Cuidaré de ti

Oleh NuriaOrtiz

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Hace algún tiempo, mientras escribia otra de mis novelas, Te amo, Bradley, me llego la Inspiración De Una nue... Lebih Banyak

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¡No mueras!
Un poco de esperanza
Olvidar es lo mejor
¡Ya llegan!
Familia
Epílogo
¡NUEVA NOVELA!

24 Horas Después

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Oleh NuriaOrtiz


El mismo se decía una y otra vez que debía esperar un poco para sanar, para calmarse y aceptar más o menos, lo que había ocurrido, sin embargo aquel dato, no dejaba de estallar contras las paredes de su cabeza, rebotando como una pelota de pin pon, era incansable e insaciable, buscando un modo de salir de aquel rebote. Y aunque él no le dejaba, estaba claro que debía darle una salida.

Permanecer durante veinticuatro horas seguidas al lado de Emma, sabiendo que esta le apoyaba y que tenía un lugar al que agarrarse para no salir flotando cuando conociera cada pedacito de información, era un alivio que necesitaba y por suerte tenia.

Sentando en el despacho de su casa, froto furiosamente las palmas de sus manos sobre su rostro y suspiro, o más bien gruño, por la incertidumbre que le albergaba. Nada le decía que obtendría justo lo que buscaba, si llamaba a su padre, pero era un todo o nada, y en esos momentos debía arriesgarse.

Alargando una mano, cogió el teléfono fijo del soporte y marco de memoria el teléfono móvil de su padre, deslizando los dedos por las suaves teclas, respiro hondo al ponerse el aparato contra la oreja y esperar. Escuchando los tonos, tamborileo los dedos contra la mesa, un hábito que siempre había tenido y que en cierto modo, le ayudaba a relajarse.

Cuando escucho la voz de su padre al otro lado, soltó todo el aire que sus pulmones habían estado reteniendo y que él no se había dado cuenta.

--Estaba esperando que me llamaras.

Ese fue el saludo de su padre, un hombre que sin duda sabía que había ocurrido cuando él era pequeño. Su madre podía ocultarle las cosas a él, pero no a Jeremía.

--Si estabas esperando, eso es que sabes por qué llamo.

--Si, hijo. Lo sé.

Asintiendo pese a que el hombre no podía verle, se paso la mano libre por el pelo e intento controlarse.

--¿Quieres saber que ocurrió?

--Si.

--¿Quieres que te lo resuma?

--Haz lo que quieras, solo quiero saber que ocurrió.

Su padre guardo silencio por lo que parecieron años, dándole la sensación de que la línea se había quedado muerta, a pesar de que no escuchaba el incesante pitido que anunciaba un fin de llamada. Su padre estaba al otro lado, dándole vueltas al hecho de cómo contarle todo. No le importaba si lo resumía o lo ponía todo en dos palabras o cien. Solo quería saber que por qué ocurrió. O como ocurrió. Su petición no era tan descabellada, después de todo. Era su derecho, dado que era su vida.

--Tenías dos años cuando ocurrió. Te contagiaste de un virus muy raro, que te provoco vómitos, diarreas y una fiebre muy alta. Temblores y convulsiones. Nadie sabía que era ni como te contagiaste, pero ahí estaba. Era innegable. Te pasabas todo el día con sudores fríos y en un principio tu madre y yo creímos que era una simple gripe, hasta que todos los demás síntomas se desataron, por supuesto. Te llevamos corriendo al hospital y permaneciste ingresado por lo que parecieron años enteros. Y no mejorabas, Noah. Daba igual cuanta medicación te dieran. Los baños de agua fría. Las pruebas... Nada de hacia mejorar ni decirnos exactamente qué era lo que tenias.

"Siempre recordare cuando al tercer día de estar allí, tuviste una crisis muy grave. Tanto, que estuve a punto de ver cómo te morías entre mis brazos. ¿Qué infierno? ¡Te estabas muriendo! Dos días después tuviste otra. Y el resultado estaba siendo el mismo. Pendías de un maldito y jodido hijo, entre quedarte con nosotros o irte. Durante esos días, tus ojos seguían entando bien. Las pocas veces que despertabas, nos reconocías nada más vernos, así que... aun podías ver. Pero las crisis hicieron que tu fiebre subiera rápidamente. Tuviste convulsiones. Te caíste por un lado de la cama y te golpeaste la sien contra una de las barandillas de seguridad que los médicos habían bajado para tratarte.

Después de eso, cuando todo paso, y volviste a la normalidad, tus ojos ya estaban ciegos. Te hicieron un millar de pruebas más, para descubrir sobre el virus, pero no detectaron nada. Tal y como vino se marcho, aunque la medicina hizo algo, al fin y al cabo."

