociones que atenazaban su garganta, mientras sus ojos se volvían, una vez más, acuosos por las lágrimas. Sorbiendo por la nariz, intento alejarse un poco de la intensidad de aquella mirada ciega, pero no logro dar ni un solo paso. En cambio, Noah soltó su rostro, pero cerró sus dedos alrededor de su brazo y tiro suavemente de ella. Obligándola a sentarse en la silla que poco antes había ocupado su gran cuerpo, empujo el teléfono fijo hacia ella.

--¿Recuerdas el numero?

--Si, pero...

--Llámala.

--Noah, no creo que tenga el mismo número que antes.

--No vas a saber si eso es verdad, si no lo intentas antes ¿Verdad? Vamos, marca y llámala. Si ese ya no es su número, hare una llamada a mi hermano Frank para que la busque.

--Noah.

--Llama. No vas a quedarte tranquila, hasta que no hables con ella, o hasta que no lo intentes al menos. Y un intento, no cuesta nada. Vamos.

Noah la empujo un poco hasta que finalmente tomo el auricular del soporte y marco los números que se sabía de memoria, y que rezaba, la conectaran con esa persona que hacia tanto tiempo de la que no sabía nada. Quería oír su voz y contarle lo bien que estaba. Decirle que iba a ser mama, y que lo sentía muchísimo por haber sido una cabeza hueca y haberse ido con Bobby en vez de hacerle caso y darse cuenta de que tipo de chico era el en realidad. Algo que su madre supo en cuanto lo vio.

Los pitidos de la línea sonaron uno tras otro, minando las esperanzas puestas en ese número telefónico, con cada tono olvidado. Conto cada pitido con pesadumbre y cuando llego el cuarto, se dispuso a colgar para finalizar aquel intento fallido, que le había dejado un poco más vacía de lo que debería. Sin embargo, una suave voz contesto.

--¿Hola?

Las lagrimas, feroces y sin tregua, bajaron rodando por sus mejillas cuando reconoció aquella voz.

--Mama.

--¿Emma? ¿Emma, eres tú?

--Si... Soy yo, mama.

--¡Dios mío! ¡Emma! ¿Dónde estás, hija? Dime donde estas e iré a buscarte, lo hare. Te lo prometo.

Su madre sonaba frenética. Ella estaba segura que aquella llamada que estaba recibiendo, provenía de una hija magullada y asustada, que había escapado de las garras de su maltratador.

--Tranquila, estoy bien.

--¿Cómo vas a estar bien en manos de esa bestia, Em? Dime donde estas, hija.

--Mama, escucha, estoy bien.

--¿Te está amenazando? ¿Es eso? ¿Está ahí?

Sorbiendo una vez más, sintió como sus manos temblaban. Quería decirle muchísimas cosas, pero lo primero era calmarla, pero su atención se vio interrumpida, cuando los pasos de Noah se alejaron.

--No te vayas.

Mirando la ancha espalda de su chico, espero hasta que él se dio la vuelta y regreso. Agarrándole la mano, vio como se sentaba sobre el escritorio y guardaba silencio para que ella continuase hablando. Era una fuerza silenciosa, que le permitía hablar con su madre después de tanto tiempo, sin la sensación de que fuese a derrumbarse en cualquier momento. Cogiendo aire una vez más, intento sonar más calmada que antes.

--¿Quién no se va? ¿Emma, con quien estas?

--Te prometo que estoy bien, mama. Estoy a las afueras de Richmond, en Kentucky. Vivo en un precioso rancho, junto a mi pareja.

--¿Qué? ¿Aun estas con Bobby?

--¡No! No, estoy con él. Hace dos años que ya no estoy con él. Una familia me ayudo. La familia McCarter. Ellos tienen un rancho aquí también ¿Sabes? Son un montón. Son animados y cariñosos y me cuidaron muchísimo cuando me dieron el alta en el hospital.

--¿Hospital?

--Bobby me pego. Y la policía vino a donde vivíamos. Me sacaron de allí y fui a un hospital. La señora Elena, Alisa, el señor Lachlan... Todos ellos cuidaron de mí durante cinco meses, y después me enviaron a Boston con uno de sus sobrinos. Noah. Ahora vivo con él. Es mi novio.

--Estoy un poco... perdida. ¿Estás bien? Segura que... Estas bien.

--Muy bien. Voy a ser mama. Vas a ser abuela.

--¡Dios mío!... Espera... ¡Oh Dios!

