Emori que nunca antes había tenido oportunidad de estar en un lugar así, recorría en silencio los pasillos de la Torre de Polis con expectante admiración y curiosidad.
Sus destartaladas paredes cargadas de historia, sangre, muerte y honor eran algo fascinante para ella. Nunca imaginó el poder estar en un lugar tan ilustre y celebre como aquel. Su familia la había desamparado a ella y a su hermano Otan cuando eran muy niños y relegados al desierto, su única subsistencia dependió de ellos y de sus habilidades para manipular, engañar y delinquir. Su capacidad de embaucar y desvalijar a todos cuanto en su camino se cruzaban la mantuvo con vida durante mucho tiempo pero de los muchos destinos que el mundo podría haber tenido preparado para ellos, Emori jamás barajó que este fuese uno de ellos.
Podría hacer una verdadera fortuna despojando de reliquias los muros esos pero una cosa era sisar en los bosques y otra muy diferente hurtar de la propia casa de la Heda de los Trece Clanes y su consorte.
Podrían colgarla por ello.
Peor aún...
Su muerte podría prolongarse durante días por ello. No merecía la pena arriesgarse a ser descubierta por eso. Murphy y ella encontrarían la manera de seguir adelante en esta vida tal y como siempre habían hecho cada uno por su cuenta. Ahora al menos se tenían el uno al otro y era una suerte ahora que su hermano había muerto.
Estar sola resultaba duro para ella. Este mundo no estaba hecho para la gente que como ella había nacido con un defecto.
Aunque ella no lo considerase como tal, no todos compartían su mismo criterio.
Los suyos especialmente, no comprendían que no había nada de que avergonzarse por haber nacido diferente.
Los repudiados como ella también eran seres humanos con la misma valía, el mismo honor y derecho a estar en estas tierras y a pelear por sus sueños.
Había cosas mucho peores de las que abochornarse en cuanto a comportamientos. Mayor ejemplo no podía tener en esa pobre chica y ese trikru, Lincoln. Cada parte de su cuerpo era como debía ser pero su mente estaba corrompida más allá de lo extremo. Eran amigos, familia y aún así lo que había hecho lo había hecho siendo consciente de ello.
¿Por qué ella misma tendría menos valor entre su gente que él entonces? ¿Qué cosa terrible había hecho ella más que robar, engañar y mentir que fuese tan condenable para ser exiliada en el desprecio?
No era ninguna santa. Había arrebatado vidas cuando había sido necesario hacerlo pero aún así no se consideraba peor que él, y era a ella a quién mirarían con malos ojos de conocer su defecto.
El mundo era injusto con ella.
Muy injusto...
Emori que no quiso darle muchas más vueltas se sentó finalmente en un escalón de la escalera que ascendía al piso de arriba. En ese penumbroso rincón, apoyó su cabeza contra la pared cerrando los ojos para tomarse un momento.
Era provisional.
Todo esto, lo era...
No debía acostumbrarse a aquello. Murphy le había contado la invitación de Abby para permanecer en Arcadia con ellos pero sinceramente, no estaba segura de querer hacerlo.
Tarde o temprano las cosas se torcerían y sería más duro empezar de nuevo. No tiene intención alguna de pasar por ello. La habían rebasado los últimos acontecimientos.
Necesitaba tiempo para digerirlo a solas y asumir lo que vendría luego.
Unos pesados pasos captaron su atención en ese momento y al abrir sus ojos y mirar hacia el otro tramo de escaleras que descendían a pocos metros de ella vio la silueta de Bellamy emerger de estas.
Tenía peor aspecto ahora que cuando se fue, había sangre seca en su camiseta y en su mano y su rostro estaba marcado por la exasperación, la inquina y la furia enmascarada bajo una capa de silencio y quietud. Emori que le siguió con la mirada vio sus torturados ojos posarse en ella y eso la inquietó pues ella era el motivo por el que se había puesto de aquella manera.
—¿Qué haces sola aquí fuera? —preguntó más severamente de lo que quisiese al verla escondida en la escalera.