La línea se quedo silenciosa una vez más, aunque no realmente, ya que podía oír la respiración de su padre al otro lado. Era trabajosa, como si el hombre estuviese intentando controlar sus emociones, y no lo consiguiera realmente. La voz de su padre, había ido variando en según qué tramos de la historia. Pasando por muchos tonos distintos que revelaban una emoción u otra. Rabia. Miedo. Incertidumbre. Impotencia. Tristeza. Rabia. Una vorágine de sentimientos que habían puesto a su padre de cabeza al traer de regreso recuerdos que habían enterrado durante años, para no hacerse daño a sí mismo al rememorarlos una y otra vez. Y lo entendía. Pero aun así... era su derecho saber que ocurrió.

Rompiendo el silencio con un carraspeo para encontrar su propia voz, soplo su respiración a través de sus labios.

--¿Dieron con el motivo?

--No. Sigue siendo un misterio, ya te lo he dicho.

Es verdad, pensó. Se lo había dicho.

--¿Hay... tengo alguna posibilidad de recuperar mi vista?

--Te hemos llevado a cada médico que hemos encontrado y todos dicen lo mismo. No hay solución, lo siento.

Maldiciendo bajo y entre dientes, sentía como esa pequeña esperanza se escapaba de entre sus dedos. Pero no iba a dejarla marchar tan pronto, no sin un resultado entre sus manos, que le indicara de una vez y por todas, a él en persona, que aquello no tenia salida alguna y que efectivamente, estaba ciego para el resto de su vida. Pero sin esos resultados, no iba a perder ese brillo de esperanza.

--Voy a seguir intentándolo.

--Como quieras, hijo. Es tu decisión.

Recostando hacia atrás, en la butaca que tantas veces había recogido su peso con gusto, durante las horas que se pasaba leyendo informes, redactándolos, haciendo propuestas y comprobando que cada uno de los proyectos en marchas, estuviese cien por cien bien para su lanzamiento, elevo su rostro al techo como si pudiese ver la iluminación que adornaba la lisa superficie, y suspiro.

Iba a hacer la pregunta que más le rondaba, a parte del hecho del cómo y por que, de su situación.

--¿Por qué no me contasteis nada?

Su padre no dijo nada durante un buen rato, así que aguardo durante todo el tiempo que aquel hombre necesitara para hablar un poco más sobre aquel momento de su vida, que sin duda era algo trágico. Cuando Jeremía suspiro al otro lado de la línea, supo que era el momento de hablar.

--Por qué no queríamos que se aferraras a una esperanza vana. Te adaptaste increíblemente rápido a la ceguera. Aprendiste a ser un niño totalmente normal, pese a que tus ojos no te servían para poner límites en tus locas carreras, pero eso nunca te freno ¿Vedad? Quisiste montar a caballo, y aprendiste. Querías ser como los vaqueros, y aprendiste a desenvolverte en unas cuadras. Te lanzabas desde la misma cuerda en aquel gigantesco árbol, al lado del lago. Corrías, saltabas y reías, igual que cualquier niño. ¿Para qué decirte que tú podrías haber sido igual que ellos, cuando aquello ya había pasado y tu no lo recordabas? Pensamos que era una ventaja y que te criaríamos, dándole toda la libertad que pudieras conseguir mediante tu fuerza.

"Y lo hiciste ¿Verdad? Vas y bienes, sin ningún tipo de problema. Tienes limitaciones, es normal, pero eres autosuficiente. Mucho más que muchas personas con cada uno de sus sentidos. ¿Para qué agobiarte diciéndote que naciste pudiendo ver, si ya no podías? Solo sería una carga para ti, y eso era lo último que tu madre y yo queríamos. Estabas en tu derecho y comprendo que ahora estés enfadado, no era el mejor modo de enterarse de algo así, pero quiero que sepas, que nosotros solo te quisimos proteger."

Si, ya suponía eso. Y aunque no quería estar enfadado con su familia, sentía que no podía volver a confiar en ellos, después de haberle estado ocultando algo tan grande, durante toda su vida. No era justo que lo hubiesen hecho, pese a que su idea era protegerlo.

--Nosotros te amamos, Noah. Y eso nos llevo a tomar una decisión en cierto momento de tu vida, y creímos que era la acertada. Nunca lo hicimos para hacerte daño, al revés.

--Lo sé, papa, pero ahora no soy capaz de confiar en vosotros.

--Es comprensible.

Sonriendo con tristeza, sintiendo un enorme nudo en su garganta, cerró sus ojos y maldijo fuerte y alto.

--Lo siento, Noah.

--No te disculpes. No lo hagas, solo consigues que me sienta peor, por haberle gritado a mama.