Riéndose suavemente, apretó los dedos de Noah y se los llevo al rostro. El acuno su mejilla con ternura y deslizo su pulgar sobre su piel, acariciándola calmadamente mientras ella hablaba con su madre.

--¿Y ese... hombre? ¿Es bueno?

--Más bueno que el pan, mama. Contrato a un guardaespaldas, para que cuidara de mí en todo momento.

--¿Un segurata?

Noah se carcajeo.

--Me va a encantar oír a Sean cuando lo llame así.

--¡Noah! No seas malo.

--Perdón, cariño, pero es inevitable. Tu madre me ha dado una gran idea.

--Mama... ya te vale.

Su madre parecía muda de asombro, mientras ella regañaba un poco a Noah.

--No un segurata, mama. Un guardaespaldas. Como en las pelis.

--Oh...

Durante un momento, no supo que mas decir, así que guardo silencio. Ambos se mantuvieron calladas, absorbiendo el hecho de que finalmente podían hablar después de tanto tiempo. Y tras el shock inicial, poco a poco se irían acostumbrando a estar nuevamente en contacto. Tal y como había dicho Noah, aquel intento no había costado nada y termino por convertirse en un mundo para ella.

--Mama... lo siento.

--¿Tienes que colgar?

--Siento mucho no haberte escuchado cuando me avisaste sobre Bobby.

Noah hizo un ruidito con la garganta, avisando de lo poco que le gustaba que aquel nombre saliera de sus labios. Besando la palma de la mano que aun mantenía contra su rostro, se disculpo silenciosamente. A ella tampoco le gustaba decirlo.

--El era tal y como tu dijiste. Fue muy duro vivir con él, pero ¿Sabes? Ahora estoy bien. Vivo al lado de un hombre que curo todas mis heridas y con el que voy a tener dos hijos.

--¿Dos?

--Ah...Si, son mellizos.

--Vaya... felicidades, cariño.

--Lo siento, mama. De verdad. Lo siento mucho. Lo siento.

Las lagrimas cayeron una vez más. Con cada disculpa, un nuevo reguero de tristeza surcaba su cara, pero eran lágrimas que necesitaba derramar.

--... Lo siento... Lo siento...

--Para. Ya vale. No necesitas disculparte más. Lo único que me importa, es que finalmente he podido hablar contigo y que se que estas bien. ¡Y para colmo me haces abuela! Si es que las cosas buenas no paran.

La sonrisa en la voz de su madre era innegable, pero también su tristeza. No debía ser fácil conocer la historia de lo que había vivido tu hija, durante todos esos años que no estuvo a tu lado. Y ella, ahora que iba a ser mama, lo comprendía un poco.

Debido a la imposibilidad para hablar que acarreaban las lagrimas, Noah beso su frente cuando le quito suavemente el teléfono de la mano, al oír que su madre intentaba consolarla y no podía.

--¿Hola? Soy Noah McCarter, el novio y futuro papa de sus nietos, es un placer conocerla señora... Sharon. Quería decirle que cuando quiera, puede venir a visitar a Emma. Iremos a buscarla y podrá pasar un tiempo aquí con ella.

Noah hablaba calmadamente, con ese tono de voz profundo que tanto le gustaba, intentando calmar a ambas mujeres a la vez. Y con ella, como siempre, lo conseguía con solo unas pocas palabras dichas. Mirando hacia arriba, hacia aquel apuesto y hermoso rostro, se puso en pie y lo abrazo. El la rodeo con su brazo libre, acunándola contra su pecho, mientras hablaba con la suegra. Ella se oculto por un momento en aquel solido cuerpo, buscando un poco de consuelo y confort, mientras escuchaba la voz de Noah.

--Si, no se preocupe. Están bien. Esta de catorce semanas. Si, se le empieza a notar... puede venir cuando quiera. Claro, un momento.

Noah la estrecho con fuerza, beso la cima de su cabeza y le tendió el auricular del fijo.

--¿Puedes hablar con ella?

Con un ligero asentimiento, y sin despegarse de él en ningún momento, agarro el teléfono inalámbrico y se lo llevo al oído. Estaba un poco más calmada, y es que después de saber que podía ponerse en contacto con ella en cualquier momento, y tras hablar con su madre, todo había estallado finalmente.

Aclaro su voz antes de hablar y cuando lo hizo, el tono empleado, fue un poco bajo.

--Estoy aquí, mama.

--¿Qué pasa, Em?