Emori que se disponía a contestarle con una grosería sintiéndose tan a la defensiva como siempre, estaba simplemente demasiado cansada para mantener la pose de siempre.
—No llevo bien el permanecer en espacios cerrados durante mucho tiempo —contestó ella vencidamente abrazando sus rodillas contra su pecho con la cabeza hacia atrás aun reposada en la pared.
—¿Y Murphy?
—Al parecer el tampoco lleva bien eso —intentó poner ella buena cara ya que se había ido hacía horas de la habitación y aún no había vuelto.
Bellamy que miró a lo lejos el solitario pasillo sintió que las paredes se le vendrían encima si entraba en su habitación en aquellos momentos.
—¿Te importa qué me quede? —preguntó Bellamy haciendo un gesto hacia el escalón donde permanecía sentada ella.
—Incluso tú tendrías más derecho —masculló ella con un amargo gesto sonriéndose con desgana accediendo.
Bellamy que no entendió bien eso se acercó al escalón sentándose a poco menos de un metro de ella.
—¿Qué?
Emori que apartó la mirada sacudió la cabeza suspirando con desapego.
—Nada, no... no me hagas mucho caso en estos momentos —repuso ella bajando la mirada jugando con un deshilachado hilillo de su pantalón.
Bellamy que se la quedo mirando mientras se apoyaba él de la pared puso una cara al mirarla.
—No pareces estar bien.
—Lo estoy —respondió ella con un imperceptible gesto.
—No lo parece —insistió él quedamente.
Emori se encogió de hombros restándole importancia al respecto.
—Las apariencias a menudo engañan...
—Será eso —no quiso insistir más Bellamy bajando la mirada al suelo no sabiendo como entablar conversación con ella.
Emori que finalmente se fijó en eso puso una cara al verle así.
—Tú tampoco tienes muy buen aspecto —murmuró ella mirándole con cautela—. No pareces estar muy bien...
—Será porque que no lo estoy —repuso Bellamy vencidamente—. Le he dado una paliza de muerte al novio de mi hermana, la chica a la que amo ni me permite mirarla y he de mentir a la cara a la única persona que podría hacer justicia con todo ello...
Emori que le escuchó desahogarse con ella intentó ser comprensiva con ello aunque no era muy dada a este tipo de situaciones.
—Al menos ahora conoces la verdad...
—Gracias por ello —dijo Bellamy sincero viéndola frente a él—. De no ser por ti, no la habría descubierto.
—Si, bueno —se mofó ella sin ganas con una cara al escuchar eso—. Santa Emori...
Bellamy que notó la burla y la resignación de su voz levantó un poco la cabeza para verla.
—¿No crees que hayas hecho algo bueno?
Emori que arqueo una ceja al oírle se sonrió con su habitual indiferencia.
—¿En esta vida? —ironizó ella ante su desconcierto—. No.
—Emori —murmuró Bellamy con un atisbo de preocupación.
Ella que escuchó su compasivo tono al instante elevó la cabeza sonriéndose con indiferencia.
—Eh, estoy bien con eso —haciendo por levantarse ahora que la conversación parecía volverse más profunda por momentos sintiéndose incomoda ante eso—. Nada de qué preocuparse.
—¿Te marchas?
—John seguramente se estará preguntando qué estoy haciendo —murmuró ella esquiva con una simulada sonrisa cargada de apatía—. Ya nos veremos luego...
Bellamy que no tuvo tiempo ni a despedirse la vio alejarse por el pasillo escaleras abajo para ir a buscar a Murphy seguramente. Tenía mucho que agradecerle a ella y a él el haberles devuelto a Clarke y a Abby pero sobretodo a ella por no ocultarle la verdad como habían hecho ellos.
Y aunque su primera impresión de ella no había sido la mejor ni la mas correcta era evidente que la marcaban los problemas.
Su hermetismo no hacía más que despertar aún más su curiosidad acerca de ella y del mundo que la rodeaba.
Continuara...