--Ella te ama, hijo. Te amamos, y comprendemos que necesitas tiempo para venir a nosotros y solucionar las cosas. Solo prométeme que lo harás.

Tragándose la bola de emociones que parecía estar atascada en su garganta, respiro todo lo que pudo a través de su nariz y asintió. Acordándose de que el hombre estaba al otro lado de una línea telefónico y que no podía verle, separo sus labios listo para contestar, cuando su padre le interrumpió.

--Hay algo más que quiero decirte...

--¡Oh Dios! ¿Qué?

Aquel murmullo ligeramente aterrado, fue recompensado con una pequeña risita por parte de su padre, que aligero un poco el ambiente.

--Tu madre me dijo que había ido para comunicarle algo y que ella saco el tema de los bebes. Solo quería decir que...

--¡No hay bebes!

Exclamo, con los dientes apretados por el hecho de que su padre también sacara ese tema a coloración. Estaba un poco harto sobre ello, pero realmente no esperaba las palabras que el hombre le dedico.

--Tu ceguera no es hereditaria. Como no lo es el virus. Puedes tener tantos hijos como quieras... como Emma quiera darte.

Esa corrección echa en un último momento, le hizo gracia. Sabía por que había corregido la frase. Dado que era ella quien pasaba por todo el proceso de embarazo y parto, era justo que fuese ella quien ponía el alto. Si era uno, bien. Si quería más de uno... bueno, ya vería. Por lo menos, eso solucionaba la parte de su descendencia, aunque eso seguía siendo un tema tabú. Al menos por el momento. Y aunque él decía que no lo heredaría su hijo o hija, no estaba seguro de que eso fuese verdad. Así que hasta que no estuviese cien por cien seguro sobre el tema, el señor preservativo, sería su mejor aliado a la hora de hacer el amor con Emma. Y si decidía dar el paso, con la única que lo haría, seria con ella. Y solo con ella.

***

Noah llevaba encerrado en su despacho dos horas enteras. No tenía ni idea de que era lo que estaba hablando con su padre... bueno, sí que lo sabía. Había llamado a Jeremía, para saber que ocurrió cuando era pequeño. Y lo entendía. Estaba en su derecho de saber de una vez y por todas, todos los detalles que acontecieron aquel momento de su vida, cuando solo era un pequeño de dos años. Un niño que no tenía por qué haber sufrido la pérdida de un sentido tan importante como la visión, pero que sin embargo, no le hicieron menos niño y sin ninguna duda, no lo volvió menos hombre.

Ella amaba y respectaba a Noah por cómo se desenvolvía en el día a día. Era increíble la capacidad sensorial de una persona, cuando perdía un sentido. Los otros estaban dos veces más agudizados de lo normal, y era increíble estar a su alrededor cuando desplegaba toda aquella habilidad de percepción.

No solo era sorprendente, era maravilloso.

Pero al fin y al cabo, el lo era.

Rascándose el brazo, miro de nuevo hacia el pasillo que conectaba con el despacho del hombre y se mordió el labio, intentando refrenarse. El tenía que tener su propio tiempo para conocer y adaptarse a lo que su padre le dijese. La privacidad que debía ofrecerle, era lo mismo que podía hacer por él, en esos momentos tan difíciles para Noah. No importaba si luego salía y se lo contaba, ahora el necesitaba estar solo y aguantar él solito el chaparrón de información que debía de estar dándole el señor Jeremía.

Esperaba que le dijese todo aquello que Noah quería saber, y que no se guardase nada en la manga, o de lo contrario, que Noah confiara en ellos, iba a ser mucho más difícil de lo que en esos momentos lo era.

Saltando en su asiento, miro hacia su izquierda, para ver el cuerpo desplomado de Kyle. El chico tenía los ojos cerrados, su pecho subía y abajaba con tranquilidad y aunque parecía estar relajado, ella sabía que estaba a la espera de poder saltar sobre Noah para preguntarle qué era lo que les ocurría a él y su madre. Algo lógico, dado que parecía que nadie más que los progenitores, y ahora ellos dos, sabían que fue lo que ocurrió

Tanto Kyle, como el resto de la familia, tenía derecho de saber. Aunque no sabía muy bien de que serviría en esos momentos. Aun así, si Noah quería compartirlo con los demás, estaba en su derecho de hacerlo.

Sonriendo un poco al percatarse del rápido movimiento de su pierna, apoyo una mano en el muslo del chico para frenar aquel infernal rebote.

El abrió sus ojos verdes y la miro.

--Te lo contara.

--No quiero agobiarlo con preguntas. No me parece correcto.

--Entonces dale un par de días más.