--Creía que nunca más volvería a hablar contigo.

--Oh cielo... No pienses eso. Me resistí todo este tiempo a cambiar de teléfono por ti. Y aunque esta incertidumbre hubiese durado cuatro años más, mantendría el mismo número, para que tú pudieras ponerte en contacto conmigo.

--Lo siento, mama.

--Para ya. Estas bien. Podemos hablar y vernos cuando queramos. Todo está bien, Emma.

--Pero...

--Vale.

--Está bien.

Su madre no quería que siguiera trayendo a coloración todo el dolor pasado, así que lo mejor era que lo dejara atrás. Ambas querían olvidarlo. Ya estaban en contacto nuevamente y nadie iba a impedirles verse o llamarse cuando quisieran. Todo lo que les impedía estar juntas, había quedado atrás.

--Te quiero, hija. Y estoy muy feliz de oírte de nuevo.

--Yo también, mama. Ven cuando quieras ¿De acuerdo? Solo llama y dinos a qué hora vienes para ir a buscarte.

La llamada estaba llegando a su fin y era difícil dejar ir a su madre después de tanto tiempo sin poder alcanzarla, pero dado que podía llamar en cualquier momento, cedió.

--¿Puedo llamarte más tarde?

--¡Claro! A la hora que quieras, cariño.

--Vale. Me voy a una cita con Noah, pero cuando volvamos, te llamare.

--Está bien. Divertíos.

--Te quiero, mama.

--Y yo a ti, hija.

Al colgar la llamada, su cuerpo sufrió un bajón. Pero uno bueno. Finalmente la tensión de esos recuerdos había cedido y abandonado su puesto para atormentarla, porque ese sentimiento que presionaba su pecho al saber que nunca iba a lograr hablar con ella, se había esfumado en cuanto escucho la voz de su madre una vez más. Estaba muy contenta de haber cedido ante el empujón verbal de Noah, para que llamase a ese número que creía extinto.

--Podías haber seguido hablando con ella.

Lo sabía. No hacía falta que él lo dijera, pues fue él quien la insto a llamar cuando ella no se atrevía. Sin embargo, se sentía un poco abrumada por la emoción y el alivio, y dado que no quería romper en lagrimas una vez más, había decidido llamar más tarde, cuando todo se asentara un poco, y así disfrutar dos veces más de la llamada. A parte, salir con él y darle las gracias de algún modo por el apoyo incondicional que le profesaba, era algo que tenía que hacer. Una vez más, aquellos anchos hombros que la protegían, la guiaron hacia un camino mejor para ella. Siempre podía confiar en él, puesto que nunca la defraudaba.

--Gracias, Noah.

--Ni lo menciones.

Su contestación fue perfecta, así como él lo era. Con un suave beso sobre su frente, él la mantuvo encerrada entre sus brazos hasta que ella empujo suavemente al hombre, al apoyar sus palmas en el duro abdomen.

--¿Vamos a por ese helado?

Enderezándose en toda su estatura, una ladina sonrisa acudió al rostro de Noah cuando este bajo la cabeza y la beso.

--Estoy listo si tu lo estas.

--Cien por cien lista para devorar un delicioso helado de chocolate, vaquero.

Con una pequeña risita, Noah enlazo su cintura con un brazo y la guio por la casa gracias al mapa mental que tenia del lugar. Con una sencilla llamada, le comunico a Sean que los llevara a la ciudad. Y mientras el guardaespaldas llegaba, ellos se sentaron en el balancín que tenían en el porche delantero, impulsándose suavemente en medio de aquella acogedora y magnifica tarde.

_______________________

Woho!! Aleluya. Al fin salio. 

Buenas noches Brujís! (Para las que son de España, para mis hermosas latinas, es un... ¿buenos días? no estoy al tanto, decirme que hora es en los comentarios, por favor. Estoy subiendo esto a la 1:17, mas o menos, de la madrugada )

Me están costando mucho estos capítulos y lo siento mucho. Pero como ya he dicho en la pagina, cuando un nuevo capitulo o idea para capitulo, aparece como una bombillita en mi cerebro, tengo que darle la vuelta a toda esa idea, por que esta esta formada para los cambios que tengo en mente y que actualmente, no van bien tal y como esta subida la novela. Así que me disculpo sinceramente por todo el atraso que llevo, por que si os soy sincera, es para que esta novela estuviese a unos dos capítulos de terminar, pero voy hiper atrasada.

Así que lo siento. Lo siento mucho.

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