Kyle se movió hacia ella, dejándose caer contra su costado, apoyo su cabeza en su hombro, como un niño pequeño buscando confort. Sonriendo tiernamente por el comportamiento de aquel joven hombre, inclino su cabeza contra la de él y palmeo suavemente la pierna de Kyle.

--Por cierto... Gracias por cubrirme, cuando me escape a New York.

Kyle se rio suavemente, haciéndola temblar.

--Fue divertido.

--Me alegro. Espero que Sean no te diera muchos problemas.

--Nah, más bien fue al contrario. Le hice la vida un poco imposible.

Reconoció el pequeño de los McCarter, al menos por parte del clan que residía en Boston.

Riéndose ante aquella pequeña confesión, y sabiendo que aquello no le había importado mucho a Sean, se alegraba de que intentaran construir una relación entre ellos dos. Hacían buena pareja, y al conocerlos a ambos, a uno mejor que a otro, sabía casi a ciencia cierta, que eran buenos el uno para el otro.

No estaba segura si decirle que sabía que Sean se sentía atraído por él, y a decir verdad, desde que Noah y ella salieron del cuarto, después de pasarse allí toda la tarde y noche del catástrofe y la totalidad de la mañana de ese día, al salir pudo ver las miradillas y los gestos que ambos se lanzaban cuando creían que nadie miraba. Así que, no queriendo incomodar al chico, solamente sonrió apoyándose en el, del mismo modo que Kyle hacia.

Y para su absoluta sorpresa, fue él quien rompió en silencio, hablando sobre el mismo tema que a ella le rondaba la mente.

--Me gusta tu guardaespaldas.

Kyle lo había dicho con la intención de ver si iba a ser juzgado. Su tono lo delataba.

--El es muy bueno, aunque es un mandón.

Levantando su cabeza, aquel par de ojos verdes la miraron con sorpresa, a lo que ella respondió con una cálida sonrisa.

--Haríais muy buena pareja.

--¿No te importa?

--¿Por qué debería?

--Hombre y hombre... ya sabes...

--Amor es amor, Kyle. Me da igual con quien estés, siempre y cuando sea una buena persona y te quiera. Lo mismo va para Sean. Y si están juntos... ¡Mucho mejor! Me gustáis el uno para el otro.

La boca de Kyle se abrió, se cerró y se volvió abrir antes de estallar con una alegre carcajada, mientras sus brazos la engullían en un cepo para osos. Sintiendo como sus pobres pulmones eran desinflados como un globo, por culpa de la presión ejercida por aquellos brazos, palmeo suavemente la espalda del chico, pidiendo clemencia.

--Kyle... no puedo... respirar.

Él la soltó, sonriendo con un poco de culpabilidad.

--Perdón.

Acercándose a él, beso la mejilla del joven y sonrió.

--Me gustan los abrazos de oso, pero ten cuidado con mis costillas.

Riéndose suavemente, alzo su mano como si estuviese dando un juramento.

--Lo prometo.

--Bien. Así que dime... ¿Ha habido avances?

Su cuñado se carcajeo, reclinándose de nuevo contra ella, volvió a la misma posición de antes.

--Algo.

--Me alegro mucho.

--Gracias.

Ambos miraron hacia la misma dirección, cuando escucharon el sonido de las puertas del despacho, ser abiertas. Noah debía de haber terminado su conversación con su padre, y ahora llegaba el momento de decidir si contarlo o no. En lo personal, le daría todo el espacio que necesitase y esperaría a que el decidiese si hablar con ellos al respecto o no.

En cuanto el hombre pareció, Kyle se puso de pie como un resorte, mirando a su hermano con firmeza. Aquel chico de diecinueve años estaba preparado para cualquier cosa. Y se alegraba, no era algo fácil de oír, cuando te estaban contando el modo en el que tu hermano se había quedado ciego con solo dos años.

Respirando profundamente, giro su cuerpo para poder contemplar mejor a Noah. Había marcas de cansancio en su rostro y sus hombros caídos, daban la sensación de que había una losa de cemento sobre estos, imposibilitándole erguirse y tener esa postura orgullosa que Noah poseía. La conversación con el señor Jeremía, debía de ser algo difícil de hacer para él, pero ahí estaba. Como siempre, Noah iba de frente hacia sus problemas. Solo se había tomado veinticuatro horas para reagruparse... y eso se notaba.

Acercándosepara darle un rápido abrazo a su chico, sonrió cuando al intentar alejarse elcerro sus brazos en torno a ella como un cepo. Ciñéndola contra su cuerpo,apoyo una mejilla en lo alto de su cabeza, y la mantuvo ahí por un rato antesde dejarla ir. Le daba la sensación de que estaba cogiendo fuerzas para poderhablar de todo aquello que su padre le hubiese dicho, y estaba bien. No leimportaba compartir con él, su fuerza. 

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